Nos
acunan con palabras. Pero ya somos “más pagadores que ciudadanos”: la única
libertad, “por imperativo legal”, está siendo “la de las mercancías”.
“La verdad se escondía/ diariamente
entre las líneas del periódico/ y la esperanza hurgaba/ inútilmente por los
vertederos/. Todo era gris, de un gris tirando a negro...” (Jesús Munárriz: Cuarentena, 1977). Esta síntesis de lo
que fue el franquismo ultimátum vuelve a resonar en las palabras que,
gratuitamente se han lanzado después de la celebración del 1-0. Cuando ya van
seis años de procés, ahora resulta
que lo que trae y lleva el viento -con sonido estereofónico, estridente para un
mínimo diálogo- es un ultimátum rupturista. Se le complica un poco más a este
Gobierno de los 84 la posibilidad de ampliar su paso por la Moncloa sin pasar
por unas elecciones: al mal perder del PP/Cs parece querer unirse ahora el derechoso
independentismo de Torra/Puigdemont. Y en este proceloso mar de fondo, desde Italia suenan también vientos de fronda que pueden complicar
todavía más los problemas que atañen a la Unión Europea.
Increíbles
Palabras increíbles para tapar agujeros
y gris oscuro es lo que nos siguen transmitiendo intensamente los periódicos.
Las de Isabel Celáa en un reciente
congreso en Madrid de Interculturas, la ONG de los jesuitas, donde recordó lo
mucho que faltaba por hacer en España en cuestiones educativas cuando un 18,3%
del alumnado abandonaba los estudios tempranamente. Venía a indicar el deseo de
que los objetivos que Europa había fijado en Lisboa para 2020 a ver si lograban
cumplirse en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de la Agenda 2030 de
la ONU. Somos el segundo país en Europa en cuanto a este problema que, sin
contar el relacionado con el “fracaso escolar”, ha crecido estos años. El de la igualdad es un reto, para el sistema educativo
español, si de emancipar a los ciudadanos de la pobreza se trata, pero a la
voluntad del Gobierno –que ha creado un Alto Comisionado para el cumplimiento de estos objetivos globales- le falta credibilidad por parte de sus
destinatarios. A las manifestaciones que entre los días 24 y 27 de este mes tendrán lugar, convocadas por una pluralidad
de organizaciones, se añade ahora la huelga convocada por el Sindicato de Estudiantes para el 14 de noviembre. Con el pretexto del machismo expresan
el malestar de que el Gobierno de Sánchez “mire para otro lado”: no se trataría
de una “huelga contra el Gobierno, sino una huelga para que el Gobierno haga cosas, que deje dehablar
y pase de las palabras a los hechos”.
Isabel Celáa, exalumna de la Universidad
de Deusto, aprovechó la inauguración de ese congreso para mostrar su admiración
por la labor de las escuelas católicas. En general, sin precisar cuáles. En el
cierre de este congreso estuvo también Carlos Osoro, actual arzobispo de Madrid
después de un cuidadoso cultivo de imagen a su paso por Ourense, Oviedo y
Valencia. Preocupado por “el lenguaje de nuestro tiempo”, trató de relacionar cinco términos que
empiezan por “D”: desarrollo, derechos humanos, democracia, desarme y Dios para insistir en la perspectiva
trascendente del ser humano. Sobre esa base planteó eliminar “la anestesia de
la indiferencia” ante las realidades injustas, pero su elaborado mensaje quedó
tapado por lo que dijo respecto a la nueva tumba de Franco en la cripta de la
Almudena: “La Iglesia acoge a todos”. Luego vendría su petición de “que no se implique a la Iglesia en disputas políticas”. El voluble tiempo dirá, pero sobre la esmerado rostro de
este arzobispo sobrevuela el pasado de su institución, complice con un régimen
ominoso. Sus palabras, ligeras, no borran las autoritarias que en nombre de
Dios impusieron quienes le antecedieron en la diócesis madrileña –Eijo y Garay,
uno de los redactores de la Carta colectiva de los obispos españoles en 1937
y que ofrendó a Dios la victoria de Franco al mes de entrar este en Madrid, Morcillo,
Guerra Campos o el propio Rouco Varela-. Sin otro respaldo, le serán tomadas
como palabras baratas y gratuitas, carentes de valor por ahistóricas.
Imperativo
legal
El viento también ha traído estos días
las palabras del Supremo, que ha vuelto a funcionar como tercera o cuarta
cámara (legislativa), al rechazar investigar el máster de Casado.
Al refrendar por mayoría el sobreseimiento, han quedado en el limbo los
indicios de culpa que, a ojos de la jueza instructora y de lo que alegaba
indirectamente el propio fiscal en el escrito exculpatorio, podría haberse
producido en los tratos del actual secretario general del PP y el director del
Instituto de Derecho Público de la URJC, Álvarez Conde, el cual sigue
encausado, junto con Cifuentes en este turbio asunto de privilegios. El PP
celebra la decisión, pero las contradicciones se acumulan. Qué pase con las otras
tres alumnas, por no estar aforadas, no parece ser de la competencia del alto
tribunal, como tampoco el descrédito que sufra esta Universidad –y la Pública
en general- al quedar exentos asuntos que, de similar cariz, hayan proliferado.
No habrá autoridad para investigar y limpiar todo ese barro después de esta
decisión de no investigar a uno de sus beneficiados.
Quien quiera consolarse con las
supuestas ventajas propaladas por el neoliberalismo frente a lo público, ahí
tiene el desasosegante ejemplo de las excusas de POVISA: en Vigo, hay 139.000 cartillas
sanitarias por las que el Sergas (de la
Xunta de Galicia) le paga unos 542 € al año por cada una. Los cautivos de su
ineficiencia irán también a ese limbo que, según se aventura, aumentará si se
cumple la quiebra de esta concesionaria privada.
Antonino Nieto, poeta eminente nacido en Verín -de quien son los
entrecomillados que subtitulan este comentario- avisa: “Antes era Dios, o la
patria o la sangre…/Ahora, los números/la misma muerte en vida/el mismo asco
enriqueciendo el salón de la alegría/ ¿O es el mercado?”
TEMAS: Tribunal Supremo. Iglesia católica.
Universidad pública. Huelga estudiantil.
Privilegios. Neoliberalismo. Proceso
catalán.
Manuel
Menor Currás
Madrid,
03.10.2018
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