De los límites y
ambiciones del nuevo Gobierno –entre lo posible y lo deseable- habló Isabel
Celáa en una entrevista a Eldiario.es.
Pueden estar ahí no pocas
de las pautas que, con realismo, pretende su proyecto educativo, la otra
competencia de la portavoz gubernamental. Ante todo, qué hacer con la LOMCE. Desmontarla
“por partes”, dando prioridad a los aspectos que, desde 2013, han acentuado la
desigualdad, parece un buen objetivo siempre que “a medio y largo plazo”
–cuestión aleatoria en este momento- culmine en una más justa estructura
educativa que resulte difícil de remover a la primera de cambio. El pasado ha
sido pródigo en enconadas alternancias
estériles.
Lo demás es aclaratorio de lo principal. Y es que la LOMCE
sintetizó gran parte de las aspiraciones de los sectores más reacios a que el
sistema educativo se modernizara en profundidad y fuera capaz de adoptar las
mejores prácticas en beneficio igualitario de todos los españoles. La libertad
y la universalidad del derecho a la educación que reconoce el artículo 27 de la
CE han tenido en esta ley su interpretación más parcial. Deseable, por tanto, es
que se revise a fondo ese articulado, de modo que se compatibilicen ambos
derechos y se blinde su ejercicio sin demérito para la enseñanza pública; y posible
es ir dando pasos significativos en esa dirección “sin prisa pero sin pausa”,
con fórmulas concretas que frenen el deterioro sufrido. Lo intolerable es que
la educación siga siendo el primer escalón para privilegiar modélicamente a
grupos que aumenten, con dinero público, la brecha social a medida que crece
como negocio y forma demostrativa de la diferencia. Solo será excelente si
cumple como sistema de cohesión social y unidad moral de convivencia.
En las palabras de la ministra se trasluce, además, una relevante atención
a la Formación profesional. Su experiencia en el País Vasco podrá serle de gran
utilidad para que esa vía educativa alcance, al fin, en el imaginario colectivo
reconocimiento suficiente. Más allá del ampliado nombre de su Ministerio, será
crucial una mejor redefinición de la segunda etapa de ESO de modo que no
resulte tan tempranamente discriminatoria como está siendo. Desde la reforma
primera en la LOGSE –y desde las precedentes en los años sesenta y setenta de
Lora Tamayo y Villar Palasí-, la definición polivalente de ese final de la
Secundaria Obligatoria se ha convertido en clave para la calidad del sistema educativo.
En todo este tiempo, el discurso –social y político- acerca de la educación,
siempre ha estado viciado por razones más o menos relacionadas con esa etapa. Recuérdense
aquellos estigmas de “bajada del nivel” o de “egebeización del sistema” que tanto
sirvieron de excusa para frenar los intentos democratizadores. Pero como exponente
de fallos y progresos, ahí siguen los tercos
datos del muy azacaneado “fracaso
y abandono escolar” existente, el gran reto a superar sin puertas falsas
más allá de los compromisos con EUROPA-2020.
¿Qué eje vertebrador?
Sin desmerecer de tan principales asuntos, en las respuestas de
Celáa aparecen conexos otros de gran valor. Veremos si una vez más, y hasta
dónde, son instrumentados para vender lo posible como sustituto de lo
necesario, esa historia cansina que, desde 1812, en la Constitución de Cádiz, no
cesa. En ella entran la Religión o las religiones y la ideologización –cuestión
bastante más amplia que la que pretende ceñirse a su presencia en el currículum-; el papel de la privada y de los colegios
concertados en el sistema, que tanto alienta una de las libertades menos
libres: la de la elección de centro; y, con un alcance mayor del que cabe
intuir en la entrevista, la formación del profesorado, ese intangible tan
manoseado como desatendido, y la participación democrática en la gestión
modernizadora de las aulas, uno de los mejores signos del valor que se les
asigna.
Si en medio de tanto avatar impredecible como el de la política
actual –“de urgencia”-, la ministra y su equipo pueden mantenerse
consecuentes con que “la enseñanza
pública es el eje vertebrador del sistema” y no la criada de servicio, ya será
positivo. Será digno y justo, equitativo
y saludable.
Manuel Menor Currás
Madrid, 21.06.2018
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