martes, 14 de julio de 2015

"Quieren formarnos en el principio de realidad: toda expectativa es limitada" (Manuel Menor Currás)

Contundentes en las reglas y más suaves en las formas comunicativas –nuevo logo, nuevas caras-, no moverán un pelo lo legislado hasta ahora. Al menos en Educación así parece.


Desaparecido el Sr. Wert, el calor del verano trae la proliferación de gurús que parecen haber descubierto su hueco en Educación. A comienzos de este mes, era el presidente de Repsol el que se lanzaba a estas procelosas aguas para “dar la vuelta al sistema educativo español”. El pasado día 12, lo hacía el de Telefónica, en este caso para centrarnos la atención en el Big Data y, supuestamente en el negocio creciente de información a través de su empresa, porque lo que es su argumento para solucionar el problema del paro es parecido al del cuento de la lechera en versión digital. No sería de extrañar que, a este paso -y de proseguir la evanescencia del Sr. Méndez de Vigo- , se vayan turnando los distintos presidentes del cogollito del IBEX-35 para contarnos sus particulares versiones acomodaticias  de una ley tan apañadita como la LOMCE. Ya no se descarta que los asuntos educativos de los españoles pasen a ser competencia de un negociado exclusivo de la OCDE –en disputa o reparto con la CEE.

La Bolsa ya está diciendo que ¡tranquilos! El ejemplo rítmico  de los cambios profundos que se pueden ha quedado claro en Grecia. Los ciudadanos tendrán difícil ser ellos quienes cuiden de que sus derechos y necesidades –sus intereses- sean atendidos debidamente de manera distinta a la marcada por el nivel estricto de la cartera individual de cada cual. Los deberes a cumplir son los que la Unión ha impuesto a los griegos, con la metodología consiguiente de recortes, recortes y más recortes. Ni siquiera en Europa está nadie ya seguro de que la esperanza, la democracia y la prosperidad para todos sean compatibles entre sí sin la anuencia estricta de quienes  controlan la economía. Tanto tiempo deseando encontrar la solución de atrasos y tropiezos endémicos en Europa –como deseaba Ortega y Gasset en 1910-, para que pasados ya más de cien años, los españoles llegáramos a constatar que en todas partes cuecen habas, que no atan los perros con longanizas, y que cada palo aguante su vela.

El primer gran aprendizaje a realizar, pues, por un país es el mismo que suele imponérsele a las personas: el del principio de realidad, siempre disminuida por múltiples determinaciones y pejiguerías que no estaban previstas en la ensoñación correspondiente. En este tipo de aprendizajes no se sabe bien si los españoles somos mejores alumnos para nuestros maestros, prefectos y rectores europeos, atentos vigilantes de nuestro bien, sobre todo desde Bruselas y Berlín. O desde Berlín y Bruselas, que parece ya ser este el orden jerárquico más correcto del itinerario a memorizar. Lo cierto es que todo lo hacen por nuestro bien y -por lo que se les oye decir cuando no regañan- es probable que ya estemos perfectamente adiestrados en el adecuado aprendizaje de tal bondad. Este es, en todo caso, el argumento de autoridad con que se presentaba Guindos  a regir una parte de este tinglado en los años próximos.

Por nuestro bien –para que aprendamos mejor y no se nos disipe el mensaje educador que nos venía inculcando el PP, gran intermediario de estos saberes prácticos-, también acaban de cambiar el logo y algunas caras de disciplinados parlantes que, en lo que queda de año veremos una y otra vez en nuestras casas. Dentro del nuevo círculo del emblema, ya se distingue poco la gaviota, para suavizar los mensajes de la cátedra de Génova en su camino hacia el afecto. Puede que hayan querido aliviar la voracidad depredadora que los ornitólogos atribuyeron a la gaviota para poner en solfa  el falso espiritualismo del aleteo místico que le quiso imprimir Juan Salvador Gaviota en 1970. Había sido un auténtico best-seller en aquellos años en que en España se estaba estrenando aquella LGE (Ley General de Educación), en pleno desarrollismo tecnocrático y bajo el impulso de los preocupaciones de la OCDE para la cuenca mediterránea desde 1961 y 1963. Todavía no existía el Informe PISA, pero lo que prescribía la organización internacional acabó pesando mucho en el despacho de Villar Palasí. Ya no éramos un país estrictamente agrícola y las multinacionales marcaban una nueva jerarquía de virtudes educativas, por muy asentados que hubieran estado los valores que habían encontrado acomodo victorioso en 1939.

Aquí tenemos ahora esta nueva fórmula comunicativa de los genoveses, más retro que innovadora, tratando de dulcificar una gestión cargada de excesiva distancia y una correspondiente reacción ciudadana, para intentar recuperar sensaciones de buenas expectativas electorales. Y al compás de la suavidad  que impone la nueva estrategia comunicativa, han de entenderse los fervores de cuantos cargos intervienen en público, por descargarse de cuanto pudiera resultar negativo a cualquier oyente incauto. Se supone que, a base de repetir, las bondades existentes en España –y las diferencias con otros- y contando, además, con la infinita capacidad para reiterar subliminarmente que son muy buenos gestores y enseñárnoslo con mil datos estadísticos que no conocíamos hasta ahora, se dulcificará el posible mal criterio que tenga la ciudadanía. Llevará lo suyo, pero ahí están con esa renovada labor tan patrióticamente educativa.

Una maestra del mensaje edulcorado es Dña. Fátima Báñez, que acaba de anunciar que los datos de empleo del segundo trimestre son “históricos”: hace unas horas ya ha dicho que lo iba a decir y seguramente lo haya dicho cuando usted esté leyendo esta columna. También fue ella quien invocó a la Virgen del Rocío para arreglarlo, y  la que vino a decir que lo de nuestros jóvenes emigrantes era “movilidad exterior” –algo así como que qué jaraneros eran- ; aquello en 2012 y esto en 2013 (16/04). Y todo sin la más mínima mención al deterioro que haya supuesto su “reforma laboral” de febrero de 2012, y callándose siempre que habla DE SUS predilectos “autónomos”, que son casi en su totalidad gran expresión del rebajamiento del trabajo a los niveles de defensa jurídica más deteriorados que recordamos. La inmensa mayoría son “falsos autónomos”: lo saben muy bien en Hacienda cuando observan a quienes facturan uno y otro mes, el mejor testimonio de que son trabajadores “flexibles” de la misma empresa.  Báñez es toda una experta en dulcificar la realidad de la que ella misma es responsable, a base de darle la vuelta a las palabras hasta que no significan nada. Lo último que se le podrá oír oír en este sentido tendrá que ver justamente con la baratura de los salarios, asunto que –como seguramente dirá si no lo ha dicho ya-, no tiene que ver con su gestión, ya que son los sindicatos los que firman los convenios…  Probablemente no dirá casi nada tampoco de los más de 30.000 millones sacados de la hucha de la Seguridad Social para tapar agujeros diversos, como si no fuera cosa suya. Pero sí ha empezado a repetir urbi et orbi –para que entendamos bien el objetivo de la suavidad comunicativa del nuevo logo- lo necesaria que es la estabilidad del Gobierno para poder seguir creando empleo. Quien quiera entender que entienda. Lo dijo el 5 de abril y lo ha vuelto a repetir el 8 de junio. Y probablemente lo haya dicho más veces, pues para eso está: a ver si consiguen modificar la tendencia de voto previsible en este momento.


Por mucho que lo quieran dulcificar, los oyentes no debieran olvidar -a modo de ejemplo-  que la inversión en el sistema educativo está peor que estaba cuando empezaron y que va a peor.  ¡Ojo, pues, con el principio de realidad que estos maestros nos quieren imponer! El que imponen –no lo olviden- es el que estos días nos han mostrado con Grecia. Pero si quieren atenerse a los datos objetivos de lo que de verdad están haciendo, observen los datos últimos acerca del real comportamiento de este Gobierno con la universidad. Y es que la “recuperación económica” –que tanto nos pregonan- se olvida de que nuestros centros de educación superior han perdido el 5% de su personal en estos tres años últimos, lo que equivale a un ERE de 7.776 puestos de trabajo. No merece mucho la pena discutir acerca de la pertinencia o novedad del logo, pero ¡estén atentos a la suavidad de los mensajes del novísimo PP!

Manuel Menor Currás
Madrid, 13/07/2015

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