Manuel Menor nos envía su último artículo:
No sucederá en Educación
lo acontecido con las pensiones
Las urgencias de voto
hacen milagros. Pero no tanto como para que los PGE se ocupen de una educación
buena para todos.
A causa de la aritmética imprescindible para sacar adelante el
proyecto de Presupuestos Generales del
Estado, ya no es problemática la subida generalizada de las pensiones en un
1,7%. Nos habían vendido películas dispares, incluida la del esfuerzo ímprobo
de sostenerlas con el 0,25 ya era una hazaña, reiterada además. Parecen haber encontrado
un benéfico nicho de recursos en los grandes de Internet, como Google, después de un largo imperialismo que los
colonizados debían agradecer.
Salvo que política sea solo lo que cuentan muchos políticos y
quienes les hacen la ola, habría que recordar que a Méndez de Vigo le dijeron
sus jefes que dijera que, en caso de “pacto”, en 2021 se alcanzaría en
Educación el 5% del PIB, desde el 3, 67% a que lo han reducido estos años. El ejemplo de las pensiones obliga a exigir
un cambio de perspectiva -también en Sanidad y demás prestaciones-, pues
existen multitud de aprovechados de nuestra tradicional ausencia de exigencia
tributaria. Ahí están las corporaciones que tanto evaden; los beneficiarios de muy
rentables privatizaciones de los años setenta y ochenta; las constructoras de
monumentos a la nada; los concesionarios de autopistas inútiles rescatadas a
cuenta de lo público; los prestigiados
emprendedores de oficios improductivos que detraen recursos de ciudadanos
cautivos de la necesidad; los empeñados –por similar motivo- en acrecentar la
privatización de servicios esenciales como el agua, espacios públicos urbanos,
seguridad, sanidad, educación o dependencia…. Y, amén de los corruptos de todos
los niveles, los jerarcas de idearios religiosos –el católico, desde luego, y
el de otros monoteísmos-, que financian edificios y actividades variopintas –sobre
todo educativas- agraciados con
exenciones, subvenciones y conciertos de diverso alcance: en conjunto, más de 11.000 millones de euros. Este neoliberalismo retrógrado imperante, ocupado en que
todos los ciudadanos paguen los privilegiados patriotismos de algunos en una
época de necesidades críticas como las que se mostraron el pasado día uno de mayo en toda España, es socialmente imposible: país periférico y
con mucha mano de obra intensiva sobrante, no da para tanta asimetría graciosa.
La patria del dos de
mayo
En su historia es difícil encontrar los términos “patria” y “patriótico”
antes de 1808, aunque han dado y dan mucho juego desde entonces como lenguaje
tópico, tan apto para un roto como para un
descosido, muy utilizable a conveniencia. Por poner un ejemplo –muy al hilo del 2 de Mayo-, ahí está una fiesta madrileña
donde no es habitual diferenciar churras de merinas y, a menudo, aparece más
patriota cualquier reaccionario que los ciudadanos o ciudadanas que se hayan
propuesto vivir en una España en que no
estén gratuitamente limitados los derechos y libertades. Ha pasado muchas veces desde 1812. Y en 2018 –cuando, entre otros, arrecian los problemas con la libertad de expresión-, los últimos cuatro presidentes autonómicos,
pillados en majaderías mentirosas, impropias de patriotas atentos al bienestar
de sus conciudadanos, nos han recordado que la corruptio optimi
pessima.
La ignorancia suele ir bastante asociada a lo patriótico cuando se
trata de que el lenguaje no deje al desnudo ranciedades patriarcales y propicie
la difusión de mentiras a gusto, pero en provecho propio. Llevamos viéndolo
años y años, con la manipulación de la historia y de las instituciones, la
invención de supuestas tradiciones culturales y la continuidad de falsedades
más o menos oficiosas. Ahora mismo, estos días, ahí están los chicos de
Ciudadanos –acompañados, al parecer, por Vargas Llosa en labores extrañas a la buena literatura que ha escrito- a
vueltas con el feminismo, Clara Campoamor y el voto femenino. Desde 1933 –y con mal conocimiento de la Historia-, mira que no hay problemas que solucionar o
motivos serios en que ocupar la atención de la ciudadanía. En un sistema
educativo justo e igualitario, por ejemplo, y en no decir tonterías
oportunistas.
Manuel Menor Currás
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