Agustín Moreno nos envía su artículo publicado en Cuarto Poder:
No había dinero para las escuelas y universidades, pero sí para pagarle un pastón al peor ministro de Educación de la democracia. Efectivamente, es una vergüenza que a José Ignacio Wert se le premien sus esfuerzos por liquidar la educación pública con el cargo de embajador de España en la OCDE con un salario de 10.000 euros al mes, un piso de 500 metros cuadrados y 11.000 euros de alquiler mensuales en la exclusiva avenida Foch de París, chófer, dos criados, gastos de representación, viajes, etc. Es cuando menos irritante que encima le paguemos los damnificados ciudadanos por el dudoso honor de ser, con razón, el político peor valorado en todas las encuestas. Solo faltaba Wert para acabar de desprestigiar a la OCDE, que ya nos caía mal por sus recomendaciones perpetuas de bajada salarial, abaratamiento del despido, recortes sociales y privatizaciones.
Ya hemos hablado de su gestión y del caos que ha supuesto para la Educación. Se enfrentó a toda la comunidad educativa (profesorado, estudiantes y familias), a todos los niveles (infantil, primaria, secundaria y universidad), al mundo de la cultura, de la investigación y la ciencia… No fue capaz de producir ningún consenso con nadie con su LOMCE que ataca la equidad y la igualdad de oportunidades, su brutal subida del IVA cultural casi acaba con la industria… Tan solo pareció entenderse con el mundo del toro. Los recortes de más de 7.700 millones de euros y su estilo chulesco de venderlos producían broncas continuas en los medios de comunicación. Para justificar su ultraliberalismo hacía afirmaciones tan absurdas como que la calidad educativa no dependía de la inversión, sino más bien de lo contrario, y siempre nos quedaremos con la duda de cuánto había de provocación y cuanto de ignorancia. Se podría decir que su contribución más positiva es la potenciación de la industria textil de camisetas verdes (tambiéngrogas en Cataluña) en defensa de la escuela pública.
El nombramiento de Wert se anuncia el mismo día de la rueda de prensa de Rajoy haciendo balance de la Legislatura y presentando la disyuntiva de él o el caos de cara a las elecciones generales; quizá se pretendía que pasase desapercibida la cacicada. En esta burla a los ciudadanos y de la que es responsable Rajoy, hay una cuestión que sorprende. Seguramente el Presidente de Gobierno quería pagarle su especial dedicación a hacer de villano contra la educación y la cultura. Ahora bien, no ha debido de resultarle fácil tomar la decisión y se ha debido de empeñar en ella porque, según parece, había fuertes resistencias en el PP. Algo lógico en unos momentos en los que hay bofetadas para recolocarse ante la previsible debacle electoral próxima y que tan gráficamente describió Rita Barberá el 24 de mayo.
Pero Rajoy hace como el amo que da una tajada a uno de sus animales salvajes de compañía entre el cabreo de los demás. Quiere aplicar la lógica del padrino que paga por el trabajo sucio realizado. Muy sucio, mucho trabajo y muy bien hecho, por eso tiene que estar bien pagado. Por eso, también, se le facilita a Wert el reencuentro con su pareja de afectos y fechorías, la señora Gomendio, que goza de otro cargo en la misma institución y por los mismos méritos. Y es que el amor en los tiempos del cólera tiene estas premuras que le llevaron a Wert a dimitir forzando una pequeña crisis de gobierno, de esas que no le gustan nada al presidente de gobierno. A pesar de ello ha sido generosamente premiado por Rajoy.
Wert ha sido el ministro más denostado de la historia reciente. Por eso ha recibido tantos desplantes. El último se lo ha perdido y lo voy a recoger aquí por si le llega este artículo a sus manos. Sucedió una vez más en la entrega de Premios Nacionales a estudiantes de Bachillerato. Varios de los premiados fueron con las camisetas verdes, que, evidentemente, son mucho más que camisetas: son banderas. El que iba de traje y corbata –verde, también-, echó un discurso que no tiene desperdicio. Pablo Rubio, un estudiante de 18 años de un instituto público de Madrid, dijo: “Que los únicos tijeretazos los den los niños para hacer una lámina de Plástica”.Pidió: “una educación pública de calidad, de todos y para todos, que sea dotada de los recursos necesarios para su funcionamiento fluido, los que sean necesarios. Recursos que no son un gastos, sino una inversión”.
Defendió “una educación integradora e inclusiva, laica y que fomente la cultura”(…) ”El teatro, el cine, la música puede ayudarnos a interiorizar valores de respeto y civismo para erradicar lacras como la homofobia y el racismo”.
Apostó porque “es necesario e incluso urgente una educación que sea una cuestión de Estado”(…) ”llevamos demasiados años cambiando de una ley educativa a otra según el vaivén político de las urnas. Por favor, basta. Entre todos, sentémonos a hablar, pongámonos de acuerdo y desarrollemos un proyecto común para un pilar básico de nuestra sociedad”(…) ”Solo hacen falta buena voluntad, ilusión y confianza”. Acabó el discurso con una referencia a Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo”.
Este año Wert se ahorró el sofoco del rechazo de unos alumnos que no son solo excelentes en lo académico. Quizá por ello le entraron las prisas de quitarse de en medio e irse a París a un retiro dorado. Pero en su ausencia, y en la del nuevo ministro de educación, volvieron a resonar los lemas de la Marea Verde como una reivindicación y un canto a la educación pública, la base para un futuro mejor. Mientras se consigue, a Wert le pasará como a aquel personaje de Jorge Luis Borges “que llevaba escrita en la cara la infamia…”. Por eso se tiene que ir lejos y fuera, porque a pesar de los cargos no es envidiable sufrir el desprecio infinito de la comunidad educativa y de muchos ciudadanos. Rajoy debería haberle hecho un monumento a la incompetencia en vez de regalarle una canonjía con el dinero de todos.
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