Para
comparar si 2019 será más avanzado que el año pasado, habrá que sobreentender
que ni los cambios ni los hábitos sociales son mecánicos.
A pocos días del comienzo de 2019, ya tenemos razones para pasar,
del orden mágico que suponen los periódicos deseos de felicidad de fin de año,
al orden más racional en que solemos analizar, sopesar y concluir respecto a lo
que nos sucede. Da igual la posición en que se ponga el observador, bien como
sujeto indiferente a los acontecimientos que se quieran analizar, bien como
pensante que trate de ver cómo le pueda afectar lo que esté sucediendo. En uno
u otro caso, será difícil en qué esté
siendo diferente 2019. Solo los hados sabrán qué vaya a ser de los propósitos,
deseos y felicitaciones que hayamos difundido con buena intención.
Los historiadores hablan de tiempos largos o puramente
evenemenciales, para apreciar mejor lentitudes y aceleraciones. La que no
distingue es nuestra memoria, sujeta a imperativos diversos, de los que la
propaganda no es el menor. A veces, la confusión entre lo acontecido y lo que
está sucediendo, entre lo onírico y lo racionalizado, es tal que todo parece un sueño que lleve camino
de perpetuarse. Cuesta reconocer, sin embargo, que, no porque la cronología
haya avanzado un año en el calendario -o porque tengamos disponible una
aplicación electrónica más-, ya el mundo ha cambiado. La complejidad de estratos que componen la supuesta realidad
es tal que ni el esquematismo ideológico es suficiente para explicarla ni la
consistencia de cuanto hemos construido para protegernos de la intemperie es
tal que no podamos fragilizarla más. Una prueba de esta estúpida capacidad la
dará el modo en que afrontemos las tensiones con que ha empezado 2019.
Continúan las de 2018, pero tan significativas son que parecemos adheridos a
ellas por costumbre, lo que hará más difícil la urgencia de cambiarlas.
De Granada
La historia de la “Toma de Granada”, tras la reiterada celebración
del dos de enero, ya tiene connotaciones plenamente implicadas en este presente.
Teñida de referentes actuales, se ha complejizado para dotar a los principales
fautores del mismo -PP y VOX- de un hueco más amplio en un panorama en que la
tergiversación a favor de un interesado presentismo tiene largo recorrido
revisionista. La Historia de España como instrumento ideológico –que Don
Marcelino Menéndez y Pelayo pregonó- tuvo fervientes seguidores y asiduos defensores en los libros de texto y lectura obligatorios durante más de 40 años. Y ahí
siguen. Baste recordar que Isabel de Castilla fue en la etapa franquista
símbolo mitificado de un tradicionalismo
reduccionista, como estudió Elena Maza en 2004. Su nombre fue impuesto a muchas instituciones docentes -escuelas
e institutos, como el antiguo “Instituto-Escuela: Sección de Retiro”, en Madrid
(BOE, 15.04.1939)- según avanzaba la
guerra civil; la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera lo invocó
reiteradamente –con el haz y las flechas de su escudo-; y en el listado
homónimo de reconocimientos honoríficos de la época puede advertirse el significado que se le atribuyó
a esta reina castellana. En este festejo, igual sucede con otros ingredientes
como “Musulmanes”, “España” o “Reconquista”, en agitado puzzle a conveniencia y
la ciudadanía se queda, una vez más, sin saber qué sucedió en Granada en 1492.
“La toma” de la calle por 4.000 banderas españolas y sus consignas ha
predominado y, sobre todo, con qué mimbres partidistas se prefiere construir el
imaginario de lo que se quiera sea la convivencia hoy. Aquí no es el re-conocimiento
lo que progresa sino la vuelta a un pasado de valores no necesariamente ejemplar e integrador.
De “Acuerdos”
Que la Historia presta una buena urdimbre en que hilvanar cualquier
discurso es fácil de ver, después de 40 años de la firma de los Acuerdos –ratificados en el Vaticano el
tres de enero de 1979-, desde la situación de la laicidad del Estado. Entre los
muchos ingredientes de esta especie de Concordato, el elemento vertebral es que
los pagos anuales a cuenta no han decaído pese a “la crisis”, pero sus implicaciones
en las políticas educativas del Estado y sus autonomías es de lo más llamativo.
El estudio del cumplimiento del art. 27 de la Constitución vigente no solo permite advertir la distancia que
media entre nuestro panorama legislativo en educación y el de nuestros vecinos
franceses desde 1905, sino además la cantidad de problemas de diversa índole
que ha generado ese articulado constitucional. Entre otros, cómo la libertad de
elección de centro y una presunta “demanda social”, amparadas en la diferencia
religiosa pretenden ser prioritarias
frente a las urgencias de la escuela pública; o cómo la Religión, como
catequesis, sigue teniendo privilegiado tratamiento educativo en la LOMCE. Qué sea la pretendida igualdad, legislativa,
económica y organizativa del sistema educativo español –con la práctica
diferencial que implica esto en unos u otros centros, en los currículos y libros de texto, o en la dinámica de
formación que deba preparar para el ejercicio profesional docente-, está lejos
de acontecer todavía. Ineludible es, asimismo no ver estos días, tras la
actitud del prior benedictino del Valle de los Caídos, la persistente ambigüedad de la jerarquía eclesiástica en un asunto de tanto relieve cívico como la
exhumación de los restos de Franco.
De violencias
En vez de cambio histórico, naturalización de pautas establecidas
es lo que parece volver a primar en 2019. Como si de una estructura antropológica
se tratara, no solo cuesta cambiar, sino que se reivindica la perduración del dominio
de unos respecto a otras. El despertar de VOX con opción de decidir en el
panorama político –y no solo en Andalucía-, está sirviendo para mostrar que el patriarcalismo
machista y sus derivaciones violentas es más amplio de lo que indican las cifras
estadísticas. Al no concordante cómputo de fallecidas, se une un no menos interesado
modo de mirar este trato violento y mortífero, no tanto como cuestión de
género, cuanto como diluido modo “doméstico”. Como si se quisiera
negar la realidad de odiosos tratos desiguales y vejatorios, a menudo
soportados en una mala educación, en que a los chicos se les ha inculcado desde
su infancia una supuesta superioridad en todo; tanta que, cuando los tiempos
han dado un vuelco a esta percepción, ahí continúa empobreciendo las relaciones
y haciendo difícil la concordia en muchos casos. Este año ha empezado apelando, otra vez, a la vieja costumbre de la brutalidad
en este terreno… ¿Hasta cuándo? ¿El tacticismo del PP y de CS a dónde conducirá a que alguien como Damares
Alves, del Brasil de Bolsonaro, festeje pronto aquí que los niños vistan de azul y las niñas de rosa?
La mezcla continuista de unos y otros costumbrismos está
construyendo un archimboldesco 2019, con bobalicones residuos de otros tiempos,
ensangrentados demasiadas veces, alucinados muchas otras, y perjudiciales
siempre para los más abrumados/as por la vida. Atentos al guarismo cronológico
de este año incierto.
TEMAS.: Historia y memoria. Revisionismo histórico. Acuerdos Estado y
Vaticano. Violencia de género. Violencia doméstica.
Manuel Menor Currás
Madrid, 06.01.2019
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