La vuelta al cole
arrastra serios problemas, exigidos de otros planteamientos
¿Qué pasa con la
Naturaleza y la sociedad en que vivimos?. ¿Qué pasa con los comportamientos
idóneos para que ambas sean sostenibles y gratas? ¿Qué educación queremos?
Termina agosto de 2017, un mes que, tanto si se mira desde la
perspectiva de los incendios forestales como desde los atentados en Las Ramblas
y Ripoll, ha sido pródigo en calores y acaloramientos. Estamos ya en
septiembre, tan propicio al estrés postvacacional como a reiterar rutinas proclives
a que los desmanes de todo tipo y la sinrazón se sigan imponiendo como cansino
hábito de conducta: lo que sigue molando es lo que no desentona de lo
consabido. Ahora, mejor que antes: hay más facilidades para vociferar pronto al
más leve indicio de desacuerdo razonado con lo trillado.
Habituales en verano desde hace décadas, los incendios –en su
mayoría provocados- son cada vez más
temerarios y tienden a tener mayores proporciones. De las 39.000 Has. calcinadas
este año –casi la mitad de lo que había ardido desde 2006-, lo sucedido en La Cabrera leonesa o en la comarca de Verín y alrededores no sólo muestra una tradición muy asentada. Habla también de
una despoblación crecientemente acelerada, de una demografía envejecida, de
unos campesinos hartos de abandono y desidias. Esas son las causas de que amplias áreas de la España vacía resulten insostenibles, similares a Laponia. Y a ese proceso de vaciarse en que
está inmersa la Península –más allá de lo explícito en el libro de Sergio del
Molino-, ha de sumarse más pronto que tarde otra dinámica ya en marcha y también
muy rápida, la del cambio climático. No es que en este julio o agosto haya
habido más calor que en otros meses del año: hasta ahí el clima sigue su pauta
habitual en nuestro hemisferio. Es responsable, eso sí, de los fenómenos de
calor extremo que se han producido y de que esas intensidades se estén
repitiendo con más frecuencia estadística de la acostumbrada. Según Guillermo Altares, lo del Huracán Harvey en Houston y en su paso hacia Louisiana “es sólo el
principio”. Por más que no nos guste, el cambio climático está acelerando alteraciones
potentes de la vida vegetal en esas mismas latitudes, como puede verse en las
plagas que la sequía ha inducido en los robles de extensas zonas de la Galicia con clima de transición mediterránea, sobre
todo al Sur de Lugo y buena parte de la provincia de Ourense: las zonas del
desierto demográfico gallego. Urge en estos asuntos primordiales una conciencia
bien distinta de la dominante que promueven, entre otros, personajes como Trump
o las dejaciones de algunas administraciones.
Débil convivencia
En el plano más estrictamente convivencial, los atentados yihadistas
en Cataluña han ocasionado exhibicionismos demasiado acalorados que, en una interesada
perversión política, han utilizado los muertos a conveniencia. No sólo es que,
como Gregorio Morán asegura, se evidenciaran muchos fallos de unos y otros, amén de
problemas de alguna prensa, contradictorios con la honrada deontología
periodística. A Rajoy le han valido para sepultar
muchos de los problemas que arrastra en relación con la corrupción y, de
paso, evadir responsabilidades que pudiera exigirle el Congreso de Diputados,
amparándose en el recuento numérico de quienes le apoyan. Tampoco han faltado
quienes, en nombre de una supuesta exclusividad moral superior, han reclamado
respuestas responsables a las conciencias que, en nueva cruzada, debieran
sentirse humilladas por presuntos izquierdismos cooperadores del mal. Afortunadamente, no todos los curas han
reaccionado como Santiago Martín, el recobrado predicador de otrora en TVE. Otros
se han dirigido a la Conferencia Episcopal para que el Canal 13TV en que pone esta sus dineros suprima tertulias que suele promover, pues “dañan la
convivencia”.
Septiembre, con más problemas de los previstos, acumula así
suspensos y repeticiones, por más que quieran
taparse tras una inexplicada precariedad del empleo mientras se realza falazmente un dudoso crecimiento cuantitativo.
El utilitarismo de la satisfacción, acomodado a tradicionalismos medievales,
hipervalora las genealogías de matamoros. Y acrecienta mucho, además, el número
de quienes, ajenos a su propio pasado, se envanecen de ignorar que también
ellos son o han sido –en reciente generación- migrantes del interior peninsular
o que tienen deudas con el exterior. Tanto olvido, sumado al excesivo abandono
de la razón en los asuntos que nos
atañen a todos de cerca, puede ser motivo de mucha risa. El reencuentro en
septiembre con la realidad suele tener esta tonta expresividad, acompañada de
un ambiguo ¡ojalá no vuelva a repetirse!
Esperanza de la
educación
Más prudente sería que el final de las vacaciones indujera a
propósitos más eficientes. No es que por jugar con fuego podamos pagarlo en un siguiente episodio terrorista, como
sugiere Íñigo Sáenz. Pero sí sucederá que si no nos arrepentimos seriamente de
las oportunidades perdidas de hacer un país más coherente, más solidario y
menos desigual, todo será peor. También climáticamente, por más que nos lleven
visitados este año 47 millones de turistas. Como todos
los años, septiembre es el momento de la vuelta al cole y a los preparativos que ello comporta. Si la mirada
se pone en la necesidad de un buen aprendizaje para todos, este año debiera
conllevar el repensar seriamente las
políticas sociales, las educativas en particular, indispensables para una buena
relación con el hábitat y con quienes lo habitan. Con el pretexto de la crisis,
han sido desmanteladas o están en proceso de seguirse desmantelando para imponer textos normativos
reduccionistas de los derechos de todos. Esto es lo más desconsolador, y que
debió corregirse antes de la desolación por sucesos como los de este verano.
Dedicarse a echar balones fuera sólo aprovecha a los botafumeiros
insoportables del poder instituido. Viven de propugnar que nuestra estructura
educativa mejorará sustantivamente, al parecer, con el aumento de las
privatizaciones,la reducción de recursos en la escuela pública, la inestabilidad de la
estima de los docentes, el control de las evaluaciones externas y similares
inventos adaptativos de las medidas que muchas empresas emplean para una
gestión que acreciente, al amparo de reformas laborales indignas, la cutre
provisionalidad de la protección social de todos. Sabedores por experiencia de
la eficiencia de tales políticas, también aumentan los que, como Marcelo Soto, –y similarmente a quienes defendieron en el
siglo XIX la escolaridad universal- indican que los recursos invertidos en
educación son los mejor empleados “para detener el horror, porque si hay alguna forma de
lograrlo es la cultura y el conocimiento”. No es gremialismo. Eso mismo dicen significativas
instituciones que vienen avisando de los riesgos que genera la desigualdad que reproduce a diario nuestro sistema escolar. Si no se
enmiendan las derivas desestabilizadoras, todo lo sucedido este verano habrá
sido en vano: los lamentos se los llevará el viento y se impondrá el necio
fariseísmo.
Manuel Menor Currás
Madrid, 02.09.2017
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