Publicamos este nuevo artículo de Manuel Menor
La responsabilidad en la
pandemia es obligación de todos
En el mar de
narcisismos, que la Coovid-19 exaspera, la coherencia exige comportamientos
nuevos que han de incluir reflexión bien informada
El de la memoria es un juego que, en este momento, en que andamos
con soluciones medianas e información mediatizada, no podemos soslayar. Cada
día que pasa, entre una selva de normas, lo único que parece consistente es la
prevención individual, esa supuesta “responsabilidad” a que nos remiten de continuo.
Dicho en plan positivo, estamos en fase de aprender, no sabemos bien
todavía, una serie de hábitos a los que nunca habíamos hecho mención; salvo en
algunas series de ficción distópica, no habíamos pensado que se pudiera cernir
sobre nuestra existencia lo que tal vez habíamos imaginado para un largo
futuro. La memoria puede, en todo caso, servirnos de apoyo para afrontar la
novedad con elegancia y, también, con una ahorro grande de energías en la
conversación cotidiana. Cuanto antes aceptemos –una vez más- el principio de
realidad, mejor autoayuda nos haremos sin gastar en terapias alternativas.
Paso a la edad adulta
Cada cual tiene una historia de ajustes y desajustes en ese
terreno, por la encrucijada del tránsito a esa etapa en que nos sentimos
adultos y no siempre está claro que
antes fuésemos jóvenes o adolescentes. Cuantos podemos justificar años cronológicos
puede que no hayamos abandonado la adolescencia o la juventud, y todavía hay
muchos que pueden alegar que no han vivido estas etapas ahora tan prestigiadas.
La subjetividad del tiempo, unida en bastantes casos a la aparentemente lejana
coyuntura de la postguerra, hace que abunden los que carecen de conciencia
diferenciada y han pasado de la más tierna infancia a tener que hacerse cargo de
sí mismos; otros, en cambio, prosiguen en aquel tiempo previo a que nos
reconocieran oficialmente uso de razón.
Sea cual sea la experiencia de ese tránsito, en que caben tantas
variantes, quienes se atrevan a llamarse
adultos habrán de alegar que, en un momento determinado se han sentido obligados
a tomar posesión de sí y a proyectar se sobre la realidad circundante sin
aferrarse a los condicionantes de su propio pasado. Esa encrucijada de
“responsabilidad”, que se supone nos piden en esta historia actual, la vamos a
necesitar en lo que quede de “nueva normalidad”, situación que va para largo.
Olvidos
Nadie nos ha formado para lo que está pasando, y tampoco es seguro
que haya modelos aptos para inspirarnos: tras la pandemia bien conocida de la
época de Marco Aurelio vinieron muchas otras, pero los humanos nos comportamos
como si no hubiera habido ninguna. Además, es muy nuevo lo que está viniendo
tras esta Covid-19: la redefinición de nuestra existencia en la Tierra, en
circunstancias ignotas en muchos aspectos y teniendo que desaprender
aprendizajes muy interiorizados si queremos ser responsables; el calentamiento
de la Tierra, denunciado
desde hace años, que precisa nos
adaptemos a nuevos sistemas de producción y a la redistribución del valor
añadido de un trabajo sostenible, científicamente adaptado a la mejor
eficiencia. Ycasi nada: necesitamos buena información en un mar de confusión y falsas
noticias, pues está detrás la posibilidad de peores desajustes sociales; la
propia dinámica del
sistema económico, tan distinta de la que operó en la crisis de 2008,
parece haber entendido algo: de regir hoy aquella austeridad que era principio
intangible, los conflictos se habrían agravado seriamente.
Ahí siguen, sin embargo, las reacciones que a veces trasladan las memes
como ingeniosa doctrina, alusivas a la moral y a las costumbres como
responsables de lo que esté pasando. Repiten lo que todavía leímos en libros de
texto de nuestra hipotética adolescencia cuando trataban revoluciones que,
desde el siglo XVIII habían protagonizado las grandes mayorías sociales; desde
1789, las guerras y crisis en que hemos andado encontraron explicación en lo
pecadores que éramos los humanos y cómo debíamos enmendarnos.
Aburridos
Pese a estos intentos explicativos, seguimos tropezando a diario
en las mismas piedras sin enmienda alguna; contamos con ello. El problema es
asistir de continuo, además, a las matracas de los listillos de turno –los hay
de muchas categorías-; al mal ejemplo de los que pasan de todo –también variados-;
y al tropezar de continuo –como ya sostenía Larra hace casi doscientos años-
con cuantos detentan el privilegio de decir paridas por ver si se hacen
famosillos y les votamos agradecidos por su agudeza.
Sería una lástima que, al aburrimiento que conlleva la COVID-19,
se añadiera como crónico este otro que producen predicadores que, cada cual a
su aire, nos ofrecen pócimas de crecepelo para nuestra ventura. Los juegos
tontos de los gallitos en el patio de recreo hace tiempo que debieran haber
quedado atrás, y tampoco se llevan ya las ventas de fascículos a plazos. Si no
quieren el Apocalipsis, por favor sean adultos.
Manuel menor Currás
Madrid, 07.02. 2021
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