El negacionismo
obstinado acrecienta los problemas
El abandono de los
ritmos de la naturaleza y la acumulación de dogmas y ceremonias de la confusión
hacen peligrar, incluso, el medio en que vivimos.
DANA
De primerísima intensidad es lo
ocurrido con una DANA –“gota fría” básicamente- ocurrida en Baleares. Episodio meteorológico cada vez más
frecuente, nos debería hacer menos reticentes a considerar qué uso estemos haciendo
del sistema Tierra, que reacciona tan
fieramente un día sí y otro también. La ONU acaba de recordarlo para antes de 2030, pero la respuesta volverá a ser
negacionista de parte de quienes siempre
tienen algo más importante entre manos, como ganancias fáciles, tecnologías
obsoletas o hábitos de mala educación que no estiman necesario cambiar. Las
decisiones de las Conferencias del Clima siguen brillando por las reticencias,
y muchos políticos por no no pensar más allá de su ombligo. Es la tormenta
perfecta para la catástrofe. Al ritmo que vamos, paisajes que hemos vivido
frondosos pronto serán irreconocibles desiertos. Con fenómenos en el interior peninsular similares al
de Baleares, inusuales gradaciones de temperatura y pluviosidad, erosión e
insolación crecientes, son cada día más detectables las consecuencias en la
flora y fauna, especialmente en las áreas climáticas de transición entre los
dominios atlántico y mediterráneo.
Vacíos
De similar profundidad es lo
que acontece en el plano demográfico. Una proyección del INE para 2033 dice que
dentro de 15 años habrá 49 millones de habitantes, pero la transición cualitativa de la
población es muy inquietante. Mas envejecida, uno de cada cuatro españoles
tendrá más de 65 años y un estilo de vida cada vez más aislado y dependiente. Para
colmo, su distribución está produciendo un interior peninsular vacío, menos
denso que Laponia, con cientos de aldeas en proceso de abandono, mientras algunos núcleos urbanos y, sobre
todo, la periferia marítima –un 30% de la superficie- está ocupado por el 90%. Juntos, estos dos parámetros -que
estos días han sido noticia- muestran unos problemas sociales bastante nuevos y
de difícil arreglo a corto plazo, además, porque exigen una mirada distinta del cortoplacismo y un reparto solidario de recursos, contrario al
dogmatismo de los mensajes ciegamente individualistas.
Frenos
En este contexto, puede ser
celebrable que, en medio del fraccionado panorama político que exhibe el
Congreso de Diputados, se haya abierto paso la oportunidad de un acuerdo básico para unos PGE que empiecen a corregir dejaciones
perentorias de casi diez años, que han agrandado otras que debieran haberse
corregido mucho antes. Pero, para que el optimismo sea corto y que todo camine lento, con el freno puesto,
renacen explícitas voces y estilo de entonces. La plaza de Toros de Vistalegre ha acogido un mitin sintomático, y noticias que llegan de Valencia van por la misma senda de proclamas y gestos imperativos. Quieren imponer su
propia visión de libertad a ultranza, un ultraliberalismo regresivo y agresivo a tono con el triunfo ultra en Brasil y las aproximaciones de Le Pen y Salvini. Y para que nada falte, las
denotaciones de un sector importante de la Iglesia dejan idénticos mensajes. Sin desautorizarlos, el Papa, a su vez, siguiendo una enfática
imagen de apología eclesiástica -de la Edad
de la penumbra, según C. Nixey-, culpabiliza al diablo de los escándalos últimos que su congregación no logra acallar en todo
el mundo. Y mientras, una universidad americana propaga que Trump y sus políticas son un regalo divino. Todo un
recuerdo de las cruzadas golpistas de los años 30 y del lema de los correajes
de los SS: “Dios con nosotros”.
Culpa y deudas
El artista alemán Dierk Schmidt acaba de inaugurar en el Palacio de Velázquez (en el Retiro
madrileño) Culpa y deudas, una
exposición que denuncia cómo se hizo, en 1884-85, el imperialista reparto de
África. Multitud de asuntos que han pasado al baúl de la desmemoria -masacres
colectivas, ventajismos economicistas o, más aparentemente inocuos,
enriquecimientos ilícitos de muchos museos europeos-, son puestos en evidencia
en esta muestra en que las creencias y motivaciones del colonialismo europeo
sirvieron de pretexto para el expolio y la rapiña. La pintura de Schmidt, complementada con documentación,
pone en entredicho el olvido, el silencio y, en particular, el pretencioso
eurocentrismo académico dominante en el discurso didáctico de currículos
escolares y proyectos museográficos.
El afán de titulitis existente –una manera tonta de coger el rábano por las hojas- no nos hará
más sabios: ni nos dispondrá para una mejor convivencia ni para pacificarnos
con la Tierra. Tampoco las pautas educativas que manipulen las perspectivas de
análisis crítico: por mucha innovación aparente de que se revistan solo activarán pautas inanes. Es urgente, por
ello, la otra libertad de enseñanza, en que los educandos alcancen autonomía y criterio colaborativo para afrontar los problemas reales, y en la que, para
generar tal dinámica de independencia, el profesorado esté formado para ello.
Es fácil comprobar qué lejos
está la aceptación de esta educación en libertad, que los fundadores de la ILE
ya proclamaban en 1876. Nos acaban de recordar que Saramago, pese a su Nobel,
fue acusado de “populismo extremista antirreligioso”. O cómo el
conocimiento histórico puede ser anulado a conveniencia de quienes se sienten incómodos con él. Y, entre otros muchos
ítems de similar adoctrinamiento, puede inscribirse que vaya a ser el Vaticano quien tenga la última palabra respecto a la nueva tumba de
Franco en la Almudena: ni los responsables de la cripta han sido sensibles a
sus víctimas, ni el Gobierno considera
que sea asunto de su jurisdicción. Eppur si muove…: probablemente no lo dijo Galileo en 1633 ante su inquisidor,
cuando la represión del conocimiento no era sutil. Al suave autoritarismo que
hoy emiten difusas emboscadas informativas y educadoras, le sienta bien la
lentitud de la ignorancia, indiferente a la mala baba y los abusos. Los de pederastia y bebés robados, o los motivados por desprotección
infantil, nos sobrecogen sin remedio. Los de índole ecológica o desastrosa
gestión antrópica del territorio ya nos están matando. Todo muy denso e
intenso.
Manuel Menor Currás
Madrid, 12.10.2018
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