"Poco se sabe de si los pactos de gobierno modificarán las políticas educativas"
Tampoco de cómo reducir
pobreza y desigualdad, denunciadas por la propia OCDE, cuando el FMI quiere
consolidar este sistema de “crecimiento”
que tanto propagan.
No sabemos bien si avanzan o no los pactos para el gobierno de ayuntamientos y
comunidades. Va por días y según periódicos, dudosos intérpretes de los
mandatos de las urnas y poco concordantes con los intereses de la ciudadanía.
Igual que el FMI -atento a si se favorece suficientemente su particular estilo
de “crecimiento”-,
alertan cada día más con llamadas de atención hacia el mantenimiento de la
situación establecida, no sea que se altere el orden de privilegios de algunos
frente a la disminución de las prestaciones sociales que la crisis y los
recortes han provocado en muchos hogares. La pugna viene de que la reducción
del gasto público durante estos años se
ha impuesto a cuenta del crecimiento de los nuevos pauperizados o en riesgo de pauperización, a
añadir a los que ya había, de modo que, según el INE, 2.151.000 personas viven
con una renta inferior al 75%
del salario mínimo y, entre ellos, hay 771.000 familias sin prestación
alguna. El panorama es tan grave que ha provocado que CCOO y UGT hayan
propuesto una iniciativa legislativa en el sentido de garantizar una Prestación
de Ingresos Mínimos a las familias en situaciones de exclusión, algo muy
similar a lo que algunos grupos nuevos en el panorama político desde las
elecciones últimas han planteado o están planteando, con medidas concretas para
paliar la pobreza energética, alimentaria o, sobre todo, de vivienda y
comedores escolares.
La cuantía que supondría esta atención en todo el Estado a las necesidades
básicas de los más desfavorecidos, se ha calculado que podría rondar los 11.000
millones de euros, una cantidad relativamente alta pero asumible con voluntad
política de ir a cuestiones relevantes de manera prioritaria. Y ésta de pelear
por la pobreza lo es, pues se trata de un muy amplio número de personas sin
protección social alguna, a las que un Estado moderno tiene obligación de atender:
una de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza, pues afecta sobre todo
a casi cinco millones de desempleados.
Paralelo es el
crecimiento de la desigualdad, uno de los asuntos
estrella de los últimos tiempos y en el que la
propia OCDE no ha tenido inconveniente en poner el dedo al destacar, sobre
todo, cómo los ingresos de los más ricos ha crecido entre 2007 y 2011 mientras
los de los pobres ha ido disminuyendo. En pocos países ha aumentado tanto como
en España la desigualdad y la pobreza: el 10% más pobre ha perdido un 13% anual,
mientras el 10% más rico tan sólo ha perdido un 1,3%. En términos de
participación en el PIB, los primeros han bajado del 3 al 2%, es decir, que la
han reducido en un 50%, mientras los segundos se mantienen en el 24%. Y, por
otro lado, respecto a otros países –salvo Grecia-, tendríamos el doble de
población por debajo del nivel de la pobreza, un 18%. Con un problema grave: los
que más están cayendo en tal situación son los jóvenes.
¿Cómo
podríamos entrar a solucionar este grave
problema? Indudablemente es un asunto de impuestos. Según calcula Julio Carabaña, si quisiéramos volver a la situación
anterior a la de mayor dureza de la crisis, bastaría con transferir al 10% más
pobre el 1% de toda la renta disponible, unos 6000 millones de euros, tres
veces menos de lo que hemos gastado para rescatar a Bankia. ¿De dónde sacar esa
cantidad? ¿Del otro 90% de los hogares, a los que tan sólo representaría un
1/98 de su renta?¿Subiéndole los impuestos un 4% solamente al 10% de familias
más ricas, lo que representaría que bajaran –como en otros países de la OCDE- a
tener un punto menos en su participación en el PIB? Nada de esto parece
revolucionario, aunque nos irán diciendo lo contrario, cada día un poco más,
antes de las elecciones de noviembre. ¿Cargándole este impuesto solamente al 1%
de hogares que representan por sí solos el 10% de la renta disponible, de modo
que estos aproximadamente 150.000 hogares pagaran con un décimo de sus ingresos
lo necesario para el millón y medio de hogares necesitados? ¿Les sería muy duro
a estas familias poder disponer tan sólo de 180.000 euros, en vez de 200.000
anuales de promedio que disfrutan?. Y, si el problema es tan grave como dicen, lo mismo valdría la pena
aumentar un poco más (solo un poco más) el déficit público.
Desde el ámbito
educativo, sin embargo, no es buen presagio que
medio millón de niños se vayan a quedar sin beca de comedor
este verano, como está adelantando la organización Educo, que está poniendo
en marcha 120.000 comidas completas a menores, para muchos de los cuales es “la
única comida que hacen al día”. Por su parte, la FAPA “Giner de los Ríos”, que
estos años ya se ha movilizado en este sentido, acaba de volver a exigir la
apertura de los comedores
escolares en verano. Por otro lado, también sabemos desde mediados del mes
pasado que la deuda pública del Reino de España ya había subido en la etapa de
Rajoy en más de
300.000 millones, y que su compromiso para satisfacer los intereses de la
misma pasan por ir recortando todavía más los presupuestos sociales -los de
enseñanza hasta un 3,6% del PIB, con grave repercusión en el sistema público-.
Una circunstancia muy seria que hará particularmente difícil la reactivación de
los medios y voluntades indispensables, no tanto para volver a una situación
anterior a la LOMCE -nada idílica, pero mejor a la actual-, cuanto para retomar
de una vez y en serio la revisión a fondo de cuanto entorpece una enseñanza de
calidad para todos. Es verdad que, como suele insistir Fernández Enguita, no
todo es cuestión
de recursos, aunque también. Porque hacen falta muchos cambios
organizativos y, sobre todo, una mentalidad distinta para un momento tan
cambiante como el actual.
¿Sabe alguien si todo esto está pesando algo cuando se están tratando los
pactos de gobierno, sobre todo en las Comunidades, con alternantes aproximaciones o distancias, líneas rojas o
enrojecidas tácticamente a cuenta de presuntas transparencias? ¿Podremos vislumbrar
mejor las costuras, endebles o recias, de lo que se está pactando estos días,
antes de que vayamos a votar de nuevo en noviembre? ¿Seguirán siendo, en la
legislatura inminente, las políticas sociales y las de educación especialmente,
primordialmente un asunto de enjalbegamiento general, que dejará intacto el
sistema de “crecimiento” tan loado por Rajoy, FMI, UE, OCDE y tutti quanti, para admiración general?
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