Las autonomías quieren ahorrar en clases para niños de distintas edades
Los pedagogos apoyan la enseñanza individualizada y cooperativa
La tijera acecha con fuerza a la escuela rural en aquellas regiones donde su peso es tan abultado como para imaginar recortes. Castilla-La Mancha, Galicia, Castilla y León, quizá Aragón... En todas hay un elemento común: el ahorro de maestros; y se reedita como un sudor frío el mismo temor del campo: con el cierre de la escuela morirá el pueblo. La reestructuración de estas aulas abre, finalmente, vías de desigual consideración pedagógica. El cierre programado en Castilla-La Mancha de las escuelas unitarias —una misma clase donde conviven niños de distintas edades— no gustan a los padres, ni a los maestros, ni a los pedagogos, que siempre han alabado el enorme valor de esta educación cooperativa. Pero en Galicia, que ya superó ese modelo y contaba con dos clases, una para infantil y otra para primaria, ahora será solo una a menos que alcancen los 21 alumnos. La medida también ha encontrado el rechazo de la comunidad educativa. Y en Castilla y León, con el 30% de alumnado rural, al que dedican —con éxito— tres de cada cuatro euros de la enseñanza, se plantea ahora eliminar lo que en los noventa se consideró un privilegio: que los dos primeros cursos de la secundaria (ESO) pudieran seguir haciéndose en el pueblo. Esto ya no pasa en casi ningún sitio. Hubo mucho ruido por toda España cuando se obligó al alumnado de 12 y 13 años a desplazarse a los institutos más cercanos. Aplacado ya, resuena de nuevo en esta comunidad.
Sobre los términos económicos hay más oscuridad que luz. Se sabe que a principios de este siglo había 91.800 alumnos en escuelas rurales en España, pero al finalizar la década quedaban 54.000. Detallar cuántos maestros se ocupan de ellos es difícil porque el número de alumnos por aula unitaria puede ser muy variado, 5, 10, 12, 18. Son todos de infantil y primaria, porque con la LOGSE, salvo en algunos casos, la secundaria se trasladó a los institutos, perdiendo ya entonces un buen número de niños en los pueblos, por cierto. Pero en este caso, parece que con alguna justificación pedagógica.
Es el modelo que impera en muchas zonas rurales de España para los niños de infantil y primaria, los llamados Centros Rurales Agrupados (CRA) donde los alumnos pueden mantenerse en su pueblo con un maestro o dos y recibir allí a los profesores especialistas para inglés, música, educación física... Sin embargo, en Galicia la ampliación de este modelo encuentra resistencias, porque mezclará a alumnos de más edades y con ratios más elevadas de chicos por aula, lo que dificulta mantener la eficacia del sistema y solo persigue el ahorro económico. Niños de tres años podrían compartir aula con preadolescentes, se quejan los padres. La Xunta se ha comprometido a negociar caso a caso, pueblo a pueblo. Pero la oferta es de difícil digestión: si los padres no quieren el reagrupamiento de infantil y primaria pueden trasladar a los niños al pueblo grande más cercano.Llegada la secundaria, las aulas unitarias pierden atractivo. “A esa edad los niños tienen que socializar, para empezar, pero también han de contar con laboratorios, tecnologías, deportes completos; es una enseñanza más especializada y ganarán estando en las cabeceras de comarca”, dice Juan Antonio Planas, presidente de la Confederación de Psicopedagogía y Orientación de España. Así se empezó con la LOGSE pero no faltan ya quienes se cuestionan aquello. Pedro Roche, que fue en los ochenta director provincial de Teruel, cree que “muchos piensan ya que quizá aquellos niños debieron haberse quedado en los pueblos. Los contenidos que les faltan se imparten ya con profesores especialistas itinerantes, y la socialización con otros niños de su edad está cada vez más garantizada: las comunicaciones han cambiado mucho y los encuentros entre los alumnos de los centros rurales agrupados pueden funcionar bien”, dice.
“¿Ahorro, dicen? Privatización”, protesta también Rita Almagro, maestra de una escuela rural de Castilla-La Mancha, que lleva 30 años en Garciotum, que no llega a los 200 habitantes. “Esta escuela está amortizada y el Ayuntamiento y los padres corren con los gastos”, dice. Los alumnos y la maestra se encargan de la limpieza y con el dinero que daba el Ayuntamiento para ello hay bocadillos gratis para todos en el recreo. Son 11 niños de 5 a 12 años. “Tenemos de todo, no son medios los que faltan, si acaso cierto apoyo administrativo, que liberen a los profesores de que tengamos que hacer todo el papeleo”, dice Almagro. “Pero que no me diga nadie que mis niños están peor preparados que los de la ciudad. ¿Que el fracaso escolar está en el rural? Eso no es cierto, me indigna. Pero qué autoridades educativas tenemos, que no saben nada de educación”, lamenta. En la escuela de la aldea de Cacheiras (A Coruña) el modelo actual es de aulas unitarias, pero la mezcla de edades está limitada. Hay niños de tres, cuatro y cinco años en una clase, de seis y siete en otra... Lo que ahora pretenden es juntarlos a todos, de 3 a 12 y eliminar profesores, porque no habrá más que uno a no ser que el grupo completo de alumnos alcance los 21. “Nuestro modelo actual no solo permite una enseñanza de calidad”, que “estimula mucho a los pequeños y hace más responsables a los mayores” sino que, además, “da vida al pueblo”, sostiene Clara Castilla, madre de una de las alumnas más pequeñas. Castilla, como los profesores de estos colegios rurales, se echa las manos a la cabeza con la decisión de la Xunta. “Acaba con un sistema educativo de calidad que vincula a los niños a su entorno y a su idioma con criterios economicistas y no pedagógicos”, protesta la madre.
Los expertos, desde luego, afirman que en primaria las ventajas pedagógicas de los alumnos de escuelas unitarias son innegables, incluso cuando la mezcla de edades es alta, siempre que no sea un grupo muy numeroso. “Salen mejor preparados, lo afirmo taxativamente”, dice Juan Antonio Planas; y pone de ejemplo el éxito académico de comunidades como Castilla y León o La Rioja —con mucho territorio rural de pequeñas aldeas— en pruebas internacionales como Pisa..
¿En qué se concretan esas supuestas ventajas pedagógicas? “Se trata de un aprendizaje cooperativo, colaborativo”, donde los niños aprenden unos de otros y todos juntos; la enseñanza, con tan pocos alumnos por aula, es “prácticamente personalizada” y a esas edades “es bueno que los niños estén en contacto con su localidad, con su medio y con sus familias”, dice Planas.
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