La realidad –política- no
tiene obligación de ser interesante y menos en verano.
Las arduas repeticiones
de lo que sucede sólo son molestas para nuestra conversación veraniega y para
el trabajo de los opinadores, que aparece monótono y repetitivo. Pura ficción,
sin embargo.
Preguntar de nuevo a la realidad es voluntarioso afán de no
rendirse y seguir recomenzando como si nada estuviera pasando. Pero es inefable
lo que nos está ocurriendo. Todo es relativo, claro, y más si de asuntos de
convivencia hablamos, en los que la educación recibida y propugnada para otros
está en juego.
El Bulldozer negro
A nadie parece importarle, por ejemplo, que en más del 78% de los
casos la enseñanza de la llamada “Historia actual” que reciben nuestros
estudiantes -lo sucedido en las últimas tres generaciones de españoles- esté
teniendo graves deficiencias en cuanto a conceptos expresados, periodizaciones
de los tiempos y metodologías empleadas. Lo cuenta muy bien Fernando Hernández
en El Bulldozer negro del General Franco (Barcelona, Pasado$Presente, 2016). Las
repercusiones en cuanto a saber relacionar cualquier noticia de prensa,
explicarla coherentemente con sus antecedentes del pasado y saber decidir en
asuntos cívicos que nos atañen a todos -como puede ser el caso de unas
elecciones democráticas-, pueden ser más graves todavía, por las repercusiones
que tiene en cuanto a conciencia, responsabilidad y afecto por las
instituciones democráticas.
Depurando, que es
gerundio
Ya nos empiezan a decir que puede haber terceras elecciones. Los
sondeos han empezado su lento goteo de paciente
labor preparatoria de lectores y oyentes de los medios. Y, entretanto, no
salimos del asombro de ver que en el primer tercio del siglo XXI se invoque
repetidamente –en distinguidos lugares de Europa- la
yihad o lo que bajo tal supuesto se quiera incluir, como si once siglos
atrás nos encontráramos y no hubiera sucedido nada desde entonces. Y más nos
desconcierta todavía, si cabe, que en los alrededores de la UE estemos
asistiendo a intentos de golpe y concienzudo contragolpe. Lo acontecido estos
días en Turquía viene acompañado de amplias
represalias, depuraciones y demás festivales de la unicidad de criterio obediente
al poder instituido. A ello están siendo sometidos todos los cuerpos
administrativos y, en particular, los de la educación. Una actitud que recuerda
ampliamente lo sucedido en España con motivo de la guerra y postguerra, cuando
la depuración
dictatorial de maestros, profesores y personal de los incipientes
institutos científicos trajo un reguero de muertes, abusos y exilio, que
dejaron un país más poblado de ignorancia y atraso, e impuso un sistema
educativo plagado de fundamentalismos estériles.
El atascamiento
Aquí y ahora, perdura el atascamiento subsiguiente a los abusos
mayoritarios que nadie parece querer asumir. Por eso unos sueñan con la aclamación.
Otros con la posición relativa: si marginal, de referencia o compañía, y sus
ventajas. Todos, aprendiendo todavía a
sumar, tratan de tensar la situación sin mancharse demasiado de realidad, que
sigue a su aire, necesitada de que alguien la contemple con ganas de modificar
su rumbo trastabilleante.
No se adivina todavía cómo
será la siguiente Legislatura y ya estamos viendo que, muchos de los que están
en funciones, siguen actuando con premeditación y descaro, sin dar la cara en
el Parlamento. Confían claramente en que todo seguirá como está, con plenos
poderes para seguir machacando cuanto suene a interés por el bien común
compartido en igualdad. Las decisiones de la Consejería de Educación de la
Comunidad de Madrid, emblema de las “mejoras” de la LOMCE, en lo referente a
nombramientos de directores a dedo –con todas sus consecuencias en la
gestión burocrática y tan poco educativa de los centros- es bastante más que un
síntoma. Lo
de Bustarviejo y su CEIP Montelindo, por ejemplo –un caso entre muchos
otros como el “IES Miguel Hernández” o el “Xatafi” o el “CEIP Quevedo”, en Getafe -, no es
casual, desde luego. Cuando parece que se les han acabado los candidatos
dispuestos a ser capataces que, bajo supuestos proyectos innovadores, impongan el
ideario neoliberal, echan mano –a finales de julio- de voluntarios ambiciosos,
dispuestos a sacrificarse descabezando cualquier planteamiento que priorice los
intereses democráticos de las comunidades educativas y hundir cuanto antes a la
enseñanza pública.
Naomí Klein podría hacer un magnífico apéndice a su The Shock
Doctrine (2007) con lo que estos aprovechados imitadores tardíos de los
aires de Milton Friedman y la Escuela de Chicago están llevando a cabo para
aumentar “el capitalismo del desastre”. Ni en verano descansan. Por eso Agustín
Moreno plantea medidas urgentes para evitar
los destrozos de la LOMCE. Y por eso también, muchas familias ilusionadas
con que a sus hijos se les trate de otro modo en el sistema educativo, están
reaccionando –aunque sea un verano muy caluroso- a lo que entienden una clara
conculcación de sus derechos cívicos: ¿No habíamos pasado la Transición?
¿Hacia nuevas
feudalizaciones?
Entretanto, la supuesta izquierda parlamentaria –la izquierda
contra la izquierda, que dice El Roto- todo parece estar volviendo a donde
estaba mucho antes del 20-D . La inoperancia de los nuevos efebos
de la política no es muy distinta de la que había con los séniors. Ya no se
sabe demasiado de qué va cada cual: eso de la ideología no pasa de eslogan
cambiante, el barullo es inmenso y, a este ritmo de parloteos indiferentes a lo
que sucede en la calle, acabaremos recalando confortablemente en torno a la
consabida pasión por los asientos de primera fila. Quienes no saben bien si
pertenecen a las clases trabajadoras o a las clases medias –por más que las
reformas laborales traten de recordárselo- parece que vayan a tener difícil
saber quiénes les podrían representar al fin si esto vuelve a desembocar en una
tercera convocatoria electoral. Entre abstenciones y cambios de voto, la
expectativa ya considera que la historia española puede regresar hacia los
tiempos medievales: las nuevas feudalizaciones que están en marcha podrían ser
un gran avance. Menos traumático parecería todo si antes de una nueva convocatoria
se llegara a consensos que poco tuvieran que ver con lo que sufre la gente,
pero no sería muy distinto. Cuando despertemos del verano seguramente
seguiremos hablando de la sordera e inmovilidad de un mundo equívoco y lánguido
en que el bien y la felicidad son ajenos a la especie humana. Ambas –como el dinosaurio
de Monterroso- seguirán ahí, nada ajenas a lo que nos esté pasando. Al tiempo.
TEMAS: Situación postelectoral. Terceras elecciones. Sondeos
electorales. Izquierda. Feudalizaciones. LOMCE. Dirección de centros. Proyectos
educativos. Depuraciones educativas. Historia actual de España.
Manuel Menor Currás
Madrid, 27/07/2016.
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