Reproducimos el artículo de Manuel Menor
En vísperas electorales
llama la atención que este profesor y ensayista se haya metido en una tarea que
no representa al profesorado y sólo distrae de sus problemas
Las víspera electorales son pródigos en trampantojos. Para
hacernos olvidar las malas faenas de su antecesor, Méndez de Vigo ha decidido
que le acompañe en el ruedo un monosabio que fije bien qué falta para culminar
el gran toreo de la enseñanza pública en esta legislatura. José Antonio Marina,
currante de aula como cientos de miles de profesores -y ensayista con recorrido-,
ha aceptado el encargo y está haciendo uso sobrado del candelero a que le han
subido. A base de intermitencias en los medios y aparente contraste con los
decires del Ministerio, prepara al desconcertado sustituto de Wert las piezas
adecuadas -como se las ponían a tantos protagonistas de la escopeta nacional.
Es lo que faltaba al proyecto de “Mejora de la calidad educativa”: un taumaturgo
que por fin ponga orden autoprofetizado en las malas “herencias”. Hasta hace
poco, esto se hacía de tapadillo. Con Méndez de Vigo, se cuenta con la
servidumbre mediática, con que este intermediario pontificara poco y que todo
el mundo estaría encantado. Todos le enviarían aportaciones sin fin y, con
mucha elegancia y desparpajo, las haría
llegar al Sr. Méndez de Vigo, torero principal del reino.
La representación
No está siendo así. Personas cualificadas a las que ha solicitado
expresamente su criterio se han desmarcado. Con lo cual, ya se está
preguntando: “¿Quién
representa a los docentes?” Muy buena pregunta, oportunista para tiempos
como estos. Pero muy rara en quien lleva tantos años en la docencia y, presuntamente,
en tareas “culturales”. A sus 76 años, ha debido haber vivido aquellos
gloriosos en que estas cosas no se preguntaban, y cómo se haya sido para que
quienes trabajan en la enseñanza tengan derechos laborales y sociales, con convenios
que los regulen. Los Colegios profesionales a que ahora apela más bien nos
retrotraen al sindicalismo vertical y sus aledaños. Sólo cuando aquello ya se
desmoronaba del todo, fue posible que muchos profesores se organizaran y que el
de Doctores y Licenciados de Madrid publicara en su Boletín, el 2 de febrero de 1976, que su Junta General aprobaba “la
alternativa para la enseñanza” con una plataforma reivindicativa que, entre otras
condiciones inexistentes, pedía 30.000 pesetas.
Es imposible que ignore cómo se llegó a esa proeza, cuando aquello había
sido espacio privilegiado del
falangismo. O cómo evolucionó la gestión de aquellas demandas de entonces: ha
habido muchas huelgas por los incumplimientos de lo pactado. ¿No ha participado
en ninguna? ¿Las mejoras que haya habido
le han llegado gratuitamente del cielo? ¿Nunca las ha necesitado por tener algún
gen especial?
Al Sr. Marina le ha parecido bien entretenerse en servir, al Sr,
Méndez de Vigo y al PP, guapos pretextos para que los asistentes a esta corrida
agiten el pañuelo a pesar de tanta faena aparente de aliño. Va haber un módulo
profesional en tauromaquia, pero que no nos haga proclamar que la corrida es
estupenda. Distraída sí es, porque este “libro blanco” que está a punto de
añadir a su prolífica colección tiene mucha gracia. Antes, los dos libros
blancos educativos famosos los hacía la Oficina Técnica del Ministerio y
tuvieron mucha importancia. Como documento de época la siguen teniendo. En 1969
-en vísperas de la LGE de Villar Palasí-, Bases
para una política educativa. Y en 1989 -en vísperas de la LOGSE-, el Libro blanco para la Reforma del Sistema
Educativo. Estuvieron un tiempo relativamente amplio en el debate público
–obviamente, con las distancias que, con la Ley Fraga por medio, van de una a otra
fecha. Ofrecían una consistente mirada sobre el momento del sistema educativo
escolar como un todo. Ahora -pese a las redes sociales- vamos a menos. Ha sido encargado
a un supuesto connaisseur, como
manera de externalización a la baja de la que nadie sabe las contrapartidas. Y,
además, aprisa y corriendo, quieren abducirnos
al final de la legislatura con que la piedra de toque del sistema educativo son
los profesores. Sin petición de perdón ni rectificación previa, estos actos de
amor ¿quién se los cree?
Qué se representa
Nadie va a discutir que las cuestiones relativas al profesorado no
sean relevantes. Todo lo contrario. Cada vez hay más expertos para quienes
ninguna política educativa será buena si no empieza por ocuparse en serio de
que quienes se han de encargar de aplicarla en las aulas tengan los medios
adecuados o de que sepan y puedan hacer bien el trabajo que les corresponde. De
algún modo todos los políticos han caído en la cuenta de ello, cuando menos
como declaración ritual. Ninguna ley con pretensión relevante ha dejado que el BOE no lo expresara.
Ahora bien, las secuencias legislativas no proceden por saltos en
el vacío. Nadie da crédito a que, justo ahora, cuando culmina una legislatura
atroz con el sistema educativo –y con el profesorado-, un caramelito sea indicativo de que van
a ocuparse de que sean profesionales
autónomos, pinten algo en los centros más allá de ser vigilantes de los adolescentes
o que memoricen cuatro cosas genéricas para una prueba externa. ¿Se va a cuidar que sepan y puedan hacer un
trabajo que tenga sentido y merezca la pena?
Si alguien desconfía del viejo criterio de que por las obras los
conoceréis o cree todavía que los niños vienen de París –sería el colmo y más
ahora, después de la masacre del día 13-, puede que se crea este trágala
distractivo.
La pregunta más urgente es: ¿A quién representa el Sr, Marina?
Sólo sabemos quién le ha elegido y no sabemos nada acerca del recorrido que
vayan a tener las propuestas que le lleguen: con qué criterios las está
seleccionando, por qué rechazará muchas o escogerá las prefijadas… Todo ese
campo y sus ajustes a pautas analizables con rigor representativo se nos
escapan. Un misterio que no se hace más transparente a cuenta de haber ejercido
como profesor, tener una bonita web y haber escrito una ecléctica tipología de
libros divulgativos. Sería lamentable que, a causa de tan poca transparencia,
muchos de sus antiguos lectores revisaran a fondo la fiabilidad de lo que hayan
leído firmado por él.
Ocurrencias
representativas
Este librito blanco viene con las hojas marcadas y es de mal
presagio salir cada día con alguna ocurrencia que, en plan aislado podría tener
gracia si no estuviera ya pasada de fecha. Por ejemplo, la de que se pague a
los profesores según el rendimiento de sus alumnos, es decir, sus notas al
final del curso o al final del Bachillerato. Las medias estadísticas pueden ser
muy interesantes como proceso de análisis, pero la docencia no es una cadena de
montaje. Además, desde los años 80, sabemos por los expertos americanos que no
funciona para lo que se supone que debiera
funcionar, sino para efectos perversos que deterioran más el sistema bajo
apariencia de eficiencia. De similar
cariz son otras muchas ocurrencias que estos días han ido saliendo a la prensa.
Tantas, que ni es relevante si las ha dicho o no el Sr. Marina, porque de lo
que se trata es que cunda la idea de que este señor –en nombre de Méndez de
Vigo- se preocupa en serio de poner rigor donde –según deja entrever esa prensa
adicta- sólo hay desbarajuste. ¿Nadie cae en la cuenta de que es
contradictorio? Si llevan gobernando la tira de años y, además, han hecho de la
vida de los trabajadores de la Educación -de los de Sanidad y otros servicios-
una servidumbre con medios con todo tipo de trabas, mientras se lo ponían en
bandeja a los patronos de la enseñanza privada.
El neoliberalismo está muy bien para los amiguetes, pero no para
los currantes ni para quienes dependen de estos servicios. Que no se extrañe el
Sr. Marina de que haya quien le haya dicho que no a sus peticiones de
colaboración. Su colaboracionismo, aunque no lo crea, es una especie de traición.
Deja a mucha gente por los suelos, como si fueran unos quejicas. Tal vez no
caiga en la cuenta que concuerda con quienes no han podido tolerar que se
pusieran en evidencia mentiras sonadas. Sobre todo, aquellos dos famosos
decretos de 2012 en que presumieron de eficiencia gubernamental a cuenta de
descontar salarios y recursos, aumentar horas de trabajo, ratios de alumnos o
derivar profesores hacia el paro en un ERE que ha sacado de en medio a 30.000. Los
miles de millones recortados en enseñanza –y que no han cesado. Pues nos
bajarán hasta el 3,7% del PIB en 2016, lo que representa unos 4.000 millones
más- es todo un signo de aprecio por los
docentes y la enseñanza.
Es probable que el Sr,
Marina no se haya enterado, porque estuviera en otra cosa: sostener vivos en este momento en torno a 50 libros en
las librerías es un milagro, otro milagro. Es posible que seamos lerdos y no
entendamos tantos repetidos gestos de amor durante esta legislatura , mientras
los aumentos de tasas y bajada de cuantías de becas han hecho que un sinfín de
familias alimentaba el gozo de que su hijos no pudieran ir a la universidad.
Igual debe suceder con la ausencia de políticas de infancia, cuando según Save
the Children -y confirmación de Cáritas- uno de cada tres niños españoles
esté en riesgo de pobreza y exclusión en nuestro país. Será que la mayoría
de sufridores tiene afición a la
demagogia, empezando por algunas
asociaciones de padres empeñadas en que los comedores escolares estén abiertos.
Es probable que sólo quienes han controlado los recursos de Educación estos
años ignoren que esos niños y adolescentes son los candidatos perfectos para el
tan manoseado "fracaso escolar", y que,
ineludiblemente, muchos repetirán la desgraciada vida de sus padres. Bien. Pues
ahora, resulta que según las felices iniciativas que se supone va a iluminar
este libro nada blanco de Marina, nada de todo esto debe haber sucedido. La
clave está en el profesorado y, por tanto, todo irá bien si se le amarga la
vida un poco más. Ya tenemos el chivo expiatorio en el ruedo.
Fuera de la disputa
política
Recientemente, el Sr. Marina ha aludido a su desacuerdo
con la LOMCE y a que está encantado de “colaborar” a sacar la educación de
la política, porque “estoy –dice- fuera de la disputa política”. Eso no le da
mayor crédito en este trabajo que ha asumido voluntariamente. Karl Manheim ya
dejó dicho que no hay discurso más ideológico que el que se presenta como no
ideológico. Y hablar de “buenos maestros” como si de la industria
automovilística se tratara, suena a rancio discurso nada “natural”. Para ser consecuente, antes de publicar este Libro blanco sobre la profesión docente,
debiera estudiar cuál es el papel que esa ley orgánica atribuye a profesores y
maestros, y cómo los proletariza mucho más de lo que ya están. Ese regreso
explícito hacia el taylorismo puro y duro –tan del pragmatismo pecuniario del IBEX-35
y de la OCDE-, debe haber subyugado a este profesor por el amor especial a los
de su especialidad. En el currículum que esta
ley -¿aséptica?- lleva aparejado, la Filosofía ha sido disminuida un
66%, incluida “Educación para la ciudadanía” que, normalmente, enseñaban sus
colegas. Es muy extraño que se haya metido en esta película, cuando el mapa cognitivo
de que ha debido ocuparse como docente haya quedado tan tocado. De añadido, la
cosmogonía que rezuma esa ley -¿desinteresada?- es fantástica por lo
antiilustrada que resulta en 2015. Pero tal vez el papel que se asigna a los nuevos
profesores a los que Marina contribuirá a mejorar con su diseño de carrera
docente, aporte novedades insospechadas desde el terreno de la autoayuda.
Compañero de quién
De ilusión también se vive. Algo más que compañero de viaje, Marina
pronto podrá enriquecer su currículum personal con esta contribución al bien de
la enseñanza española. Probablemente le merezca algún saldo honorífico añadido.
Pero si decide continuar en este aguerrido servicio, sería de agradecer que, en
la introducción de su “libro blanco” no se olvidara de los antecedentes de esta
búsqueda de la piedra filosofal de la enseñanza. Hay antecedentes memorables,
en idéntica línea de complementariedad a la que su trabajo va a proporcionar a
la LOMCE. Por ejemplo, un libro que editó Educación en 1938 en que se contaba
el ideal de maestro vocacional y con que debía armarse aquel infausto sueño: Curso de orientaciones nacionales de la
Enseñanza Primaria (Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 2 tomos). Un
amplio grupo de maestros fue aleccionado en Pamplona aquel año para que se
fueran enterando de qué debían hacer. Aquel cursillo de un mes, dirigido por un
militar, tan grabado lo tuvo Marta Mata que escribió sobre él en Cuadernos de Pedagogía, en septiembre de
1976. Si le pareciera una tontería ir tan atrás, el Sr. Marina no debe soslayar
lo que dejó prefijado Wert en una proposición no de ley. Después de ningunear a
los legítimos representantes de los profesores, no alcanzó a ser debatida. Pero
está registrada con el nº 162/000613, desde el 26 de abril de 2013, en el Boletín
Oficial de las Cortes Generales del
Congreso de los Diputados.
Como hombre de lectura que
parece ser, sus queridos lectores le agradecerían profundamente que
recapacitara. Entre las muchas directrices que componen la aristocrática
República de Platón, hay algunas especialmente convenientes a este caso: la
2.20 y 21 entre las mejores. Y si se prefiere la ironía, tal vez debamos
quedarnos con que es preciso hablar primero de la música que de la gimnástica
(II.17). Sin confundirse, para lo cual la visión del refranero popular es
todavía más utilitarista de lo que lo que va a ser este marcado libro blanco. De
los más de 500 refranes transcritos por Martínez Kleiser aquí aplicables, me
quedo con el más positivo: “Cuidando dónde vas, te olvidas de dónde vienes”.
TEMAS: reforma educativa, Contrarreforma, Utilitarismo, Economicismo,
Formación del profesorado, Fracaso escolar, Calidad educativa, Carrera docente,
Libro blanco, J. A. Marina.
Manuel Menor Currás
Madrid, 18/11/2015
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