Agustín nos envía su artículo publicado en cuartopoder.es
Madrid es una bella ciudad vista de cerca. Si nos alejamos un poco para coger perspectiva, la boina desmog es pavorosa durante muchos días del año. La Agencia Europea de Medio Ambiente, en su informe sobre la calidad del aire en Europa, estimaba que en España fallecen 38.600 personas cada año a causa de partículas, del dióxido de nitrógeno y del ozono. Según la Organización Mundial de la Salud, hay 8.900 muertes prematuras anuales en España que se deben específicamente al NO2, siendo Madrid una de las mayores concentraciones de este gas. Mariano Sánchez Bayle, presidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, cifra en más de 5.000 muertes anuales en Madrid.
Las emisiones de gases tóxicos para la salud y de gases de efecto invernadero y los requerimientos de las autoridades europeas hicieron que el gobierno municipal de Ahora Madrid y su alcaldesa Manuela Carmena pusieran en marcha una zona de tráfico restringido. Pongamos que hablo de Madrid Central, que era y es una medida de salud pública vistos los datos anteriores. Se acababa así con la práctica de otros gobiernos de esconder los medidores de polución en zonas menos afectadas y se abordaba con seriedad el grave problema reduciendo la circulación en el cogollo de la ciudad. La ciudadanía madrileña empezó a sentir que, aunque con alguna molestia, estaba más segura su salud con este ayuntamiento que con ningún otro.
En los primeros meses de funcionamiento se han dejado sentir sus efectos benéficos. Hasta el punto de que ha sido valorada muy positivamente y se considera a Madrid Central el área urbana con mayor éxito en Europa en el control de la contaminación. No hay otra ciudad que haya visto reducciones similares en la concentración de NO2 después de la introducción de una zona de aire limpio, según una investigación de la Agencia del Medio Ambiente de Francia.
Los datos no dejan lugar a dudas. Según Ecologistas en Acción, “en el mes de abril la única estación de medición de la contaminación ubicada en el interior de Madrid Central, Plaza del Carmen, registró el nivel mensual más bajo de su historia para el dióxido de nitrógeno. En mayo, la media de todas las estaciones de la ciudad fue también la más baja para este contaminante desde que existe la actual red de medición. Tampoco se ha producido el llamado efecto frontera. Al contrario: Madrid Central ha reducido la contaminación en un 48 % en la zona centro y un 16 % en los alrededores. Todo esto se traduce, además, en un menor ruido, en una circulación más fluida de los autobuses en superficie, lo que mejora los tiempos de desplazamiento de muchos miles de personas y, también, menos emisiones de CO2, y por tanto menos contribución al cambio climático”. En junio los datos han sido de nuevo espectacularmente buenos.
Sin embargo, en la última campaña electoral hemos podido escuchar disparates a algunos candidatos revindicando el placer de los atascos. El nuevo alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, ha anunciado que piensa suprimir el proyecto de Madrid Central. Y lo va a hacer de inmediato, por una vía torticera: eliminando las multas a partir del 1 de julio o lo que es lo mismo proclamando la barra libre a la circulación por el centro de la ciudad, a los atascos y a los humos. Es como si los dirigentes del Partido Popular pudieran exclamar irresponsablemente: ¡Ya estamos en el caos, ya somos felices!
Es probable que la derecha no consiga liquidar Madrid Central por varios motivos. Que la Unión Europea nos fría a multas ya que estamos bajo su lupa: gracias a Madrid Central evitamos una multa de 500 millones de euros. Que los tribunales resuelvan en su contra las impugnaciones que partidos políticos y grupos ecologistas van a interponer ante los tribunales españoles y europeos. O que algún día prospere la demanda de enfermos de EPOC o de cáncer de pulmón contra el alcalde y el equipo de gobierno del ayuntamiento por un delito contra la salud pública y por prevaricación. Pero estas vías no serían la mejor de las soluciones. Dicen que lo peor no es la maldad de los malos o de los incompetentes, sino el silencio o la pasividad de los buenos. Lo mismo podríamos decir ante las agresiones al bien común: lo peor no son los ataques de las élites y de los sectarios, sino la pasividad de la mayoría social. Lo mejor sería que el sentido común se impusiera con la movilización ciudadana.
Las primeras acciones en contra de la liquidación de Madrid Central las han protagonizado las niñas y los niños de los colegios públicos de Centro y Arganzuela, convocados por las Ampas el 19 de junio. Algo que tiene un fuerte carácter simbólico y que conecta con los Fridays For Future donde la juventud combate el cambio climático ante la pasividad de la clase política. La tarde de aquel mismo día, se reunieron decenas de organizaciones para constituir una Plataforma en Defensa de Madrid Central. A ella se han sumado ya un millar largo de organizaciones entre las que se encuentran grupos ecologistas, asociaciones de vecinos, AMPAS, plataformas en defensa de la Sanidad y de la Escuela Pública, sociedades de neumólogos, de ciclistas, etc. Y cuenta con el apoyo de sindicatos y partidos progresistas.
En el manifiesto fundacional, se insiste mucho en que es una cuestión de salud y no de ideología. Efectivamente, la exposición de la población a estos gases tóxicos aumenta las alergias, las enfermedades oclusivas crónicas, el asma y los problemas cardiovasculares. La primera acción que ha convocado es una manifestación para el 29 de Junio de Callao a Cibeles a las 19 horas. La reacción ha sido muy rápida y hay que congratularse de ello que algunos ya planteábamos desde el momento en que se conocieron los resultados electorales del 26 de mayo (“Tranquilizaría saber, por ejemplo, que se puede organizar desde una amplia plataforma vecinal una inmensa cadena humana que rodee Madrid Central y otras acciones para su defensa. Resistiremos solo si nos movilizamos”).
También porque indica capacidad de reacción de la ciudadanía, porque es un objetivo que se puede ganar y porque la movilización conjura los miedos y permite ejercer derechos constitucionales. Esta es la vía si queremos una ciudad más saludable, con menos contaminación, que combata el cambio climático y que la haga más habitable para su ciudadanía. También si queremos estar en onda con la tendencia en toda Europa donde dos centenares de ciudades tienen Zonas de Bajas Emisiones. Por eso no se debe cejar en una lucha donde tanto está en juego por la irresponsabilidad y el revanchismo de la derecha. Porque la salud de la población no es una cuestión de ideología, es una prioridad.
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