Publicamos este análisis del compañero Agustín Moreno publicado en CUARTOPODER.ES
Las aguas de la política española están muy agitadas, una convulsión a la que se ha sumado la salida de Pablo Iglesias del Gobierno para presentarse a las elecciones de la Comunidad de Madrid. La presentación de una moción de censura en Murcia ha sido como una piedra lanzada en un charco de aguas estancadas y ha levantado un oleaje que tiene consecuencias. La primera, es que una moción dirigida a combatir una corrupción galopante en la región se está saldando con más corrupción, bajo la forma de un transfuguismo que niega los principios democráticos a base de tirar de chequera de cargos públicos. La segunda, se frena el interés del PSOE de buscar nuevos aliados. En tercer lugar, la nueva crisis en un Ciudadanos, que buscaba estrategias de supervivencia tras pagar el error de Colón, que obligó a dimitir a Rivera por la debacle de bajar de 57 a 10 diputados. Por último, impulsa la estrategia de Casado de ocupar el centro político, al tiempo que pacta con Vox en Madrid. Como no se puede soplar y sorber al mismo tiempo, no quiere girar hacia el centro, sino eliminar a Ciudadanos. De ahí la convocatoria de elecciones en Madrid y la OPA hostil sobre el partido de Arrimadas.
Y en esa estamos, una vez que el TSJM ha ventilado el litigio de Madrid, sobre si mociones de censura o convocatoria de elecciones, dando la razón a Díaz Ayuso. La convocatoria electoral puede ser muy arriesgada para el PP, pero no ha sido una improvisación. Su estrategia, basada en contraponer el falso dilema de “Socialismo o Libertad”, aunque simple, puede ser eficaz. Y cuando destacados voceros de la caverna mediática dicen que la campaña de Ayuso ya está hecha con ese eslogan, merece la pena
1.Nunca libertad y derecha fueron de la mano. El apoyo a las clases dominantes es lo contrario a la libertad de todos. Es una burla que hable de libertad quien asume las tesis, actúa y pacta con la ultraderecha y aspira a gobernar con sus votos. Las cosas claras, no hay que olvidar que nunca se han ido los herederos del franquismo que cercenó la libertad y del que nunca renegaron. El modo de actuación de Ayuso con vetos políticos y caza de brujas, de ataque a derechos fundamentales y al pluralismo político, es una forma fascismo de baja intensidad. Por último, ni siquiera el lema citado es original: es el “Freedom or socialism?”, copiado del trumpismo.
Lo que sabemos del concepto de “libertad” que tiene Ayuso y la derecha es su defensa de la libertad para privatizar servicios públicos y bienes comunes; la libertad para actuar irresponsablemente al convertir a Madrid en la capital europea del ocio en pandemia, exponiendo la salud y la vida de las personas; la libertad de dar a dedo contratos a empresas amigas o desregular en favor de las VTC; la libertad de comprar a tránsfugas para mantener el poder; la “libertad de elección” en los centros escolares, para fomentar la segregación y la desigualdad educativa; o la libertad de que haya contaminación y atascos de coches en las calles de Madrid a todas las horas del día. La libertad es un bello ideal que prostituyen y ensucian los neoliberales.
2. El concepto de socialismo está asociado a los derechos humanos básicos de libertad, equidad y justicia social. Todos y todas los que lucharon por estos valores defienden la igualdad frente a las profundas desigualdades de clase y a la dominación económica, cultural y política por una minoría. La izquierda defiende un Estado de Bienestar sólido que garantice la igualdad de oportunidades, una educación y una sanidad y pública de calidad y una protección social suficiente. Todo esto es lo que realmente nos hace libres. La libertad de las élites no puede ir en detrimento de la libertad de la mayoría. Si algo se opone a socialismo es la barbarie de la ultraderecha, no la libertad.
3. La dicotomía “socialismo o libertad” es falsa porque ahora no está en juego la posibilidad de construir ningún socialismo. Se trata de evitar el peligro real de la ultraderecha, porque la única alternativa que tiene Ayuso es gobernar junto a Vox en Madrid. Por ello, lo que realmente está en disputa es evitar un gobierno reaccionario, que también alarmaría a toda Europa que tiene claro que no se puede pactar con la ultraderecha. Ya lo dije con ocasión de la moción de censura de Abascal: si el Partido Popular se sigue apoyando en la ultraderecha, está jugando con fuego y le acabará devorando.
Lo que se juega la ciudanía madrileña es conseguir que haya un cambio político y se forme un Gobierno progresista. Pero como decía aquel cura que temía que durante la procesión alguien le robara: “¡Ojo al Cristo que es de plata!” La maniobra de convocar elecciones un día de trabajo, tras un largo puente y en plena pandemia, busca que haya una fuerte abstención. Nada es casual. La derecha cree que la abstención afectaría más al voto obrero y progresista que a su electorado. Confía que, por ejemplo, la abstención sea mayor en Villaverde o Parla que en el barrio de Salamanca o en Majadahonda. Y con ello espera dar un vuelco a la situación y ganar ampliamente las elecciones.
Siendo tan descarada la trampa, sería injustificable que el Madrid progresista perdiera las elecciones por errores propios. Ante un órdago de esta naturaleza y sus tremendas consecuencias, la izquierda tiene que hacer un esfuerzo enorme de imaginación, unidad y trabajo para movilizar al electorado progresista y evitar la abstención. La izquierda tiene que sacar lecciones del pasado reciente y hacer todo lo posible por ganar, para que Madrid esté gobernado con criterios de progreso, de forma amable y cooperativa, y no enfrentada insolidariamente al resto del país.
Pero si la izquierda hace lo mismo, obtendrá el mismo resultado que en las anteriores elecciones. Solo ganará en la medida en que movilice al electorado, esa es la lección de la victoria sobre Trump en Estados Unidos. Conseguirá más votos solo si es capaz de entusiasmar con unidad y un programa avanzado. El argumento de la proporcionalidad en el reparto de escaños, conduce a ofertas fraccionadas a la carta que serían la excusa para que el malestar social se traduzca en abstención. Ya que la izquierda no ha pedido perdón por sus errores de elecciones anteriores, un suicidio que muchos vimos venir, ahora tiene la responsabilidad de hacer las cosas bien.
Ayuso ha sido incapaz de legislar, de aprobar presupuestos y tiene los peores datos de la pandemia y el mayor número de muertes. Todo ha sido propaganda, enfrentamiento con Sánchez y un rancio regionalismo madrileño. Si una política tan burda y mediocre como Ayuso consigue el gobierno, habría que constatar avergonzados que la izquierda actual es inservible. Y daría igual que la derrota fuera por cálculos interesados de cada formación, por el mantenimiento de viejos rencores y por sectarismos.
Por ello, debe valorar la posibilidad de concurrir en total unidad, como un Frente Democrático. O, como mucho, en dos bloques: el PSOE y el resto de la izquierda. Debe construir un programa con compromisos concretos que entusiasmen a los electores; debe presentar, incluso, una propuesta pública de gobierno unitario; y debe dedicar lo mejor de sus dirigentes a unas elecciones decisivas. En este sentido, hay que agradecer a Pablo Iglesias que haya comprendido perfectamente la trascendencia de la batalla de Madrid y actúe generosamente en consecuencia.
Repetir estrategias de derrotas en la CAM sería un deja vu imperdonable. Está en juego que pueda pasar lo mejor y lo peor: un gobierno decente o un gobierno de la ultraderecha. Pero uno u otro resultado dependerá de algo muy elemental: de la capacidad que tenga la izquierda de ilusionar a su electorado. O se unen o perderán. Pónganse de acuerdo, por favor.
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