Es agosto y hace calor. Un padre, por cuarto año consecutivo, abre los libros que marcarán el aprendizaje de su hijo el próximo curso escolar: quince delgados volúmenes que contienen lo que una personita de 7 años tiene que aprender en cuestiones relacionadas con la lengua, las matemáticas, las ciencias sociales y naturales, francés y algo denominado valores sociales y cívicos. Este padre considera que es esencial conocer las materias que irá asimilando su hijo en los 10 meses siguientes y por eso adquiere los libros con ternura, los ojea, huele con placer la tinta recién impresa.
Pero, como en los tres cursos anteriores y ya sin sorpresa, comprueba que su hijo, su marido y él mismo no existen para las editoriales de libros de texto. Los diferentes temas a abordar, como es recurrente para el alumnado de esas edades, están apoyados en tiernos y magníficos dibujos para hacer posible una compresión visual mas efectiva. Y uno de los recursos utilizados es el de las familias.
Hasta en 30 ocasiones aparecen imágenes y diagramas sobre las familias, perdón, en singular mejor, sobre la familia. Por que hasta en 30 ocasiones, cuando se refieren al hecho familiar se ejemplifica con un único modelo familia: el tradicional o nuclear, el integrado por una madre, un padre y, si es el caso, uno o varios hijos que viven juntos y felices en el mismo hogar.
Se enseñan matemáticas, lengua, sociales, naturales, francés o valores cívicos y sociales utilizando siempre como ejemplo un solo tipo de familia y obviando, con intención o sin ella, a las familias monoparentales, a las homoparentales, a las reconstituidas, a las de padres separados o divorciados e, incluso, a los niños y niñas que de forma temporal o permanente viven en centros de acogida.
Pudiera este padre pensar que los autores de textos y dibujos viven en un país diferente al suyo y que no conocen la realidad, viva y heterogénea, que caracteriza el hecho familiar en nuestra sociedad. Pudiera también imaginar este padre que los autores, aun conociendo esta variedad, no sean capaces de darla a conocer de una manera sencilla y normalizada a niñas y niños de 7 y 8 años. Pudiera sospechar que, aun conociendo esta riqueza familiar y siendo capaces de expresarla en palabras o dibujos, no lo hacen por voluntad propia o impuesta.
¿Existe alguna razón para que las editoriales de libros de texto sólo quieran reflejar la familia nuclear o tradicional y obviar al resto? ¿Es un plan de acción premeditado? ¿Es simplemente que no quieren complicarse la existencia y recurren a imágenes decimonónicas alejándose de la realidad cotidiana de sus lectores? ¿Están en contra de la Diversidad Familiar? ¿Conocen los principios y los beneficios de la Diversidad Familiar?
Y este ocurre en una comunidad autónoma (Andalucía) donde existe una disposición, el II Plan Estratégico de Igualdad de Género en Educación 2016-2021 que se concibe como el marco de actuación y la herramienta para continuar impulsando la igualdad dentro del sistema educativo, tanto en aspectos estructurales y culturales de la Administración, como en los relacionados con la vida y las actuaciones de los centros docentes, contemplando, asimismo, la diversidad de identidades de género, de orientaciones sexuales, de modelos de familia y de formas de convivencia, evitando cualquier tipo de discriminación por causa de las mismas.
¿Que pasa en otros lugares del territorio nacional donde la autoridad con competencias educativas no se haya preocupado por velar por la Diversidad Familiar y por la no discriminación por causa de la misma? ¿Cuál es el papel de las administraciones ante los contenidos igualitarios y de diversidad en los textos escolares?
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