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domingo, 14 de octubre de 2018

Densidad intensa (Manuel Menor)


El negacionismo obstinado acrecienta los problemas

El abandono de los ritmos de la naturaleza y la acumulación de dogmas y ceremonias de la confusión hacen peligrar, incluso, el medio en que vivimos.


DANA
De primerísima intensidad es lo ocurrido con una DANA –“gota fría” básicamente- ocurrida en  Baleares.  Episodio meteorológico cada vez más frecuente, nos debería hacer menos reticentes a considerar qué uso estemos haciendo del sistema  Tierra, que reacciona tan fieramente un día sí y otro también. La ONU acaba de recordarlo para antes de 2030, pero la respuesta volverá a ser negacionista  de parte de quienes siempre tienen algo más importante entre manos, como ganancias fáciles, tecnologías obsoletas o hábitos de mala educación que no estiman necesario cambiar. Las decisiones de las Conferencias del Clima siguen brillando por las reticencias, y muchos políticos por no no pensar más allá de su ombligo. Es la tormenta perfecta para la catástrofe. Al ritmo que vamos, paisajes que hemos vivido frondosos pronto serán irreconocibles desiertos. Con fenómenos en el interior peninsular similares al de Baleares, inusuales gradaciones de temperatura y pluviosidad, erosión e insolación crecientes, son cada día más detectables las consecuencias en la flora y fauna, especialmente en las áreas climáticas de transición entre los dominios atlántico y mediterráneo.

Vacíos
De similar profundidad es lo que acontece en el plano demográfico. Una proyección del INE para 2033 dice que dentro de 15 años habrá 49 millones de habitantes, pero la transición cualitativa de la población es muy inquietante. Mas envejecida, uno de cada cuatro españoles tendrá más de 65 años y un estilo de vida cada vez más aislado y dependiente. Para colmo, su distribución está produciendo un interior peninsular vacío, menos denso que Laponia, con cientos de aldeas en proceso de abandono,  mientras algunos núcleos urbanos y, sobre todo, la periferia marítima –un 30% de la superficie- está ocupado por el 90%. Juntos, estos dos parámetros -que estos días han sido noticia- muestran unos problemas sociales bastante nuevos y de difícil arreglo a corto plazo, además, porque exigen una mirada distinta del cortoplacismo y un reparto solidario de recursos, contrario al dogmatismo de los mensajes ciegamente  individualistas.

Frenos
En este contexto, puede ser celebrable que, en medio del fraccionado panorama político que exhibe el Congreso de Diputados, se haya abierto paso la oportunidad de un acuerdo básico para unos PGE que empiecen a corregir dejaciones perentorias de casi diez años, que han agrandado otras que debieran haberse corregido mucho antes. Pero, para que el optimismo sea corto  y que todo camine lento, con el freno puesto, renacen explícitas voces y estilo de entonces. La plaza de Toros de Vistalegre ha acogido un mitin sintomático, y noticias que llegan de Valencia van por la misma senda de proclamas y gestos imperativos. Quieren imponer su propia visión de libertad a ultranza, un ultraliberalismo  regresivo y agresivo a tono con el triunfo ultra en Brasil y las aproximaciones de Le Pen y Salvini. Y para que nada falte, las denotaciones de un sector importante de la Iglesia dejan idénticos mensajes. Sin desautorizarlos, el Papa, a su vez, siguiendo una enfática imagen de apología eclesiástica -de la Edad de la penumbra, según C. Nixey-, culpabiliza al diablo de los escándalos últimos que su congregación no logra acallar en todo el mundo. Y mientras, una universidad americana propaga que Trump y sus políticas son un  regalo divino. Todo un recuerdo de las cruzadas golpistas de los años 30 y del lema de los correajes de los SS: “Dios con nosotros”.

Culpa y deudas
El artista alemán Dierk Schmidt acaba de inaugurar en el Palacio de Velázquez (en el Retiro madrileño) Culpa y deudas, una exposición que denuncia cómo se hizo, en 1884-85, el imperialista reparto de África. Multitud de asuntos que han pasado al baúl de la desmemoria -masacres colectivas, ventajismos economicistas o, más aparentemente inocuos, enriquecimientos ilícitos de muchos museos europeos-, son puestos en evidencia en esta muestra en que las creencias y motivaciones del colonialismo europeo sirvieron de pretexto para el expolio y la rapiña. La pintura  de Schmidt, complementada con documentación, pone en entredicho el olvido, el silencio y, en particular, el pretencioso eurocentrismo académico dominante en el discurso didáctico de currículos escolares y proyectos museográficos.

El afán de titulitis existente –una manera tonta de coger el rábano por las hojas- no nos hará más sabios: ni nos dispondrá para una mejor convivencia ni para pacificarnos con la Tierra. Tampoco las pautas educativas que manipulen las perspectivas de análisis crítico: por mucha innovación aparente de que se revistan solo activarán pautas inanes. Es urgente, por ello, la otra libertad de enseñanza, en que los educandos alcancen autonomía y criterio colaborativo para afrontar los problemas reales, y en la que, para generar tal dinámica de independencia, el profesorado esté formado para ello.  

Es fácil comprobar qué lejos está la aceptación de esta educación en libertad, que los fundadores de la ILE ya proclamaban en 1876. Nos acaban de recordar que Saramago, pese a su Nobel, fue acusado de “populismo extremista antirreligioso”. O  cómo el conocimiento histórico puede ser anulado a conveniencia de quienes se sienten incómodos con él. Y, entre otros muchos ítems de similar adoctrinamiento, puede inscribirse que vaya a ser el Vaticano quien tenga la última palabra respecto a la nueva tumba de Franco en la Almudena: ni los responsables de la cripta han sido sensibles a sus víctimas, ni el Gobierno  considera que sea asunto de su jurisdicción. Eppur si muove…: probablemente no lo dijo Galileo en 1633 ante su inquisidor, cuando la represión del conocimiento no era sutil. Al suave autoritarismo que hoy emiten difusas emboscadas informativas y educadoras, le sienta bien la lentitud de la ignorancia, indiferente a la mala baba y los abusos. Los de pederastia y bebés robados, o los motivados por desprotección infantil, nos sobrecogen sin remedio. Los de índole ecológica o desastrosa gestión antrópica del territorio ya nos están matando. Todo muy denso e intenso.


Manuel Menor Currás
Madrid, 12.10.2018

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