La igualdad educativa,
pese al actual “diálogo”, va camino de quedar como está
Las comparecencias en el
Congreso predicen que quedará fuera lo más sustantivo. El derecho a la
educación seguirá sustentado en una triple vía, poco acorde con una fraternidad
cívica compartida.
Los
cinco del Buero han sido absueltos.
Habían sido acusados en 2011 de agresión a la autoridad y desorden público.
Nadie les indemnizarlá, sin embargo, por los seis años que han estado colgados
de este proceso represor, a pesar de su inocencia. El jefe de la policía local
de Guadalajara –y quienes le animaron a que se produjera y sostuviera esta
acusación judicial a los encausados- siguen tan ricamente sus vidas en pro de
una patria “como es debido”.
Contextos
Pasan unos días y este día 8 de marzo, se ha celebrado el
día de la
igualdad, la justicia y los derechos de la mujer. Ha sido lo mismo que recordar la enorme cantidad de
misoginia que rige el mundo y cuánto resta para barrer en la dispar relación de
hombres y mujeres todavía. Al tiempo, se ha hecho palpable en calles como la
Gran Vía de Madrid, la confortable ignorancia, a veces encubierta bajo untuosas
maneras patriarcales cuando no abiertamente machista, que demuestra el género
masculino –y más quienes invocan una presunta ideología
de género- frente a más de la
mitad de la población de la tierra.
También pasará el día nueve de este marzo y su huelga
general educativa. Muchas aulas
habrán vuelto a quedar vacías
para reclamar que la educación es un derecho y no un negocio; que la LOMCE es
nefasta para que la educación pública tenga los mínimos de dignidad que ese
derecho requiere; y para recordar a cuantos anhelan un “pacto educativo” que lo
“sectario” es dar alas a un simulacro de “diálogo” que, pasado un tiempo de
esta legislatura, termine mostrando que hay mucha gente importante con ganas de
no llegar a mínimos presentables. Tal como van las cosas a casi 39 años de la
Constitución, no deja de ser un gran problema que haya que seguir peleando para
que ese derecho no se erosione
cada día más y que, en su lugar, se anime desde el sistema educativo español –y
con dinero de todos- un modelo de sociedad divergente desde antes de nacer, con
casi un 80% de la población discriminada en esta atención primordial,
legalizada en forma de violencia simbólica.
Como en el tango
Borges
decía que “oyendo un tango
viejo sabemos que hubo hombres valientes. El tango nos da a todos un pasado
imaginario. Estudiar el tango no es inútil; es estudiar las diversas
vicisitudes del alma”. Si se hace el mismo recorrido rememorativo sobre lo que
sucede de lleno o ha sucedido en las orillas del mundo de la educación, no sólo
el pasado sino también el presente de nuestra sociedad se nos revela mejor.
Aparecen las conexiones por las que la palabra y sus significados se adentran
en la esquizofrenia a causa de su progresivo deslizamiento de sentido y toda
nuestra realidad existente pretende ser de una “naturalidad” incuestionable.
Por sus implicaciones en los asuntos educativos, la Iglesia
Católica -tan variada en su composición interna- sigue siendo un buen referente
para observar estas mutaciones semánticas, no sólo entre lo que dice y hace,
sino también en el contexto de lo que ha
dicho y hecho. Pese a las profundas variaciones que ha experimentado, su
historia, es excepcional para entender los hábitos de nuestra sociedad y, de modo
especial, los concernientes a las políticas educativas que tenemos. No se olvide que se atribuye a sí misma
invariablemente una función educadora. La
mera mutación que ha impreso al desempeño de esta funcionalidad es muy
ilustrativa de su inclinación hegemónica en cada momento. Las distancias y
acentos –dentro de su historia más reciente- entre el pontificado de Pio XI y
su Divini illius Magistri (1929) a la
Mater et Magistra de Juan XXIII
(1961), y de esta a lo que enseñan cardenales y obispos como Cañizares, hay
suficientes modulaciones de criterio para ver hacia dónde suele inclinar su
peso específico.
Mientras todo lo
indicado al principio sucedía, Cañizares aprovechó
La Razón para
situarnos ante lo que, a su parecer, realmente importa: “la conversión interior”,
paso previo para “la salvación”. Su interpretación del Evangelio -¿oportuna o
importuna?- se queda en la insistencia en una espiritualidad y moralidad individual
de vida “cuaresmal” que, aparentemente al menos, nada tiene que ver con un
compromiso político colectivo. Ese planteamiento no le ha privado nunca de
arrimar el ascua de su autoridad eclesial a sardinas muy concretas que le han
interesado inamovibles, aunque pertenecieran a la esfera de lo público. Leyendo
u oyendo a Cañizares se percibe nítida, de este modo, esa dinámica dual, tan
frecuente todavía en otros jerarcas de la Iglesia -y más abundante cuanto más
atrás se lleve el estudio histórico- en que, con supuesta autoridad emanada del
cielo insisten a los fieles en una conversión moral que habrá de premiarse en
la eternidad, mientras no se privan de jugar con las posiciones de poder que sostienen en este mundo.
Curiosamente, en la confluencia de ambas esferas, casi siempre se decantan
nítidamente por una tradición conservadora, que, en su versión política, no
duda en argumentar y actuar pro domo sua.
¿Angelicalismo?
Estudiar lo que dicen obispos como Antonio Cañizares o los
que han dado alas a organizaciones
como Hazte Oír, es útil. Es verdad
que, en la bipolaridad con que gobiernan una institución tan ansiosa de llegar
a todos –como toda religión que se precie-, ya no suelen elucubrar sobre
cuestiones tan imaginativas como las jerarquías angélicas a las que dedicaron
meticulosa atención. Pero siendo como
eran el núcleo duro de la intelligentsia,
en el siglo XV, por ejemplo, Marsilio Ficino sublimó lo que, en sucesivas
elaboraciones desde lo que había imaginado el neoplatonismo con las jerarquías
cósmicas de la Antigüedad, podía considerarse magnífico reparto racional de la
escala burocrática que, como si del cursus
honorum romano se tratara, regía el cosmos y, a su ejemplo, reproducía el
orden del Antiguo Régimen feudal. Graeber
lo ha recordado hace poco para
hablar de las burocracias actuales que rigen nuestras vidas. Y tampoco se ha de
olvidar que, cuando al dogmatismo verbal unían el control del brazo secular,
fue esa misma imaginación totalizadora la que indujo a que el 17.02.1600 su
Inquisición quemara en Roma a Giordano Bruno.
A Giordano lo habían juzgado por hereje y blasfemo: se había
negado a retractarse de ocho proposiciones entre las que figuraba una acerca de
la infinitud del universo y la posibilidad de existencia de múltiples sistemas
solares, lo que fue interpretado contrario a la doctrina católica sobre el
creacionismo. Aquel proceso lo dirigió otro cardenal que acabaría siendo
canonizado, el mismo que juzgaría a Galileo.
Ahora
Nature acaba de publicar la última datación científica acerca del origen de la vida
sobre la Tierra hace aproximadamente 34.300 millones de años y, sólo desde
1995, se han descubierto 3.453 exoplanetas en 2.577 sistemas estelares, algunos
muy similares a la Tierra y, entre ellos,
siete muy atractivos para buscar indicios de vida. El poco manipulable Bruno parece que dijo a sus
inquisidores: “Es posible que tengáis más temor vosotros al emitir vuestra
sentencia, del que tengo yo al recibirla”. Pero no sabemos a cuántos obispos no
escandaliza que, en el romano Campo dei Fiori, donde fue quemado, una estatua
del XIX acoja una admiración inextinguida, o que los astrónomos hayan plasmado
su nombre en los cielos.
Hermanos
En las relaciones
entre la fe y la ciencia han tenido traspiés más o menos sonados. Pero si se
repasan asuntos nucleares de su doctrina central, protegida con meticulosidad
escolástica, primero por la Sagrada Congregación de la Romana y Universal
Inquisición (1542), luego por el Santo Oficio (1908) y, desde 1965, por la Congregación de la Fe
más otros dicasterios de la Curia vaticana, se encuentran
cuestiones de no menor interés educativo-político. Entre los méritos históricos
que cabe atribuir a la Iglesia -o, por mejor decir, al cristianismo., puede
anotarse la dimensión universal de la filía
(fraternidad), que ya Aristóteles veía como imprescindible para la construcción
política de la Polis, una virtud que –como ha señalado muchas veces Lledó-
inducía al filósofo de Estagira a decir que “la educación ha de ser
necesariamente una
e idéntica para todos”. No obstante,
los jerarcas eclesiásticos se han quedado siempre enredados en las
exigencias de la caridad como moral individual, en la que la conversión de cada
uno le llevaría a su salvación individual. Siempre han mantenido ese discurso,
incluso cuando en 1891 León XIII escribe la Rerum
novarum contra el socialismo. Pese a que la Ilustración había pasado a primer plano la Fraternidad como
fuente exigente de la Justicia y la Libertad en el plano jurídico y en el
político, para eliminar desigualdades, se atuvieron a una interpretación light de la caridad evangélica.
Antes, en 1815, se habían acomodado con el poder residual
del Antiguo Régimen a restaurar en el Congreso de Viena: la santa Alianza de
Trono y Altar. Y algo antes, en plena Revolución Francesa, salvo algunos casos
muy contados del clero bajo, se habían opuesto a lo que -especialmente entre la
Constitución de 1791 y la Convención Nacional
hasta 1794- habían tratado de llevar a la práctica los republicanos. Como ha mostrado
Ángel Puyol recientemente en su Derecho a la Fraternidad (2017), fue en esos años cuando un conjunto de medidas
habían puesto cara a algunas exigencias políticas que, según traducían, conllevaba
la fraternidad. Entre ellas, la abolición de la esclavitud, el precio máximo de
los alimentos de primera necesidad, la supresión de derechos feudales abusivos,
la restitución de bienes comunales que habían sido usurpados por los
privilegiados, la distribución de alimento entre los campesinos pobres, la
puesta en marcha de una fiscalidad progresiva
y la instauración de la obligación y gratuidad de la escolarización.
Ante esa revolución, que la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano (1789) y la Universal de Derechos Humanos de la ONU
(1948) trataron de formular como básicos para una sana convivencia fraternal,
no parece sino que haya, todavía, un fuerte apoyo de muchos jerarcas católicos
a grupos sociales muy selectos, tal satisfechos de su particular orden del
mundo que se adjudican como función vital
impedir o ralentizar que lleguen a cumplirse. Vienen a coincidir en entonar,
unánimes en darse la razón, aquello de “Pero, ¿a dónde vamos a llegar?”
¿Diálogos hacia un pacto?
Con motivo del supuesto “pacto educativo” que todo el mundo
parece anhelar, la cuestión de la fraternidad social que, desde la Ilustración,
trata de encontrar cabida política en dar coherencia exigente a la Igualdad y
Justicia, vuelve a producirse la ocasión de pronunciarse. Lo que los Obispos,
algo inquietos, han traslucido
ya estos días pasados ha de compararse con
lo que su tranquila posición ha sostenido desde los sucesivos Concordatos de
1850 y 1953, y sus leves acomodaciones en los Acuerdos de 1979 o en los prosaísmos
económicos que desde 2007 los han plasmado en los Presupuestos Generales del
Estado, tiene gran interés para entender cómo nuestros obispos traducirán ahora
mismo su particular entendimiento de la Fraternidad caritativa del Evangelio. Su
posicionamiento en cuanto a consensos en asuntos educativos, por sí mismos o
mediante instituciones
y personas interpuestas, remará a favor de
las exigencias abiertas y democratizadoras de la mayoría de españoles o, si
persisten en la intangibilidad de la triple red del sistema educativo
existente, plasmará de nuevo la peculiar
evanescencia callada de su mensaje: de momento, no toca griterío.
La
posición episcopal se irá confirmando a
medida que se vayan sucediendo las 82 comparecencias que, durante un tiempo se
producirán ante la Subcomisión para ese pacto Social y Político de Educación
constituida en el Congreso. No se sabe muy bien cuál vaya a ser la función
exacta de cara al posible “pacto” propiamente tal, pero ya está cumpliendo el
propósito de que se borre la imagen de que este Gobierno no es el de la etapa
Wert, que se había negado a “dialogar”. Lo que no evita, sin embargo, que este
marketing borre las alegrías y
preocupaciones que unas u otras comparecencias provocan, tanto en la Sra.
Teófila Martínez como en quienes la acompañan. No ha borrado tampoco la
contestación a las demandas del Congreso de que
se derogara la LOMCE: en las mentes de
todos está que este Gobierno de Rajoy ha recurrido al Tribunal Constitucional
esta demanda… Controla mucho lo que sale en los medios, pero por la boca muere
el pez: los medios “son el masaje”, especialmente cuando quienes en ellos se
expresan parece que jueguen en contra del equipo que, en principio, parece que
les correspondería. Por ejemplo, en lo que dice el actual secretario de Estadio
de Educación, Marcial Marín, al señalar, desde el olimpo de un “optimismo” de
baratija, los límites estricto en que se iba a mover este difícil “pacto” (La Razón: entrevista con motivo de Aula
2017, pgs. 6-7) o al señalar a los convocantes de la huelga de mañana
como “irresponsables”: si quería calentar
el ambiente pre-pacto lo ha conseguido.
Tampoco lo que contaba Francisco Vázquez
hace unos días en ABC coincide en absoluto con lo que la historia –y no el
cotilleo más o menos mal calificado como “revisionista”- muestra. Él sabrá a
qué criterios científicos obedecen sus ofendidas palabras sobre
“anticlericalismo”, “totalitarismo” y demás “malicias” y “falacias”. Parece que
sólo tengan que ver con su estricta paranoia particular, como si lamentara,
después de tanto mérito como embajador en el Vaticano, que Bergoglio no le
hubiera hecho cardenal y poder militar
al lado de las opciones del Sr. Cañizares y sus acólitos. Sabríamos mejor cómo
prevenirnos sobre cuanto le publica ABC,
pero si en vez de jalear a los lectores habituales de ese periódico, estudiara
la evolución de las tendencias religiosas de los españoles en relación con los
cambios políticos desde que entró en política en 1975, podría advertir que la
secularización está creciendo por sí misma a un ritmo crecientemente acelerado
desde antes de que entrara a vivir en el madrileño Colegio Mayor San Pablo. El
análisis de Pérez- Agote, Cambio
religioso en España: los avatares de la secularización (CIS, 2012) –ya
citado en otra ocasión en esta columna- le permitiría entender mejor cómo, por
un lado, sólo el 22% de las bodas actuales
en España son por la Iglesia
y, por otro, que la educación de los hijos se haya convertido en “lugar social
privilegiado de la religión”. Es decir, que los colegios religiosos cumplen
principalmente con ser un espacio social especialmente apto para la
construcción de un sentido de la vida de los hijos sin muchos quebraderos de
cabeza, el que viene dado por ambientes sociales establecidos y, por otro lado,
sirven para sostener formas de distinción respecto a cuantos van a la enseñanza
pública.
Esto explica que la demanda
de este tipo de colegios muestre algunas incongruencias con la de
asistencia al culto. Entre colegios privados y religiosos –que en algunos
momentos de las series estadísticas no se distinguen bien-, el estudio CIS 2752
(pregunta 23), de 2008, sumaban según Pérez-Agote un 13 y un 19% de preferencia
respecto a un 61% por la pública. Complementarios de estos resultados, los
relativos a la clase de religión (preguntas 4.32 y 4.33) variaban mucho según la edad y formación de
los encuestados. Si esto era así ya en 2008, nada tiene que ver con un presunto
anticlericalismo redivivo, sino con que no resulta convincente que se defienda
la persistencia del sistema educativo actual tal como se ha ido configurando en
los últimos tiempos, con tres redes muy diferenciadas, como no sea por el afán
de mantener viejos privilegios.
Es más: muchos ciudadanos verían con agrado que la actitud
dialogante episcopal en este proyecto de pacto educativo facilitara que se
fraguaran buenos acuerdos entre todas las voces con presencia significativa en
la educación pública, y que a esta le fuera posible sustanciar una mejora real
de sus obligaciones en atender “fraternalmente” –de manera política
efectivamente justa y no como expresión aleatoria de moralidad individual- el
derecho de todos a una buena educación. A pesar de que el conocido modo con que
han reaccionado en la Comunidad Valenciana
en mayo del año pasado a las pretensiones
de poner orden en las relaciones de aquella Consejería con los colegios
concertados, no parece que auguren un ambiente propicio.
Dualizaciones
Con las políticas educativas que se están gestando, puede
acabar volviendo a pasar lo que en otros planos de la vida social ha acontecido,
a causa de los excesos en el celo moralizador, incapaces de ser tapados bajo
las apariencias. En torno a la
sexualidad, por ejemplo, provocaron abusivas reacciones que, en no
pocas versiones compulsivas
han llegado a la actualidad. Un estudio de Gérard Dufour sobre Clero y Sexto Mandamiento. La Confesión en la España del siglo XVIII
(Ámbito, 1996) concluía diciendo cómo, hace tres siglos, el control de los
clérigos sobre las conductas “pasaba por los tabúes sexuales (virginidad de las
mujeres hasta el matrimonio, debiendo quedar soltera en estado honesto;
abstinencia para todos en determinados períodos, etc). De ahí que el confesionario
fuera, en muchas circunstancias –por no decir siempre- el encuentro de
obsesiones sexuales: la del sacerdote y la de la penitente, fuese monja,
soltera que había quedado para vestir imágenes, viuda o mujer mal casada que ni
siquiera podía pensar, no en el divorcio, sino en la anulación del matrimonio”
(p. 152).
Las dualidades del pasado se han transmutado en otras en los
tiempos actuales. las monarquías del
Antiguo Régimen -al menos, en los casos más supuestamente democráticos- han
tenido que someter sus criterios de natural absolutista a las formalidades que
una Constitución les impone, aunque
a veces sea con calzador. De las cosas que
quedan de antes de 1789 -y, en España, con prácticas no bien delimitadas en la
Constitución de 1978-, los privilegios que tenía el antiguo estamento
eclesiástico siguen teniendo muchos aspectos
prácticamente intactos. Ocasión tienen
ahora para mostrar cómo decantan y de
qué lado su hermenéutica de la
Fraternidad.
Manuel
Menor Currás
Madrid,
08.03.2017
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