Pese a todo, leer puede
ser un consuelo y una alegría.
El último libro de
Fernando Álvarez-Uría sobre Literatura y Sociología es un buen remedio contra
el pesimismo que empieza a rondar a muchos.
Testigos de la vida, la vemos transcurrir estos días hasta dejarnos sin fe y hablando a solas. Se ha muerto Quino hace unos días y Mafalda se ha quedado estática en el recuerdo, pidiendo que la dejen apearse de la marcha de las cosas en la Tierra. Es verdad que se cruzan por nuestra vida personas irritantes que tratan de tapar a las que la han enriquecido; es momento, de todos modos, muy apto para agradecer reflexiones, trabajos y dedicación de cuantos nos hacen saber un poco más.
Leer Literatura
De estos últimos, es muy recomendable un libro que acaba de salir: Sociología y Literatura. Dos observatorios de la vida social (Morata, 2020), en el que Fernando Álvarez-Uría se adentra, muy bien pertrechado, en la capacidad de la Literatura para contarnos los entresijos de lo que sucede cuando la leemos mientras, al mismo tiempo –como complemento o fuente de buena educación- nos despierta la curiosidad por saber más y ayudarnos a construir un mundo que sea vivible porque la libertad, el conocimiento y la solidaridad se den la mano.
Ahora que tanto se invoca la Ciencia para decisiones que afectan diariamente a nuestra movilidad, no está mal recordar que no todo tiene la misma intención constructiva; en nombre de lo científico y hasta de lo natural, nos ha tocado ver retrocesos y conflictos muy fuertes para la Humanidad; y en Sociología, como en otros campos del saber, tampoco todos los sociólogos reman en la dirección para la que en principio se construyó este campo científico: tratar de encontrar soluciones a los problemas sociales acuciantes. Bien conocidos son los sesgos predictivos de muchos observadores que, desde puestos incluso institucionalizados, trabajan para un control social cada vez más preciso y paralizante; los poderes que quieren gente mansa y obediente no son cosa exclusiva de los guionistas de ficción.
El interés de la Literatura o del arte en general como punto de encuentro de mentes sensibles con cuanto sucede alrededor y, por tanto, como buen observatorio para ver cómo va el transcurso de la Historia humana en su difícil construcción de un hábitat más justo y más libre para todos, no es nuevo. Son muchos los materiales bibliográficos que se pueden aportar en esta dirección, pero también se podrían aportar muchos otros en sentido contrario, de mentes ocupadas en hacernos sentir un gran pesimismo o simplemente distraernos con naderías y pleitos diversos, muy aptos para dificultar cualquier voluntad de entendimiento.
Saber mirar, saber leer
El libro de Fernando reactiva la línea optimista de los que entienden que leer está bien si se desea aprender algo, y que está mejor cuando el conocimiento que descubre el que lee es de gran calado para aportar luz en cómo orientar la acción convivencial con los demás. Que en este momento de incertidumbre haya fijado su atención en la Literatura, supone, además, captar a los urgidos de poco tiempo a inclinar su sensibilidad hacia la lectura. Igual que en otras ocasiones nos ha instruido en el mundo psiquiátrico, la percepción del arte, o en algo más abstracto como el difícil proceso de reconocimiento de la humanidad en los otros, en este libro, además de proporcionar una buena guía de lecturas relevantes sobre siete campos temáticos de relieve político y social, su forma de acercamiento a las que comenta o sitúa en un contexto preciso divulga una metodología de lectura, valiosa por sí misma para cuantos dudan si leer o no. Desde su mirada sociológica, con una actualidad propicia al desencanto, la precariedad y la discriminación, enriquecerá las miradas de cuantos aspiran a saber leer qué pasa en un mundo en que es urgente que los Derechos Humanos, además de una proclama, sean la norma de las relaciones entre unos y otros.
Leer Literatura, buena y mala, no es solo un modo de distracción, que puede serlo y muy divertido, sino una manera de aprender a mirar y que lo que hacemos o dejamos de hacer contribuya a disminuir las formas de violencia y sufrimiento gratuitos. Ya miremos el mundo del yo o el de los asuntos políticos comunes, el de las pautas sociales colectivas, el de la moral social, las relaciones laborales o el feminismo, los escritores han estado ahí como testigos conscientes; Sociologia y Literatura es, en estos campos específicos, una mano amiga que acerca al lector a lo que acontece en más de 200 obras literarias que pueden servirnos de indicación para que conocimiento y sentimiento se aúnen esperanzadamente en la construcción de la textura apropiada que posibilite las mejores aspiraciones humanas.
En la conclusión de su libro, el autor trae a colación la propuesta de Camus en su discurso con motivo de la concesión del Nobel de Literatura de 1957, en que proponía “restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre y reconciliar de nuevo el trabajo y la cultura” en medio de un mundo amenazado. Porque enriquece nuestra mirada y porque contribuye a que sea verdad que la renovación de esta sociedad solo puede venir de la educación y de la cultura, al modo de mirar de Fernando puede aplicársele lo que el hispano-francés escribió enseguida al profesor que se había ocupado de él cuando era pequeño. Lo que Camus recordaba al Sr. Germain: “Su mano afectuosa…, su enseñanza y ejemplo… sus esfuerzos, su trabajo generoso”, continuará vivo en el lector.
Manuel Menor Currás
Madrid, 12.10.2020.
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