Se
adelantan reacciones que hostigarán a la posible Coalición de Gobierno que
pueda salir el día siete de enero, una manera de frenar sus iniciativas.
La cabalgata de los Reyes Magos en Madrid, según nos previno el
alcalde Almeida, ha evitado este año las “estridencias”, que, a su parecer,
había tenido en la etapa de su predecesora. Ha dado por supuesto que, como
otras tradiciones esta era inamovible de cómo hubiera sido en su infancia, y
que nunca debiera haber tenido otra versión imaginativa.
Invención de la
tradición
En su afán de marcar su propio estilo municipal, ha obviado que
muchas tradiciones son inventadas, como dijo Eric Hobsbawn en 1983. Esta de los
Reyes Magos es variable, no solo según tiempo y países, sino incluso en cuanto
al número, oficio y posturas que los personajes adoptan en los distintos relatos,
incluidos los de los Evangelios apócrifos o, en España, el Auto toledano, probablemente del siglo XII. Parecería más propio de
los fieles católicos de Colonia esta firmeza del munícipe madrileño. Dicen
tener sus reliquias auténticas, aunque, para cuando en ese siglo llegan a esta
ciudad, el cristianismo, las cruzadas y las peregrinaciones ya tenían una
historia nada fácil de contar con transparencia. Ciertamente, el relicario que
se les dedicó en la catedral colonesa es uno de los más bellos de Europa,
labrado por Nicolás de Verdún en 1180. Pero
por las mismas fechas, también en Santiago de Compostela se empezaron a
reivindicar algunos restos del apóstol homónimo.
No obstante, los pasados días cuatro y cinco no hubo reparo alguno
en que las estridencias alcanzaran a toda España. Y no se traba de una tradición
cultural más o menos firme a cuenta de consumismos culturales colonizadores. Se
trataba de algo de mayor importancia, digno de suma atención por su
trascendencia. Una investidura de Gobierno no sucede, afortunadamente, con la
periodicidad anual del paso del Zodíaco. Los cuatro años que en teoría legal
puede durar tienen relevancia en la vida de los ciudadanos. La novedad, en todo
caso, era que el Gobierno podría pasar de manera más consistente que la provisional
y de trámite, a manos que pudieran ejercerlo en toda la dimensión que le
atribuye la CE78, con un carácter distinto del que había tenido hasta que Rajoy
hubo de dejarlo en una moción de censura el 01.06.2018.
Argumentos ad hominem
Esta novedad la explicaron o rebatieron los múltiples grupos con capacidad
para decir -o decir de manera provocadora y hasta alarmista- sus maneras de
entender o desentender cómo deba ser España y la hipotética convivencia de los
españoles. En sus intervenciones -y expresiones de lenguaje corporal-, muchos
aprovecharon la libertad parlamentaria para soltar sus soflamas mitineras y
provocaciones y que sus partidarios se sientieran felizmente reconocidos. No
repararon en si era lo más conveniente y oportuno para los intereses de todos
los demás españoles. Buscaron las palmas de quienes les habían votado, garantes
exclusivos de sus programas. De ahí a entrar
directamente en el terreno de la pura Herística o arte de tener siempre razón
–que diría Schpenhauer- no hubo más que la determinación de estar ahí cayera
quien cayera y pasara lo que pasara. La primera gran estridencia del Congreso
esos días fue la de una mala pedagogía para los ciudadanos, a muchos de los
cuales el barullo producido en algunos momentos habrán pensado que estábamos en
vísperas de algo muy distinto de una democracia. La segunda estridencia del
propio Congreso fue que algunos de los participantes se creyeron con derecho de
excluir a los demás porque ellos y solo ellos tenían la exclusiva de la verdad
democrática y, sobre todo, de la “unidad de España”. Esta especie de sortilegio,
que con el de “constitucionalista” y “no constitucionalista” sirve para dividir
al menos en dos Españas, como dijera Antonio Machado a propósito del
guerracivilismo. Parejo a esta antiunidad, sin embargo, fue, una vez más, que
la esencia de España apareciera como algo, intangible y esgrimible a voluntad
de una determinada bancada, a la que, entre tanta grandilocuencia retórica, la
vida de los españoles debe importarles poco. Cuando de problemas concretos se
trata, habitualmente no quieren saber nada o, como mucho, afrontándolos desde
alguna ingeniosa especie colateral destinada a dejar fuera de juego a quien lo
proponga, con el más rancio estilo sofista de llevar la conversación o el
debate.
Los argumentos ad hominem
sobraron todos. Pero la falsa argumentación se mostró sistémica –y agravó la
estridencia- cuando se orquestó con manifestaciones callejeras a destiempo. Ya
hay una convocada para el 12 de enero. Y ya hubo un anticipo el propio día
cinco -“por la unidad de España”- ante
el propio Congreso, mientras tenía lugar el debate de investidura. Se puede
intuir con facilidad que la estrategia seguirá por ese camino de aumentar el
ruido y, a ser posible, crear intranquilidad creciente en el resto de los
ciudadanos. Es un viejo truco, bien conocido de los años treinta, capaz de
hacer creer que el ruido y la incertidumbre le dan a uno la razón para sostener
ideas y maneras públicas exclusivas de algunas minorías que le sacarán
rentabilidades de todo tipo.
Milagrería política
Lo curioso del vocerío es que, al ritmo que va tamaña estridencia,
ya no se sabe bien hasta dónde llegan los cooperantes de las voces más ruidosas.
La supuesta derecha, a lo que se ve, no está dispuesta a frenar a los más
audaces de su derecha; con tal de que el Gobierno que se forme sea débil, cree
que le irá bien. Al que hablaba de las estridencias de la cabalgata municipal de
Carmena, no se le ha oído ninguna réplica; tampoco a sus otros socios
municipales, ni a su propio jefe de filas en el Congreso o a la sustituta de
anterior líder de no se sabe qué centro, una joven que intenta una voz
desgarrada y hace signos de colegiala. Para remate, ya tenemos obispos que
rezan para que sea verdad lo que esta misma señora insinuó a los diputados del
PSOE: facilitar un “tamayazo” como el acaecido en 2003 en la Comunidad de
Madrid. En las Redes, además, ha cundido su mensaje y han retwiteado asimismo
milagreras incitaciones a rezar, por ver si la Virgen o el Espíritu Santo
libraban a España -“la tierra de María”- de que la Coalición progresista forme
Gobierno. Especificando más, alguno de estos twits decía: “Te invito a que
reces conmigo, por el bien de España, un Ave María a nuestra Madre del Cielo.
Ella conseguirá del espíritu Santo, el milagro de cambio de voto en dos o más
congresistas españoles de aquí al día siete de enero…”. A Valle-Inclán le
hubiera encantado para alguna de sus novelas de la “serie carlista” o de las
del “Ruedo ibérico”.
Dicho de otro modo, que con tanta estridencia denotativa, se está
queriendo hacer ver que, después de Reyes, podría ser el fin del mundo. Pero quienes
con ello desafinan de lo que es la democracia y sus reglas, no están dispuestos
a parar sus ansiosas proclamas de “traidores” sobre quienes discrepen de “su”
España o “su” bandera. Seguirán gritando que “España no se rompe” y eslóganes
similares si esta Coalición de Gobierno sale adelante. Y evidente es que, por
mucho tino que pudiera tener en no provocar con decisiones de cariz
simbólicamente más radical, la situación de acoso continuado hará que, aparte
de las grandes dificultades que el probable Gobierno va a tener para salir
adelante en el día a día, algunas soluciones que debería adoptar apara atender
problemas urgentes, habrán de demorarse una vez más. Este es el juego. ¡Atentos!
Madrid, 06.01.2019
Manuel Menor Currás
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