Mientras nos siguen pasando ante los ojos el capote de la consulta catalana, la Constitución, el nacionalismo catalán y español y todo lo que vagamente se le parece y nosotros entramos al trapo una y otra vez como mihuras entrenados, los actuales inquilinos de Moncloa y todas sus sedes autonómicas siguen a lo suyo.
Y lo suyo cada vez es más grave.
Lo han disfrazado de muchas cosas, sobre todo en la educación pública. Primero de necesidad, luego de opción por la excelencia, más tarde de falta de recursos e incluso de un supuesto recuperado culto al esfuerzo de alumnos y docentes.
Parecían recortes o ajustes presupuestarios innecesarios o incluso decisiones encaminadas a beneficiar solamente una ideología religiosa y una forma de educar y de ganar dinero con ello. Pero ni siquiera es eso.
Podría dedicar líneas y líneas a explicarlo -y tengo esa tendencia- pero al final solo podría darle un nombre, el único que tiene.
Malthusianismo.
Los actuales gobernantes de nuestro país, esos que ocuparon Moncloa cargados con el saco de sufragios que les dimos, han transformado la educación en su herramienta de selección maltusiana de la sociedad, en su instrumento para apartar de la sociedad a todo aquel que consideran que no producirá beneficios al ritmo que ellos y sus socios precisan.
Y el último capítulo de este evangelio de Malthus se está escribiendo en Galicia donde la Xunta deja sin ayudas para material a los niños con Síndrome de Down.
Podrían haber recortado de miles de cosas, incluso de las necesarias, pero no lo hacen. Les quitan lo que necesitan a aquellos que tienen más problemas para avanzar a aquellos que ellos creen saber que nunca llegaran al nivel de productividad que ellos demandan y que cada vez está más medio camino entre la servidumbre y la esclavitud. Thomas Robert Malthus estaría orgulloso de ver como, dos siglos después de que todo el mundo rechazara sus teorías sociales, alguien las abraza con tanto rigor.
Y para quien crea que puede ser una casualidad, un desliz, una falta de criterio o de atención solo es necesario que se de un repaso por los llamados recortes, que ya no se antojan otra cosa que clavos bien clavados en el catafalco de la sociedad española.
Siempre es lo mismo.
Antes de que Galicia y su Consellería de Educación dejarán sin ayudas de material a los niños con el Síndrome de Down, se eliminaron las becas de apoyo a los niños autistas, se han reducido los psicólogos y docentes especiales para niños con dificultades adaptativas hasta el punto de que se ha hecho imposible su trabajo, se han forzado tanto las plantillas que se hacen casi imposibles los desdobles para los alumnos que acumulan retrasos, se han despedido a profesores de apoyo, se han eliminado o se fuerza el pago por adelantado a las familias del dinero necesario para el material y los recursos que los niños con necesidades especiales escolarizados en centros públicos necesitan.
Y así en una cascada sin fin de decisiones que siempre apartan a los que más dificultades tienen, desde los autistas a los niños con parálisis cerebral, desde los que padecen Síndrome de Down hasta a los que tienen THDA o simplemente experimentan un retraso cognitivo.
Siempre se corta y se recorta de lo que necesitan aquellos que se anticipa que no podrán colocarse al nivel común en un intento de no gastar dinero en quien tendrá más dificultades para devolverlo con el trabajo precario y semi esclavo que tienen preparado para nuestro futuro.
Y todo ello, eso sí, mientras se regalan terrenos y subvenciona a centros religiosos o se pagan los profesores de religión en la escuela pública. Que para algo el bueno de Malthus era clérigo. Anglicano, pero clérigo.
Y por si todavía queda alguna duda, a nivel general la Educación diseñada por el Gobierno del Partido Popular incide en el hecho.
La revalida expulsará del sistema educativo y los arrojará a un mercado laboral en condiciones dickensianas para el resto de su vida a las primeras de cambio; las reducciones en las becas y las nuevas condiciones de las mismas harán que de igual modo deban abandonar las carreras multitud de estudiantes que podrían aprobarlas y acaben en el mismo sumidero laboral que los anteriores.
Rematado todo ello con el abandono asistencial y financiero de las personas dependientes, con el recorte continuo y constante de la asistencia sanitaria a colectivos como los enfermos crónicos o simplemente con el abandono de los ancianos en condiciones económicas cada vez más precarias.
Un cuadro maltusiano que hiela la sangre cuando se pinta en toda su extensión.
Y lo suyo cada vez es más grave.
Lo han disfrazado de muchas cosas, sobre todo en la educación pública. Primero de necesidad, luego de opción por la excelencia, más tarde de falta de recursos e incluso de un supuesto recuperado culto al esfuerzo de alumnos y docentes.
Parecían recortes o ajustes presupuestarios innecesarios o incluso decisiones encaminadas a beneficiar solamente una ideología religiosa y una forma de educar y de ganar dinero con ello. Pero ni siquiera es eso.
Podría dedicar líneas y líneas a explicarlo -y tengo esa tendencia- pero al final solo podría darle un nombre, el único que tiene.
Malthusianismo.
Los actuales gobernantes de nuestro país, esos que ocuparon Moncloa cargados con el saco de sufragios que les dimos, han transformado la educación en su herramienta de selección maltusiana de la sociedad, en su instrumento para apartar de la sociedad a todo aquel que consideran que no producirá beneficios al ritmo que ellos y sus socios precisan.
Y el último capítulo de este evangelio de Malthus se está escribiendo en Galicia donde la Xunta deja sin ayudas para material a los niños con Síndrome de Down.
Podrían haber recortado de miles de cosas, incluso de las necesarias, pero no lo hacen. Les quitan lo que necesitan a aquellos que tienen más problemas para avanzar a aquellos que ellos creen saber que nunca llegaran al nivel de productividad que ellos demandan y que cada vez está más medio camino entre la servidumbre y la esclavitud. Thomas Robert Malthus estaría orgulloso de ver como, dos siglos después de que todo el mundo rechazara sus teorías sociales, alguien las abraza con tanto rigor.
Y para quien crea que puede ser una casualidad, un desliz, una falta de criterio o de atención solo es necesario que se de un repaso por los llamados recortes, que ya no se antojan otra cosa que clavos bien clavados en el catafalco de la sociedad española.
Siempre es lo mismo.
Antes de que Galicia y su Consellería de Educación dejarán sin ayudas de material a los niños con el Síndrome de Down, se eliminaron las becas de apoyo a los niños autistas, se han reducido los psicólogos y docentes especiales para niños con dificultades adaptativas hasta el punto de que se ha hecho imposible su trabajo, se han forzado tanto las plantillas que se hacen casi imposibles los desdobles para los alumnos que acumulan retrasos, se han despedido a profesores de apoyo, se han eliminado o se fuerza el pago por adelantado a las familias del dinero necesario para el material y los recursos que los niños con necesidades especiales escolarizados en centros públicos necesitan.
Y así en una cascada sin fin de decisiones que siempre apartan a los que más dificultades tienen, desde los autistas a los niños con parálisis cerebral, desde los que padecen Síndrome de Down hasta a los que tienen THDA o simplemente experimentan un retraso cognitivo.
Siempre se corta y se recorta de lo que necesitan aquellos que se anticipa que no podrán colocarse al nivel común en un intento de no gastar dinero en quien tendrá más dificultades para devolverlo con el trabajo precario y semi esclavo que tienen preparado para nuestro futuro.
Y todo ello, eso sí, mientras se regalan terrenos y subvenciona a centros religiosos o se pagan los profesores de religión en la escuela pública. Que para algo el bueno de Malthus era clérigo. Anglicano, pero clérigo.
Y por si todavía queda alguna duda, a nivel general la Educación diseñada por el Gobierno del Partido Popular incide en el hecho.
La revalida expulsará del sistema educativo y los arrojará a un mercado laboral en condiciones dickensianas para el resto de su vida a las primeras de cambio; las reducciones en las becas y las nuevas condiciones de las mismas harán que de igual modo deban abandonar las carreras multitud de estudiantes que podrían aprobarlas y acaben en el mismo sumidero laboral que los anteriores.
Rematado todo ello con el abandono asistencial y financiero de las personas dependientes, con el recorte continuo y constante de la asistencia sanitaria a colectivos como los enfermos crónicos o simplemente con el abandono de los ancianos en condiciones económicas cada vez más precarias.
Un cuadro maltusiano que hiela la sangre cuando se pinta en toda su extensión.
Ya no es cuestión de dinero, de ideología o de cualquier otra cosa. Es simple y puro desprecio a la vida y las expectativas de todos aquellos que no están en las mejores condiciones de servir a sus fines y a su mantenimiento en el poder.
Así, la máxima de Malthus resuena en los pasillos del poder de nuestro gobierno una y otra vez aunque probablemente son tan limitados que ni siquiera se la exponer.
"Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no puede recurrir a su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra)".
O produces o mueres.
Para eso usan la Educación. Eso es lo que están haciendo con nosotros.
Así, la máxima de Malthus resuena en los pasillos del poder de nuestro gobierno una y otra vez aunque probablemente son tan limitados que ni siquiera se la exponer.
"Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si la sociedad no puede recurrir a su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra)".
O produces o mueres.
Para eso usan la Educación. Eso es lo que están haciendo con nosotros.
Durísimo, pero cierto. Por desgracia el infame Wert y sus secuaceces es lo que piensan. Ojalá tengamos fuerzas para pararlo y revertirlo. El juicio de la historia ya les colocará a la altura que merecen
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