Reproducimos este artículo de Manuel Menor publicado en MUNDIARIO.COM
Entre el conformismo de
“lo que hay” y las limitaciones en que se mueven los principales firmantes de la
Subcomisión del Congreso, la tradición dominante dificulta un buen pacto
educativo.
No se trata de amargar las Navidades, pero tampoco que valgan para
quedarnos en babia. Las narrativas de lo que pueda pasar en el proceso de
“diálogo” para un posible Pacto de Estado Social y Político por la Educación
tienen la tentación, en vísperas de estas fiestas, de embargarse de nostalgia…
o de tecnicismos y maneras socioculturales y económicas,
que ni por mientes transmiten los primeros relatos cristianos de lo
acontecido en Belén. Hasta como anuncio, la
tópica blancura de la Navidad puede ser conflictiva. Y el tan polifacético A Christmas Carrol –entre nosotros, Cuento de Navidad o Canción de Navidad- tiene más actualidad por la dura y fría
indiferencia del avaro Scrooge
hacia la miseria social que generaba el capitalismo industrial, que por el optimismo
que quiere transmitir Dickens en 1843. Para no perderse en un laberinto de
variables connotaciones semánticas donde, como sucede en Las Meninas de Velázquez, el ocultamiento y la apariencia
complementan lo que se muestra en este camino hacia un pacto educativo, se debe
contextualizar.
Contextos
Hace algo más de una década, en un acto de que hay constancia no
sólo fotográfica, con Aznar, Aguirre, Gallardón y Cascos en primerísima línea
patriótica por lo bien que iba España, nos dijeron que con las autopistas
radiales R-3 y R-5: “Vamos a
salir ganando” –como dijo Aguirre a los madrileños- y, también, que “Muchas
generaciones nos lo tendrán que agradecer”-que corroboraría Aznar-. Hoy,
después de que Fomento se ha puesto a hacerse cargo
de tamañas iniciativas de emprendimiento privado –nada menos que ocho
autopistas en quiebra y en riesgo de licitación- con el viejo método de
socializar pérdidas y no responsabilizar de la mala gestión a los amigos, sería
difícil que, para ejemplificar su neoliberalismo, los nominados sostuvieran hoy
la sonrisa que exhibían. Con el cuento de la lechera como regla de cálculo, a
todas luces suspenderían el test de PISA si tuvieran que hacerlo. Recuérdese, en todo caso, lo mucho que
disfrazaron estos datos de la OCDE para tirar piedras a una no boyante
educación pública, a la que no ponían un euro porque iban a “mejorarla”.
Para vísperas de Navidad, tampoco tienen precio las prédicas de Fátima
Báñez desde su minarete ministerial. Para evaluar su “literacia”, esa
competencia por la que tanto se interesa PISA, ha dejado abundantes muestras en
emigración, reformas laborales, empleo, salarios y otras cuestiones relevantes.
Siempre ha hecho lecturas sorprendentes,
con un punto artístico surrealista en que quiere abundar ahora con dotes que no
se le adivinaban. Sin tocar nada de lo antedicho, ni cambiar hábitos muy
enquistados, ha dado en interesarse
mucho en las seis de la tarde, para ordenar el desparrame laboral y
conciliatorio. No cabe duda de que sea esta una cuestión relevante, y más si se
quiere desviar la atención de tanta chapuza arbitrada desde ese Ministerio.
Pero ahí está como nueva estrella, primordial para “dialogar” y “pactar”, que
es lo que ahora mola, y poder rematar lo que no han podido en cinco años. Las faenas
encomendadas –dice
el FMI- han de cumplirse mejor y, para ello, es menester aparentar que se
está “dialogando” mientras más personas
ven reducida su capacidad de aguantar la tormenta.
Los más expertos en la “literacia” de la Sra. Báñez son muchos de
los mejores alumnos de los últimos años. Ya estaban la mar de enterados desde aquello
de la
“movilidad exterior” a que se acostumbraron para darse aires. El pasado 23 de noviembre,
han añadido a esa satisfacción la de que “nadie cobra menos de 655 €, porque
sería “ilegal”. Chavales con dos grados, un máster y dos o tres idiomas,
contratados durante cuatro o cinco años como becarios, meritorios a tiempo parcial
o falsos autónomos, que han logrado hacer valer lo que saben hacer y han pasado
–a veces- a ser indefinidos pero en condiciones salariales de tres niveles por
debajo del correspondiente en convenio a sus titulaciones, están que no caben
de gozo con el posible “pacto” del horario laboral. Mientras la productividad
de sus empresas engorda a cuenta de la rebaja en nómina de su especialidad superior
–la que realmente desempeñan-, ipso facto
no tendrán que hacer horas extras ni trabajar en casa…. En este plan de
disimulo –como de belén desmañado construido a voleo-, en vísperas de la
Navidad de 2016 la ministra sigue jugando a las casitas de muñecas, los emprendedores
empresarios se forran con el excedente que se quedan de cada chaval, y todos
contentos porque Herodes mata a los inocentes…. Los más disconformes, en vez de quejarse, pueden dedicarse a
entonar con zambomba alguna égloga patriótica en loor del bienestar que les
roban. A finales de los sesenta, ya hubo villancicos memorables con estos
ingredientes que, cuando subieron el tono, conocieron la mordaza.
Asimetrías comparativas
Hablaron los comentaristas del Informe PISA último –y los
consejeros autonómicos del ramo educativo les secundaron, o viceversa- de los
desequilibrios y brechas que hay entre el Norte y Sur de España. Parecían
haberlo descubierto después de que lo viniera diciendo desde el 2000. Para
vísperas de Navidad, ese toque de la desigualdad como pincelada romántica forma
parte de la tradición. Hubieran estado más acertados en el papel que les cumple
como representantes de un Estado sedicente Social, de haber llamado más la atención
comparativa de estos datos con lo que ya decía el Primer Informe de la OCDE en
diciembre de 1963 -dos años después de que España se adhiriera a esta
organización-, en el Proyecto Regional
Mediterráneo. Podía haberles servido igualmente de referencia el documento
que, a base de las sugerencias, informes y expertos internacionales del FMI,
Banco Mundial, CEE (Comunidad Económica Europea), OCDE y
UNESCO, quedó ultimado a finales de 1968 para que, firmado por Franco en
febrero de 1969, viera la luz como El
Libro Blanco de la LGE. Y, ya puestos, esta Ley General de Educación, que
vio la luz en 1970 en medio de abundantes limitaciones y abundantísima
propaganda.
Las declaraciones puntuales de los responsables de la alta gestión
educativa todavía suelen ser ante todo una manera de decir que se ocupan,
mientras, al mismo tiempo, siguen sin tocar tierra en los asuntos sustantivos
que los profesores viven a diario en sus aulas. Sobre todo, los que trabajan en
zonas donde el negocio de la enseñanza no es rentable. Apagado el eco mediático,
todo queda más o menos como estaba, se confirma que la naturaleza de las cosas
–y de los alumnos- es como es y que no hay manera de eludir un destino
determinista, aunque el calendario gregoriano ya vaya por el 2016 d.C. Más de
un consejero de Educación tal vez debiera revisar su perspicacia ante los
persistentes desequilibrios. Justo cuando la crisis generalizada ha vuelto a
poner de manifiesto de quién es el Estado… y sus Autonomías, y el mapa
educativo sigue siendo tan parecido a como ha sido, lo que más debiera
preocuparles es si en la Subcomisión del Congreso se tratará de subsanar esa
brecha histórica o si, en diseño estandarizado, se impondrá el
“café para todos”.
A la mayoría de nuestros jóvenes recién salidos de la Universidad
o de las mejores especialidades de FP en estos siete u ocho años últimos, este
“diálogo” de ahora les pilla tarde e igual sucederá a los que están poniendo
ahí su más ilusionado esfuerzo. Los emprendedores de las empresas no están a su
altura, no dan salida a su sobrada cualificación y les basta con la
chinificación de la economía y del país. También a demasiados políticos,
incluso muy jóvenes, les sobra con “lo que hay”. Y de los mimbres con que
parece querer construirse esta transacción de ideas y acuerdos educativos –y de
los otros- va a ser difícil llegar a algo merecedor de lealtad. Rajoy hablaba
ya en 2005 de un pacto educativo
para una generación y José Antonio
Marina volvía a repetirlo en
septiembre pasado. Sería muy triste que nadie pugnara por un futuro más
atractivo que el existente para los hijos de estos jóvenes de hoy. ¿De dónde
sacarán el coraje que necesitan para afrontar el esfuerzo de tener hijos, de
que muchos han desistido por desesperanza y temor a no poder depararles un
futuro sugestivo? Tal vez hacia mayo puedan saber o no si una buena educación
para todos es viable, si la enseñanza pública estará o no subordinada a la
concertada, si la religión se queda o sale del horario escolar, o si los
centros y profesores podrán tener o no más exigencias pero también más
facilidades para formarse bien y ejercer con libertad su profesión. De cómo se decanten estos
aspectos dependerá gran parte del estado anímico con que el sistema que surja
de este posible pacto –si surge- vaya a ser asumido por sus trabajadores y
beneficiarios inmediatos.
Riesgos de dialogar
sobre “lo que hay”
Los atajos en este terreno
no llevan muy lejos; tampoco demográficamente. Se pregonan y mixtifican ahora
las posibilidades de “diálogo”, pero no es muy alentador saber cómo se ha
construido el reciente pasado de “lo que
hay” en educación. Anótense sistemáticamente las pautas seguidas y se podrá ver
el conformismo a donde todo indica que
se pretende llegar. En primer lugar, los acuerdos europeos a que se ha
obedecido formalmente. Son fácilmente perceptibles y, ahora que empieza a ser
más clara la crisis de una Europa política que no ha podido ser, merece la pena
no perder de vista la Europa atenta a determinados intereses. Hay sobradas
muestras de ellos en lo establecido en
el Tratado de Maastricht
(07.02.1992), en el Tratado de Lisboa
(17.12.2007) o, más recientemente, en los acuerdos del Proceso de Bolonia
2009 para la creación de un Espacio Europeo de Educación
Superior (EEES). Estos últimos sembraron particular inquietud aquí porque obligaron a redefiniciones urgentes de las
enseñanzas universitarias sin que hubiera un diagnóstico ni medios apropiados para
mejorar las prestaciones de conocimiento al alumnado. Ejemplo palpable de que
los intereses eran otros –y con gran repercusión en escuelas, colegios e
institutos- lo proporcionan las pautas para cualificar universitarios decididos
a ser docentes en las etapas escolares. Son muy mejorables según muchos expertos.
E igual sucede con el plan que inspira la Ley Madrileña
de Educación Superior, con un peculiar
marco conceptual que los candidatos a estudiar o trabajar en universidades
públicas no debieran dejar de lado. El crecimiento de las burocracias y de las
nuevas nomenclaturas no ha sobrepasado en la mayoría de los casos las aparentes
sombras de la caverna platónica. Más que ideas de mejoras democratizadoras,
estos acuerdos, y sus adaptaciones españolas reflejan las grandes afinidades
selectivas de los gestores de tales apaños.
Cabe, en un segundo momento, diseccionar las características de
las leyes españolas que se han ido
entreverando con las disposiciones europeas, sin olvidar el preciosismo a que
nos conducen las “mejoras” pretendidas por la LOMCE última. El mosqueo surge al comparar y ver en qué medida los objetivos y
competencias anhelados por la Europa del Euro coinciden con los que, a golpe de
mayoría, ha impuesto WERT con su ley y la cohorte de decretos que la han
acompañado. Todo el sistema educativo, particularmente en su sector estrictamente
público, ha sido afectado en profundidad, de arriba abajo y en sus
transversalidades internas, para cumplir.
Esta comparativa puede completarse todavía mejor si no se pierden
de vista los gustos predilectos de la OCDE y PISA, siempre atentos a determinar
la productividad económica de la educación desde los años sesenta. Entre los
tres ámbitos señalados se cruzan vectores no exactamente paralelos, que se
encuentran miméticamente como si de mellizos se tratara. La constatación de potentes flujos entre ellos faculta para
aclararse con lo que los firmantes de la Subcomisión del Congreso para intentar
un PACTO
DE ESTADO SOCIAL Y POLÍTICO POR LA EDUCACIÓN puedan pactar. Ahí están las
características y límites del pacto hacia el que van.
De esa determinación ya hay constancia a estas alturas de la
Legislatura. Se aclara el camino por el que discurrirá este “diálogo” el no perder
de vista qué le haya pasado en días pasados a tres símbolos principales de lo
legislado anteriormente: la ley mordaza, la de reforma laboral y la propia LOMCE.
En el Congreso, ha habido apoyos suficientes
para proposiciones no de ley que deroguen estas maneras -nada dialogadas-
de imponer un programa muy conservador, pero este Gobierno demandante de
“diálogo” hace como que no oye, no inicia ningún trámite y alarga el tiempo de
que todo siga igual. Este modo de proceder es el que han activado hasta ahora
respecto a la LOMCE y cuanto ha servido para constreñir el alcance
democratizador de la educación, no sólo con decretos sino también con recortes.
En este contexto, es sorprendente que, cuando podía haber signos
reales de buen rollo dialogante, la dinámica de declaraciones no se vea
acompañada de la supresión de la violencia reglada sobre aspectos principales de
cuanto se pretende que sea objeto de “diálogo”. La repercusión
más grave es para quienes más necesidad
tienen de un consistente compromiso social del Estado, de modo que a la
Educación le sucede lo que a la ley de Dependencia: en manos de este Gobierno se
ha quedado en papel mojado. Si al final de este proceso supuestamente
“dialogante” no hay éxito, será una lástima: las cartas seguirán marcadas como
hasta ahora y, por otro lado, el mediocre interés mediático que suelen suscitar
los asuntos educativos seguirá ocupado en
epidérmicos cotilleos. No se
olvide, de todos modos, que el riesgo de este “diálogo” es doble: no sólo que
pueda abortar antes de los seis meses previstos de gestación, sino que, a base
de consensuar apariencias, ya hubiera quedado obsoleto antes de nacer. Las
consecuencias, en ambos supuestos, seguirán pesando en la mediocridad ambiental
de “lo que hay”.
2017: no 1917
¡Feliz Navidad, a pesar de todo!, como se empeñaba en desearle a
su tío el pobre sobrino de Scrooge: Dickens quería que, incluso en graves
situaciones vitales, se vieran motivos de esperanzada alegría. Por tanto, que
2017 les sea leve. Podría ser incluso magnífico si se hiciera caso al dialogante
Machado que reconocía a los otros por su valía personal: “Busca a tu
complementario, que marcha siempre contigo y suele ser tu contrario” (Nuevas canciones), libro iniciado por Don Antonio en 1917. La
felicitación de año nuevo que va en estas líneas es para el
próximo 2017. Merece confirmarse, porque alguna alteración de fechas es
verosímil que hayan visto en misivas propias de estos días prenavideños: los síntomas
de Alzheimer gustan de trastocar los tiempos y, además, ya se propagan variopintos
recordatorios acerca de cómo, en octubre próximo, habrán transcurrido cien
años desde la revolución que marcó lo acaecido en el mundo tras la toma del
Palacio de Invierno. Como el verano anterior ya se habían producido en aquella
España de 1917 varias crisis profundas, que también signaron lo que luego vino,
no se tome como metáfora ni se eche en saco roto la eventual confusión de fechas.
Reténgase, en todo caso, que el principal detonante de lo que aconteció en
ambos acontecimientos fue la esclerosis de lo que a ultranza no se había
querido modificar. Confírmenlo en cualquier historiador no adicto al amarillismo
de lo humano: puede ser un reto más para el año que se avecina. ¡Salud y
suerte!
Manuel Menor Currás
Madrid, 15.12.2016
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