A través de Twitter hemos llegado al blog XarxaTIC, escrito por Jordi Martí, y a una pregunta clave...
Es realmente curioso como una conversación te puede hacer reflexionar sobre cuestiones que “supuestamente” tenías claras. Éste es el caso del tema que nos ocupa. La Selectividad. Ese examen que se realiza en todo nuestro territorio que lleva decidiendo el futuro de muchos de nuestros jóvenes. Un examen que, reflexionando en profundidad sobre el mismo, se trata de una prueba que permite, en cierta manera, arreglar los desajustes entre las notas que obtienen los alumnos en los diferentes centros educativos en su último curso de bachillerato. Con ello se permite una competencia mucho más justa entre los alumnos a la hora de entrar en su carrera y Facultad de preferencia.
Que la Selectividad está mal diseñada. Puede. Pero que cargarse la misma sólo beneficia a aquellos centros que “manipulan” al alza las notas de sus alumnos, también.
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Pero, ¿qué pretende el gobierno con la eliminación de la Selectividad?
Si desconocemos el funcionamiento interno del sistema, se podría llegar a suponer que dicha eliminación y el planteamiento de una “reválida externa” al acabar el bachillerato pueda ser mucho más justa. Tan sólo una cuestión. ¿Quién pasa a los alumnos esos exámenes externos y pasa los resultados a unas tablas que se enviarán posteriormente a la Consejería de turno? ¿Quién es, finalmente, quien puede manipular esos resultados? ¿Qué fiabilidad nos puede dar que no haya, como ocurre en la Selectividad, evaluadores externos que evalúen a los alumnos que no pertenecen a su centro educativo? ¿Qué impide a un centro educativo falsificar, subiendo, las notas de sus alumnos, cuando no hay ningún tipo de prueba que cuestione los resultados que ellos pongan?
Seguro que alguno me dirá que, con el nuevo modelo que pretende el gobierno actual, después serán las Universidades quienes pondrán sus propios exámenes personalizados de acceso. ¿Y si no lo hacen? ¿Y si se convierte en la vía falsa para que todos los alumnos de aquellos centros que suben las notas de bachillerato indiscriminadamente entren en la carrera preferida saltándose los principios de justa competencia?
No hemos de olvidar que en nuestro país existen dos vías educativas. Bueno, tres. La pública, la concertada y la privada. ¿Cómo es que uno puede estudiar medicina de forma muy fácil en la Universidad privada tan sólo aprobando la Selectividad? ¿Por qué en la pública exigen unas medias que, traducidas al formato antiguo para que uno pueda entenderlo, de más de un ocho y medio en la mayoría de facultades (un 12 y pico con los nuevos valores)? ¿Por qué hay facultades privadas que sólo exigen aprobar la Selectividad (y algunas veces ni eso) para que puedan entrar los alumnos en esas carreras de acceso imposible excepto por los estudiantes más brillantes? ¿Por qué alguien con dinero puede matricular a sus hijos en centros donde se regalan las calificaciones (o se suben las notas) para posteriormente entrar en unas Universidades que regalan títulos? ¿Por qué un título de esas Universidades vale lo mismo (a efectos legales) que la de una pública, donde la exigencia y libre concurrencia para acceder a esa carrera hace que el acceso se de en condiciones de mérito y capacidad? Por tanto, ¿a quién va a beneficiar que el acceso no se filtre por una prueba de Selectividad? A los que tienen dinero para pagar esos centros donde se suben indiscriminadamente las calificaciones para no perder clientes. Como siempre.
Cansado de que vendan medidas y reformas educativas como lo que no son. En este caso, la eliminación de la Selectividad, tan sólo conducirá a que si uno paga lo suficiente en su centro educativo donde curse bachillerato, pueda acceder de manera injusta (por no haber ningún tipo de filtro) a la Universidad de su elección. ¿Será que sólo las personas pudientes tienen derecho a que sus hijos estudien una carrera universitaria?
Hay mucho oculto detrás de la eliminación de la Selectividad. Una prueba que, siendo mejorable, es el único sistema que garantiza igualdad de oportunidades con independencia del poder económico de las familias de los futuros universitarios.
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Lleva toda la razçon.
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