domingo, 16 de junio de 2019

Tiempo largo (Manuel Menor)


En la Historia actual también existe el “tiempo largo”

No es que el pasado se repita: se ha mutado levemente, se ha adaptado y ha dado en esta turistificación y privatización del presente.

La metodología de la Historia advierte etapas o tramos particulares dentro de períodos más extensos, siempre apoyada en documentación fehaciente rigurosamente analizada. Con la memoria, más subjetiva, las distinciones suelen ser más borrosas. El paso del tiempo difumina e incluso hace desaparecer muchos recuerdos de las experiencias de vida. No obstante, ambas tienen crucial importancia para la educación personal y social, y proporcionan buena orientación en momentos de confusión programada.

Yendo leyendo
La combinación de ambas –como puede suceder con la creatividad artística-  potencia las líneas principales del mejor sentido educador, el de aprender a leer y a conformar criterio propio por encima de los convencionalismos y de las maneras en que el poder trata de manipularnos. Puede comprobarse en el Museo Reina Sofía hasta el 26 de agosto, en la exposición Yendo leyendo, dando lugar, de Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959). De este artista cabe admirar, entre otras facetas, su ironía de poeta visual. Investiga sobre los múltiples mensajes que de continuo entran por nuestros ojos, hasta encontrar el modo de hacernos ver sus contradicciones. Es especialmente el lenguaje señalético, propagandístico y publicitario, el que está en su centro de interés; se apropia de el y, mediante el collage y diversas técnicas vanguardistas, trata de darle la vuelta.  Málaga es una de sus topografías de atención permanente. No solo por la acumulativa “malagueñización” de Picasso, en que pone de relieve cómo el comercio turístico ha convertido al artista republicano en un remedo apto para cualquier mercancía. También, como foco de atención histórica y memorial. De 2007 arranca –y continúa en una web-  su proyecto titulado Málaga 1937, en que trata de recuperar lo acontecido el 7 de febrero  de ese año en la carretera hacia Almería.  La técnica que emplea aquí  es similar a la que emplean muchos profesores de Historia simulando un eje discursivo en que se van sucediendo, cronológicamente, los distintos testimonios documentales que, en este caso, rescatan del silencio la masacre de unos 5 000 republicanos que huían  de los nacionales golpistas aquel fatídico día. Mientras en la sala del museo se suceden en blanco y negro fotos recuperadas de muy diversas procedencias, un video actual del tráfico de esa misma carretera, en color y a gran pantalla, induce al cuestionamiento del tupido silenciamiento que lo allí acontecido ha tenido durante casi 82 años.

Parar las aguas del olvido
De lo vivido en esa etapa, desde un poco antes de la masacre entre Málaga y Motril, da buena cuenta Paco Ignacio Taibo en Para parar las aguas del olvido, un relato en gran medida autobiográfico que escribió en 1982 y que fue reeditado hace apenas dos años.  El reconocido escritor vivió de lleno la revolución de 1934, la guerra del 36 y la postguerra hasta 1959; desde su exilio en Méjico, recrea aspectos que moldearon significativamente su infancia y adolescencia. La intencionalidad del título de este libro, tomada de un poema de  El Quijote, II, LXIX, explica la selección de los elementos con que hilvana el recuerdo mezclando el dolor y la alegría, el horror y el desconsuelo, con la camaradería, la complicidad y la amistad. Relatar los aprendizajes de la supervivencia en circunstancias tan duras no deja de tener mucho de ficción personal, más selectiva e intransferible en la medida en que el autor trata de mirarlos con humor.

El de la memoria es un material delicado que no necesariamente es Historia, aunque pueda documentar parte de su complejidad. Del Oviedo reconquistado por los golpistas,  Paco Ignacio Taibo  compartió con el poeta Ángel González, el gran especialista en la Generación del 27 Carlos Bousoño o el editor Manuel Lombardero, peripecias vitales contrastantes e imposibles salvo para la imaginación. En especial, ricas lecturas literarias y el  entrelineado de su asiduidad al cine, en el fondo oscuro de ciudad “sin misericordia para los vencidos” –con los ojos “como agujas” de los sucesores del Magistral de La Regenta “repartiendo el cielo y el infierno de acuerdo con las ideas políticas de cada cual” y que la ciudad se entregara “a la aparatosa demostración de su cristianismo absoluto”-  y, en particular, el paisaje humano de la Librería Cervantes (p. 99), lugar asiduo de maestros y maestras, pese a que “no estaba la cosa para tener ideas” y se habían muerto “los maestros delante del paredón llevándose con ellos los mejores textos, los mejores autores, los mejores poetas”.  La posición del autor queda clara tras la anécdota de un aristócrata reticente a los falangistas, que es escarmentado con el paso por la cárcel y que, a la vista de los muchos “catedráticos, maestros, artistas y periodistas” que estaban en la quinta galería, dice: “-Aquí está lo mejor de Asturias” (p.129).

El trance actual
“Todo nos estaba llegando demasiado tarde” –dice también Taibo en la p. 59-, “la vida se había enrollado en algún estante esperando otra ocasión que no llegaba”, lo que vale para varias generaciones que vinieron después. Pasaron 40 años de “interminable postguerra” –que dice Gregorio Morán, también asturiano-; pasó la Transición y pasaron otros 26 años, en que en comunidades como Madrid se probaron estilos vergonzantes para el trato de lo público y, en particular, de la escuela pública. José Luis Pazos,  que tuvo ocasión de verlo en primera fila desde su Federación de Madres y Padres (FAPA Giner de los Ríos) describió las estratégicas políticas de las Consejerías del PP para desarrollarlos. Es un guión perfecto para un documental plenamente actual, capaz de explicar –entre otras cosas- cómo haya sido posible que en tan pocos años se hayan duplicado los ingresos de la educación concertada y privada. La privatización de la Sanidad y la Educación fue, en esos años pasados, como la “malagueñización” de Picasso investigada y plasmada por Rogelio López.

Después de la última serie electoral, viene otro tramo de Historia actual. En unos días sabremos el alcance del supuesto “cambio” o continuidad que haya traído, una vez se definan más los pactos que se están conformando. Tanto para la investidura del presidente del Gobierno como para la de quienes vayan a presidir algunas alcaldías y comunidades autonómicas, la aritmética del voto es tozuda pero, dentro de unas formas políticas de apariencia más civilizada que antaño, puede desembocar en que todo siga manteniendo distancias de clase o, si se prefiere de “distinto nivel cultural”, eufemismo bajo el que, como suele decir Emilio Castillejo,  se suelen ocultar “modos de ser” cuasi biológicos –pura “biopolítica”-,  desiguales en el aprecio y la estima.

El terreno ya lo está preparando la AIREF. Su informe sobre la obligatoriedad de los servicios de Correos servirá para justificar la eficiencia o no de muchos otros, incluido el de la educación, y la consiguiente reducción o supresión de plazas y profesorado. Todo muy aséptico y muy independiente, mientras la España vacía es vaciada un poco más. Y. en paralelo, está  la decantación que han tomado los grupos políticos estos días. La traslucida en el debate de los presupuestos de Andalucía puede resultar paradigmática de lo que vaya a suceder en Murcia, Castilla y León y, asimismo, Madrid, aunque no solo. Los cambios de nombres y de recursos en algunos programas más simbólicos son indicativos de que “la libertad de elección de centro” y el crecimiento indiscriminado de las empresas educativas son el verdadero “cambio” a que está expuesto el sistema educativo ahora mismo. Lo oído a la candidata del PP, Isabel  Díaz Ayuso, cuando estaba en campaña, no deja demasiadas dudas de cómo continuará desarrollando –desde la emblemática Comunidad de Madrid-  las estrategias que alimentó su mentora, Esperanza Aguirre.

El pasado es terco y el tiempo largo existe. Ahí está el final del juicio del procés para recordar que no hay arrepentidos y que podemos tropezar todos en alguna piedra de lo que se avecina. Enzo Traverso propone “la melancolía” como forma de continuaren las peleas por lo justo y no cansarse tras tanta peripecia frustrante. Más  difícil, pero no imposible, es acompañarla del humor que Paco Taibo I desplegó para sobrellevar su peripecia vital y seguir avanzando. ¡Suerte!

Manuel Menor Currás
Madrid, 13.06.2019

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