Se anuncian los primeros
pasos para desmontar la LOMCE
Retoman principalmente
aspectos de valor simbólico, relevante sin duda, pero afectan poco a lo que
demandan las instancias sociales implicadas.
Empiezan a clarificarse los objetivos principales que el equipo de
Celáa entiende poder lograr en el proceso de revertir la LOMCE y recuperar un
sistema escolar moderno y democrático. Si la política es el arte de lo posible,
lo anunciado estos días pasados por el Ministerio evidencia al mismo tiempo las
limitaciones que impone el ajustado número de votos parlamentarios, no solo
para ir más allá sino también para dar cumplimiento real a este proyecto
básico.
Del conjunto de medidas que se proponen es característica
principal su coste relativamente bajo; por algo hay problemas con los PGE de
2019. Su valor ha de juzgarse más por la significación de cambio de onda. En
este sentido, son de especial interés las decisiones respecto a una atención
más personalizada del alumnado, el corte a los conciertos con colegios que
segreguen por sexo, la reversión de los itinerarios tempranos en la ESO o
asuntos como la supresión definitiva de las reválidas que establecía la todavía
vigente Ley orgánica de Wert, cuestión, por otra parte, ya desactivada después
de las múltiples manifestaciones en contra, antes de este Gobierno surgido de
la moción de censura.
“Catolicismo biológico”
Tiene, en todo caso, especial interés la vuelta a reconsiderar el
papel de la Religión en el currículo; que no tenga alternativa sustitutoria
para quienes no la cursen y que su optatividad en Bachillerato no repercuta en
el cómputo evaluador de las materias que cuentan en selectividad. Volvemos,
pues, en buena medida al panorama anterior a 2013, cuando la LOE regía desde
2006 el panorama escolar. pero al mismo tiempo se mantiene un sistema de
presencia curricular de las confesiones religiosas en el tiempo escolar que no
es el vigente en Francia desde 1905. Algo hemos avanzado desde la Transición al
suprimirse la obligatoriedad para todos, pero queda un largo trecho sin
recorrer, en el que será crucial una revisión o denuncia de los Acuerdos con la
Santa Sede que, entre 1977 y 1979, tejieron
el oxímoron de una “aconfesionalidad” que se da de bruces con expresiones
confesionales públicas, revestidas de sinrazones de todo tipo.
Jiménez Lozano hablaba ya, a la altura de 1966, de un “catolicismo
biológico” que la Inquisición dejó marcado a sangre y fuego hasta la obsesión
por la pureza de sangre, y que sería la base de un casticismo fundante de la
identidad española, tan reivindicada por nuestros ortodoxos tradicionalistas.
Esa sería la base de las sospechas, la expulsión e incluso el exterminio de lo
otro y los otros. También, de cuanto desde la infancia y la escuela no esté
regido por la superioridad del confesionalismo en el sistema educativo de
todos. En esta contradicción andamos todavía y conste que el PSOE, en algunos
de sus penúltimos actos públicos de carácter programático, había anunciado su
intención de revisar este entramado jurídico que da sustento a la Religión –o a
las religiones- en la escuela en plan catequético, que no cultural. Porque en
Historia, en Arte, en Literatura, ningún profesor o maestro competente en la
materia osaría renunciar a las vertientes de las creencias para explicar,
contar y valorar las producciones artísticas entre las que discurren nuestras
actividades.
En este campo curricular de la Religión y en el de otra área que
de nuevo se anuncia, la de la Educación en los Valores Democráticos, seguirá
más o menos latente, aunque no con el mismo vigor de otrora, una pelea
simbólica que trasciende la importancia real de ambas áreas. La “Educación Cívica”
de la LOE –conocida en el proyecto de 1983 de la Reforma de las Enseñanzas
Medias como “Educación para la Convivencia”-
se retrotrae a los proyectos de la UCD, entre 1979 y 1981, cuando diversas
circulares y resoluciones trataron de
asentar el “desarrollo de las enseñanzas del Ordenamiento Constitucional”, una
responsabilidad que entonces se asignó directamente a los Seminarios de
Geografía e Historia de los institutos. Esa necesidad de conocimiento explícito
y tratamiento de valores democráticos compartidos solo puede ser combatida
desde un fundamentalismo para el que el único sustento de este tipo de asuntos
éticos sea el Catecismo del P. Astete. Hasta el tiempo franquista quiso tener
su modelo en aquella “Formación del Espíritu Nacional”.
Un largo camino
Como cuestiones para cambiar lo legislado en la LOMCE, no es mal
inicio. El problema es si nos metemos de nuevo en el bucle de las reformas y
contrarreformas, como parece deducirse de lo que replicó Sandra Moneo a la
ministra en su comparecencia última en el Congreso. Las de otros miembros del
PP –el grupo político que siempre ha estado en contra de cambios educativos que
no fueran los suyos, desde que eran AP- tampoco dan pie para lo que, con mucho
optimismo, han dado en llamar “pacto
educativo”. Una cantilena más, como la
de la “calidad” y la Libertad de elección”, de que tanto alardeaba Esperanza
Aguirre para inclinar decisivamente las políticas educativas hacia la
privatización, como un negocio más.
El otro inconveniente es la
inconcreción de aspectos que han sido muy demandados por muchos
colectivos en pro de una mayor exigencia democrática y de un deseable rigor en
cuanto afecta al funcionamiento interno del sistema y sus trabajadores. Además
de anuncios, habrá que poner en marcha mesas de negociación que den voz a los
grupos, plataformas y sindicatos que han estado sosteniendo las
reivindicaciones de lo importante frente a los recortes masivos que, desde 2008
ha sufrido el sistema, particularmente en su red estrictamente pública. Quedan
levitando igualmente en el aire cuestiones como las que enfrentan
competencias del Estado y de las Autonomías distorsionándolo tanto que más
parece que tenemos una pluralidad desorganizada que una estructura sólida,
igual para todos los ciudadanos.
Y queda, en fin, el ponerse a trabajar más allá de los puros
cambios de legislación. Esa fe, si no está contrastada con lo que sucede en
cada centro, no reforma nada y pretexta muy bien taimadas injusticias. Profundos
desequilibrios están ocultos, incluso en centros que tienen mucha legalidad y
carácter estrictamente público, cuando
todo se va en cumplir los formalismos: la pelea por la equidad va más allá de
la ley, aunque esta sea necesaria. Lograr una educación de todos para todos es
un proyecto de largo aliento, difícil de satisfacer con los leves retoques de
un anuncio de proyecto de reforma. Atentos.
Manuel Menor Currás
Madrid, 15.11.2018
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