Se burlaban de su físico, y un compañero de clase le pedía dinero y le mandaba mensajes amenazantes. Los padres de la menor denunciaron hace un mes que la joven era víctima de acoso escolar. Las tutoras ya habían avisado a la familia de la situación de acoso de su hija.
La alumna, terminó mandando un Whatsapp a sus amigas diciéndoles: “ estoy cansada de vivir”.
La Comunidad educativa del centro en el que sucedieron los hechos está impactada y no puede evitar la reflexión ¿atendió debidamente a la alumna? . “Cosas de niños” Así se resume en ocasiones la persecución, la burla, el escarnio que a veces, ocurre secretamente en los centros escolares.
Los chavales no suelen contar demasiado, porque viven el acoso al que están sometidos con culpabilidad y vergüenza. Este silencio permite que los acosadores actúen impunemente, divirtiéndose con el sufrimiento de los otros. El resto de la clase, por un temor a ser también señalados, suelen callar o colaborar .
Cada cierto tiempo, el horror del acoso se hace visible en la prensa , es así de crudo: sabemos de las víctimas por el suicidio.
A esta chica no sólo le daba terror ir al instituto, las redes sociales también llevaban la angustia y el acoso a su propia casa.
La tragedia nos enseña que hay que atajar la crueldad cuando brota, en casa, con los compañeros de la escuela, siempre, en todo lugar.
Que su muerte no haya sido en vano, que enseñemos la necesidad de entender el dolor ajeno.
Enviamos desde aquí un abrazo a su familia y a sus amigos y compañeros. No están solos.
Recordad: ella no volverá a clase.
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