Nuestro compañero nos envía este artículo:
Los primeros pasos de esta nueva ley educativa
vuelven a repetir una historia sin más garantías que la provisionalidad
alternante.
Estamos lejos de
haber llegado a un relato compartido. La llamada “Ley Celáa”, anunciada a
finales de 2018, apenas llegada al Congreso ha vuelto a suscitar las viejas
proclamas en pro de la “libertad de elección de centro” y similares, tan reiteradas
desde 1901 –en que Álvaro de Figueroa y Torres, el segundo ministro que tuvimos
en Educación- echaba en cara a los conservadores su amor a esta libertad
educativa cuando tan enemigos eran de las otras libertades democráticas.
¿Libres?
Hace un año, sin
que hubieran levantado nunca el grito en pro del otro núcleo del art. 27CE, la
universalidad equitativa, la actual ministra les enardeció cuando, ante el
Congreso de Colegios Católicos, trató de situar el alcance de la palabra
“libertad” indicando que nada tenía que ver con lo que la interpretación
neoconservadora ha querido entender. Lo llamativo fue que la propia ministra
intentó poner en claro -para apaciguar el revuelo que suscitó- lo que había
dicho; no fuera a entenderse que estaban en entredicho las jugosas prestaciones
económicas de más de 6.000 millones de euros del Presupuesto anual, destinados
a la red educativa concertada.
La Covid-19 está desnudando, destemplada, los
aspectos más inconsistentes de las políticas sociales, en un momento nada
propicio para que salga adelante
una LOMLOE más propicia a atenderlas con cambios profundos en el terreno
movedizo de la educación. La atención que reclaman las frágiles estructuras
productivas hará que no se repare mucho en si se consolida el cansancio de
pugnar para que no haya el fracaso que sigue mostrando la ESO, con un 25% de
alumnado que no logra el título correspondiente –pese a existir un 29% de
repeticiones- y que, en la práctica, se queda sin acreditación alguna. Son
tantas las demandas de tantos perjudicados por esta pandemia en sus negocios,
que no sería extraño que se volviera a pasar de puntillas sobre la coincidencia
de que la proporción de ese “fracaso escolar” sea tan parejo al de la pobreza infantil, que
UNICEF y Save the Children, entre otras organizaciones, venían acreditando
desde hace años.
Es muy probable, sin embargo, que una
de las matrices de los desajustes que, desde hace ochenta años tiene incrustada
en su estructura la enseñanza española, continúe facultando en esta LOMLOE ayudas
específicas para que la red privada y concertada sigan creciendo a cuenta de
los impuestos de todos, mientras sostienen idearios ajenos a una libertad y
universalidad educadoras en términos de equidad. El
precedente, abierto en la LOE equiparando en el art. 108.4 el rango del servicio
público de la educación que prestan “los centros públicos y privados
concertados”, lo ratificó, de nuevo, la reconsideración de las medidas que, con
motivo de la “reconstrucción post-Covid-19”, se habían pensado solo para la enseñanza
pública y que, a finales del pasado mes de julio, fueron revertidas para
atender, “sin segregar”, a la red concertada, privada en definitiva.
La necesidad que tiene la coalición
gobernante de que catalanes y vascos les apoyen para sacar adelante la LOMLOE,
sumada a lo que hace el PP en las Comunidades que gobierna, reafirma un sistema
educativo favorable a seguir interpretando el art.27CE según las posiciones
conservadoras. Aleja, además, la posibilidad de que la legislación española se
parezca a la que rige en Francia las relaciones del Estado y la Iglesia desde
1905; mientras rijan los Acuerdos de 1977-79 con el Vaticano –con la historia
que acarrean de atrás-, un homenaje a los docentes e investigadores exiliados y
depurados en los años cuarenta, similar al que los franceses acaban de tributar
en nombre de la libertad de expresión al profesor Samuel Paty, el pasado día 21
de octubre de 2020, habrá de seguir esperando.
Desiguales
Todo indica que
la arqueológica división del sistema educativo en “escuelas” y “colegios”
-socialmente tan determinante hasta muy entrados los años setenta-, seguirá ahí
y, en algunos aspectos, puede que aumente. La conciliación que imaginó la LODE
en 1985 para poner orden en las subvenciones franquistas a “los colegios”, no
se ha producido; la brecha social que muestran sigue creciendo. En España, uno de los países más
desiguales de Europa según la Comisión Europea, los aproximadamente 671.000
docentes de la enseñanza pública atienden a un alumnado con proporciones de
favorecidos y desfavorecidos inversa -en términos socioeconómicos y culturales-, al que tiene la privada-concertada; esos
profesores y maestros son conscientes de que la relación de su alumnado con
estudios superiores y puestos de trabajo de alta cualificación tendrá una
proporción idénticamente inversa a la de chicos y chicas que atienden los
193.972 profesores y maestros del circuito privado-concertado.
El sistema
educativo actual sigue segregando por este capítulo como lo hizo prácticamente
siempre. Según los datos oficiales, esta otra red de educación ha pasado en
estos cinco últimos a controlar un quinto de los 34.746 millones de Euros del
presupuesto educativo de 2017, un 7,2% más que diez años antes; en el mismo
tiempo, la participación de la enseñanza pública en el crecimiento del presupuesto
solo creció un 1,4 %. No se pierda de vista, además, que cuando de comparaciones
se trata, cuestión que a menudo sacan a relucir los gestores de centros
privados, en su cómputo hablan del gran servicio público que hacen y con menor
coste; no incluyen lo que ha de atender la enseñanza pública subsidiariamente:
la ruralidad de muchas escuelas, los plus de desdobles, profesores de apoyo y
adaptaciones curriculares que, en desigualdad manifiesta, ha de cuidar para no
ser excluyente de raíz con los
ciudadanos más necesitados.
Nómadas
El mundo que
muestra la Covid-19 no se parece al que algunas memes tranquilizadoras han tratado
de imaginar como ocasión para una conversión masiva a la bondad esencial; ese perfeccionamiento místico deja cómodamente fuera la avidez de cuantos ven en
la Sanidad, en los servicios sociales y en la Educación una fuente de negocio.
Más pronto que tarde, sus fautores habrán de escuchar lo que, en un camping
americano de caravanas, entre víctimas de la economía actual, cuenta Jessica
Bruder (País nómada: Supervivientes del
siglo XXI. Capitán Swing: 2020), que le dijo una muchacha conocedora del mundo universitario, con ganas
sobradas para estudiar pero con escasez de recursos –y mucho pánico por
endeudarse con los estudios: “-¿Para qué
seguir estudiando si el mercado de trabajo solo ofrece puestos del nivel más
bajo?”
Manuel Menor Currás
Madrid, 10.11.2020
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