El
negocio sobrentendido de lo que cuentan
Hay
asuntos –no solo en educación- que parecen nuevos y no lo son. En la distancia del tiempo se aprecia mejor
lo viejos que son
Es posible que Arrimadas acabe por llevar lo que queda del CS a su
nicho originario, comandado ahora por quien, según García-Margallo, fue elegido
por exclusión de un mal mayor. Navega ahora acosado por VOX, socio encubierto
ya en varios centros de la representación democrática, afectando de modo especial a los asuntos educativos. Y en el otro lado, la nave va entre
asociados algo vergonzosos de serlo, requeridos por quienes no saben todavía
hasta dónde guiar la frágil XIV Legislatura.
Entre tanto vericueto propicio al cotilleo, los inasequibles al desaliento no cejan en la desmesura de tácticas y compadreos ancestrales. Se ha podido ver al oponerse a la ley de eutanasia como si se tratara de una “filosofía” para “ahorrar los costes sociales del envejecimiento”. Lo han mostrado hace unos días, también, al explicar con la subida del SMI los problemas de los agricultores. Pero, según explicaba el secretario de UPA (unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos): “El problema no es el SMI, sino que se están forrando con nuestro trabajo. Se están quedando con nuestro dinero intermediarios que no trabajan el campo, pero que con el móvil nos compran a 15 céntimos productos que luego venden a 2 euros". Esta secuencia hace recordar lo que acontecía a los pequeños campesinos de la Galicia rural. Despreciados como “catetos” en los años cincuenta, cuando acudían a la feria a vender una ternera siempre topaban con la red de ojeadores ocupados en que no valiera nada. La ventaja era para quienes –en proceso de convertirse en nuevos ricos- traficaban con las mejores crías de “Rubia gallega” vía Monforte.
Aquella connivencia, exprimidora del débil, sigue viva procurando que el “libre mercado” esté condicionado por su arbitraria libertad. Ahora, se apresta a sacarle partido al tópico de la “España vacía”: rentabilizará una territorialidad que está esclerótica porque se les fue la mano en su vaciado. Este proceder siempre ha estado ahí, al acecho del Presupuesto. Leer el periódico oficial desde que se llamaba La Gazeta permite entender el provechoso manejo del “libre comercio” desde antes de la Restauración canovista, con la sombra de los “amigos políticos” al acecho. Pronto veremos en que queda la inquietud de los herederos del franquismo, nostálgicas de que no se sepa distinguir el polvo de la paja y se pueda perder algo con lo anunciado por Adriana Lastra.
Un particular “libre comercio”
El mundo de la Educación, en todo caso, siempre ha dado mucho juego en este terreno en que se puede advertir, desde antes de Moyano en 1857, la peculiar aportación que la jerarquía eclesiástica ha hecho a la “libertad” con cartas marcadas por el Concordato de 1851, renovadas en 1953, en 1976-79 y otros convenios.
Todo propiciaba el objetivo. Lo advertía Antonio Fontán en 1961: “el 75% de los actuales profesores españoles han obtenido sus cátedras después de 1939. Probablemente estos en su inmensa mayoría son personalmente católicos” (pág. 29). Hubiera calculado bien o mal este numerario de la Obra, los compromisos confesionales con la propagación de la verdad se han valido siempre de la multiplicadora pluralidad de “los dones”: muchas congregaciones, órdenes y asociaciones interesadas en la educación y sus aledaños sucediéndose y complementándose entre sí en el tiempo y en el espacio. HazteOír, por ejemplo, no es muy antigua, pero lleva un tiempo rondando un si es o no es del grupo, mientras crecen los adeptos a su PIN. CONCAPA es de 1929. Testimonió por la causa peleando contra la ILE y sus seguidores y, entre otros frentes, sus fichas moralizadoras del cine marcaron un estilo censor. Servicio suyo más cercano fue, con Carmen Alvear al frente, multiplicar la pelea en 1984 por lo que, supuestamente, quitaba la LODE a los colegios que habían sido mimados por el omnipresente nacionalcatolicismo educador.
En la escena está que este asunto resucite con vigor. En su genealogía cuenta con que los españoles rezaron mucho hasta 1978. Tanto que, después de la Constitución, prosiguió el confesionalismo en escuelas e institutos públicos. Fruto de tanta devoción y sacrificio, en torno a 2.400.000 de niños y niñas españoles (de un total de 8.158.605 en el curso 2017-2018) son clientes especiales de sus colegios. No es indiferente, además, que, entretanto, se frene o quede para el voluntarismo el modernizar la organización interna de los centros públicos. Rafael Feito, acaba de publicar ¿Qué hace una escuela como tú en un siglo como este? (Madrid: Catarata), un lúcido ensayo en que denuncia los “nefastos y nefandos” atrasos que el sistema educativo actual lleva en su mochila.
De Mont Pelerin al cielo
Pero ese potencial le permite decir a la Iglesia oficial que sigue ahí, donde siempre. Podrá objetarse que, si se tiene en cuenta el monopolio educador de que disfrutó 40 años, sin contar los anteriores ni los posteriores a 1978, el resultado es más bien magro. No obstante, es exitoso el balance si se tiene en cuenta que, pese a la acelerada secularidad, su empresa educadora crece. Cuenta con el fervoroso auxilio de muchas manos influyentes dentro del Estado, donde la Comunidad de Madrid es modélica. No solo le ha ampliado conciertos educativos -sobre todo desde el “tamayazo” de 2003-, sino que sus cesiones de solares públicos, prebendas y lugares estratégicos ha acrecentado su selectividad social. Este diezmo, a escote del Presupuesto público, sitúa a Madrid como campeona de la educación privatizada en Europa. Murcia y otras zonas le van a la zaga. Andalucía ya está presta.
En los últimos tramos, el desparpajo de la lideresa aguerrida -de la que Isabel Díaz-Ayuso intenta ser émula- ha sido clave enfatizando la “libertad” sin cortarse en “restricción mental”. “Rectamente entendida”, aunque el 90% de los colegios concertados contravenga la reglamentación de conciertos, ha potenciado la singular “libertad de elección de centro”. El cupo de este ejercicio es selecto –lo saben como “mano invisible” que mueve y remueve-, pero nunca dicen que sea culpa del sistema. Dan por sentado que, si los datos no se adaptan a la teoría, es un error de los datos: van a la caza de que los pocos beneficiados se sientan agradecidos por ver que les ayudan en la dura tarea de competir por la cúspide del Gotha social y, mientras tanto, por el control particular del Estado. Es un circuito de cómplices y sobrentendidos. Los viejos socios de Friedrich Hayek en Mont Pelerin siempre contaron con que los ricos también lloran. Mucho antes, ya estábamos advertidos, por los antepasados de los jerarcas católicos, de que este es “un valle de lágrimas” en que todos pueden pasar “por el ojo de una aguja”.
Manuel Menor Currás
Madrid, 12.02.2020
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