Estos días hemos estado asistiendo al sainete de las becas. En un extremo, el ministerio encabezado por el señor Wert defendiendo una postura combinada de dos criterios: méritos y necesidad. En el otro extremo, la oposición e incluso su partido, apoyando un único criterio: la necesidad. La solución que se pretende aprobar es un combinado que, con buen criterio, ya ha señalado la CRUE que reajustará en la práctica: méritos (5,5 de media) y necesidad. Era mucho pedir al ministerio “bajarse del burro”…
En cualquier caso, el tema parece claro: en el panorama de ser estudiante universitario en la actualidad, tras implantarse el modelo de Bolonia, los estudiantes deben serlo a tiempo completo y, aunque se beque a los más necesitados, es obvio que ni así se ofrece una verdadera igualdad de oportunidades. Es necesario crear oportunidades que nos acerquen a la igualdad. No es lo mismo estudiar sin tener más preocupaciones que los estudios, que tener que apoyar del modo que sea a la economía familiar, o incluso buscar recursos para los gastos que no cubren las becas.
Desde nuestro punto de vista el problema es más amplio, y debería contemplarse en relación también a las tasas universitarias. Ciertamente, en principio “todos los estudiantes tienen una beca”, que se ha mermado al subir las tasas: el porcentaje que nuestros impuestos cubren del coste de escolaridad anual en la universidad. Y ese coste se cubre sin tener en cuenta si se pertenece a una familia con muchos o con menos recursos. En eso, hay igualdad inicial. Seas rico o de clase media, las tasas serán igual para todos, según los estudios que se realicen y el número de veces que se matriculen. El problema surge cuando se trata de hablar acerca de los más desfavorecidos, en cuanto al tema de las becas, y en ese momento se olvidan de hacerlo acerca de los favorecidos.
Si se desea incluir los dos criterios en las becas para los más desfavorecidos (necesidad y méritos), en justa reciprocidad se debería compensar en las tasas con un tratamiento a los más favorecidos, del mismo tipo (méritos y falta de necesidad). Tampoco es de recibo que estemos cubriendo con nuestros impuestos a personas que, por no necesitarlo, se dediquen a vagabundear por las aulas. A esos, el que les suba en segunda o en tercera matrícula el coste, no les afecta: pueden seguir estudiando (pero los ciudadanos, siguen pagando una parte). ¿Por qué no se penaliza más esos casos?
La única postura razonable, si no se quiere pedir la compensación a los más favorecidos, es preparar un sistema de becas que tenga una doble vertiente: las becas por necesidad, en las que aprobar sería suficiente criterio, y por otra parte, las becas por méritos, para apoyar a aquellas personas que obtienen elevadas calificaciones. En este segundo caso, en justa reciprocidad, no debería limitarse por nivel socioeconómico. Si se quiere ajustar mejor la justicia distributiva como justicia social, para favorecer la igualdad de oportunidades, podría darse una tercera situación: disfrutar de beca combinada para aquellas personas que provengan de familias desfavorecidas y obtengan unas elevadas calificaciones.
Al final, las becas y las tasas marcan situaciones reales en las que se da o se niega la igualdad de oportunidades. Si queremos avanzar en justicia social, no deberíamos contemplarlas como hechos independientes.
Jesús M. Jornet Meliá es catedrático de Medición y Evaluación Educativas de la Universitat de València
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