En Alemania es un debate
en toda regla. En España, debiera hacerse pronto, si no se quiere que raíces
que vienen de muy atrás prosigan su avance.
Dresde es famosa, entre otras razones, porque la bella panorámica
que pintó Canaletto el joven en 1747, desde la margen derecha del río Elba,
haya servido para reconstruirla después del bombardeo a que la sometieron los
aliados de la IIGM el 13 y 14 de febrero de 1945.
Noticias de Dresde
Quien pueda pasear por ese
área y compararla con el cuadro del sobrino del famoso pintor veneciano, Vista
de Dresde desde el banco derecho debajo del puente Augusto, observará que
no solo el puente sino la skyline urbana actual de la ciudad no difieren. Qué
sea lo nuevo y qué lo anterior al nefasto suceso del que muy pronto se
cumplirán 75 años, no es fácil de advertir en la vista. Uno de los más
emblemáticos, la Frauenkirche, cuya
cúpula se yergue de nuevo hasta los 91,24 m. de altura, se reinauguró el 30.10.2005; la “iglesia de
las mujeres”, reconstruida con donativos de todo el mundo, volvió a ser
admirada como uno de los edificios más bellos del barroco tardío. En aquel acto
se dijeron palabras de reconciliación y de paz. Según el alcalde de aquel momento, “el
sentimiento artístico y el orgullo ciudadano han vencido de nuevo sobre la
barbarie y la locura belicista”.
Desde el verano pasado, Dresde ha vuelto a los noticiarios.
Primero, al ser desvalijada la Bóveda Verde, una cámara del Palacio Real que
albergaba una gran colección de joyas y vasos preciosos. Y en segundo lugar,
por el protagonismo de su otro gran museo, el Albertinum, en un conflicto con
grupos de ultraderecha envalentonados. Con un 27% de los votos, AfD (Alternativa para Alemania) y el PEGIDA (Patriotas Europeos contra la islamización de
Occidente) se convirtieron en Sajonia en
primera fuerza política por delante de los conservadores de Angela Merkel. Con
la teoría de que los extranjeros ocupaban los puestos de trabajo, en las elecciones
de 2017 lograron un 12,6 de los votos en el conjunto de Alemania, sobre todo
porque en la antigua Alemania del Este
alcanzaron un 22% .
La cuestión provocadora fue la multiculturalidad que, a comienzos
de enero de 2020, propuso el museo con obra de un escultor alemán de origen sirio. Detrás estaba la cuestión latente de la
apertura y difusión del conocimiento y la cultura: si ha de ser libremente
universal o se ha de restringir a lo conocido y más propio. Con las protestas antiislámicas, el AFD parece
haber tomado un carácter etnoreligioso profundo. En lo relativo al arte,
defienden conservar y proteger lo alemán oponiéndose a exposiciones que
entienden dirigidas a culturas marginales. Algunas de las demandas contra las
actividades del museo solapaban, como en todo populismo, otra realidad
paralela, consistente en este caso en que, desde la unificación, buena parte de
los puestos de trabajo relevantes han ido a parar a alemanes occidentales.
En un gesto valiente, la directora del Albertinum, según relataba hace poco Eliza Apperly, apostó por desactivar a la extrema derecha local.
Abrió las puertas de su institución y
convocó a todos a un diálogo abierto acerca del interés de las programaciones
multiculturales como la que había provocado protestas. Lo que de fondo se
planteaba tiene muchísimo que ver con la educación y la formación cultural debida.
Como en los formatos autoritarios, los ultras trataban de imponer una visión cerrada
del saber –ocultando los trasvases de
conocimientos entre unos y otros grupos humanos- y la soberbia de proclamarse
superiores. No debió ser fácil posicionarse para frenar a quienes gritaban su
rechazo a los inmigrantes como parásitos e inferiores, mientras llamaban
traidores a quienes proponían abrirse a la pluralidad de la humanidad. Por ello
es mencionable la reacción de la directora del Albertinum. Complicada y
arriesgada, parece haber producido, entre otros resultados, que algunos pidieran
disculpas y que se calmara bastante la situación. Mostró, además, un camino para
la función social del arte en una ciudad que, tras su aplastante final en la II
G.M y la fuerte pérdida de empleo con la crisis última, necesita caminos de
entendimiento y creatividad, tan potentes como los que desarrolló para
reconstruir su ser físico.
Noticias de España
En España asoman problemas similares, sobre todo desde que, en
diciembre de 2018, VOX alcanzó 12 escaños en las elecciones andaluzas. En abril
de 2019, logró el 10,26% en las elecciones generales, y 3.640.063 españoles -el
15,09%- lo votaron en noviembre
proporcionándole 52 escaños en el
Congreso. Su presencia política, relevante también en algunos ayuntamientos y
en varias comunidades, hace que los medios confieran gran visibilidad a sus protestas
y proclamas. Esto hace que el gesto de la directora del Albertinum sea de
interés en España como incentivo para reaccionar ante esta presencia creciente.
Más pronto o más tarde, de poco servirá callar y será preciso estar entrenados para los
asuntos que a diario sacarán a relucir. Habrá que argumentar mejor, estar bien informados y
saber dónde hay trampa, falsedad o tergiversación. No valdrá cualquier tópico
para desinflar infundios y prejuicios, ni para superar la disputa frentista de
unos contra otros sin avanzar.
Ante cuantos se crean las consignas del victimismo, habrá que
saber más Historia y más de todo, saber hablar y no simplemente vocear. Tenemos
un conflicto en toda regla ante el que el silencio no vale, pero en que la conversación
ha de iniciarse conscientes de que hay “carcas” –apelativo viejo-, ultras y
nostálgicos cómplices de que ese terreno resbaladizo se siga agrandando. Como
antídoto, el andar y ver, junto al leer, suelen ser fuente de recursos
preventivos. Pero iniciativas como las de Educación
para la Convivencia (1983-87), Educadores
para la Paz (1986) o Educación para
la Ciudadanía (2004) –tan denostadas por los reaccionarios- son vitales
para la salud democrática en sociedades plurales. Las competencias no
estrictamente útiles y los saberes no competitivos que potencien la empatía y
el aprecio por la variedad de la vida, no se improvisan. No es sencillo aceptar
lo que proclamaba la fundadora de Save the Children, Englantyne Jebb: ”un niño es un niño, sea rojo, blanco o negro”, o dar
sentido práctico al sentimiento de que “cada generación de niños ofrece a la humanidad
la posibilidad de reconstruir al mundo
de su ruina”. Esta actitud nace del trabajo de educadores que alertan de las simplistas certezas cerradas,
y que transmiten curiosidad por saber. Las personas tolerantes no existen sin la
paciente y creativa actividad educadora de un sistema educativo bien cuidado.
En la Legislatura que comienza, ya han empezado a llover
iniciativas que paralicen en los tribunales toda decisión gubernamental que
merezca la pena. Cuando se acerca la derogación de la LOMCE, crecerán. Es el
momento de advertir que la gota malaya de algunos obispos reivindicando de
continuo su poder privilegiado de antes de la CE78 no parece que sea el
mejor camino para “una sociedad plural y tolerante”; su contribución al derecho
a la educación no es precisamente un ejemplo de la fraternidad que debe inspirar
un sistema educativo actual. En el pasado, inclinados a la avidez privatizadora,
desde los años setenta y ochenta no han propiciado esa sociedad integrada en que
todos –con su diversidad- pudieran reconocerse en igualdad; y tampoco en libertad,
si nos atenemos a cómo, según contaba Pepe Chao Rego en sus crónicas de 1978 sobre postfranquismo e Iglesia -una “sociedad perfecta
pero clasista”-, fueron “guardianes y beneficiarios de una enseñanza que no
admitía pluralismo alguno”. Y en el presente, a tiempo está la CEE para, en vez de recitar otra vez la Divini illius Magistri (1929), enmendar
lo que acontece en el 90% de los colegios que controla desde sus asociaciones confesionales.
Manuel Menor Currás
Madrid, 17.01.2020
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