La Historia –no las
historias- es vital para quienes quieren entender los cambiantes procesos en
que, aunque no lo sepan, pueden estar involucrados.
El próximo 17 de septiembre, diversas asociaciones de Torrelodones,
localidad madrileña casi serrana, conmemoran el 80º aniversario de la muerte
del que fuera su maestro desde 1931 y
alcalde de su Ayuntamiento desde las elecciones de 1936. Las tapias del cementerio de La Almudena, en
Madrid, fueron testigos mudos de su muerte el 15.09.1939, como lo fueron de
muchos otros fusilamientos en los años de la inmediata postguerra.
Pasado/Presente
Es de celebrar el reconocimiento que, especialmente desde 2014,
viene suscitando públicamente en ese pueblo este maestro republicano. La democracia
actual todavía no ha encontrado el modo de conciliarse con quienes no dudaron
en defender los valores de que presume. Salvo en espacios muy concretos, no se
ha normalizado la “memoria histórica”: grupos y personas hay que propalan como
“infame” cuanto a ella concierna. Los historiadores y los docentes encargados de
enseñar qué haya sido ese primer tercio del siglo XX no han logrado transmitir
qué sea lo realmente acontecido, qué
haya cambiado o no desde entonces, y hasta qué punto tenga interés colectivo el
conocimiento riguroso y fiable de todo ello. No son los que más twitean los más
enterados al respecto, ni tampoco los revisionistas ocupados en aumentar el desconocimiento
general. Con los riesgos que implica para la convivencia ignorancia consentida
o promovida.
Lo ocurrido entre 1936 y 1945 –prorrogable en muchos casos hasta 1975-
con los maestros, profesores, investigadores y especialistas en aunar la modernización
del saber con el modo de comunicarlo, fue especialmente grave por el retraso
que supuso. Todavía da pavor leer en el BOE de 10 de diciembre de 1936, las
instrucciones que cursó José María Pemán para que actuaran las Comisiones de depuración
dando ánimo a desprecio, delaciones y sufrimientos sin cuento, además de exilios
indeseados. En la inauguración del curso 1940-41 -justo cuando asesinaron a
Mariano Cuadrado-, el ministro de Educación, José Ibáñez Martín lo explicó
diciendo:
“Era vital para nuestra cultura amputar con
energía los miembros corrompidos,
segar con golpes certeros e implacables de guadaña la maleza, limpiar y purificar los elementos
nocivos. Si alguna depuración exige minuciosidad
y entereza para no doblegarse con generosos miramientos a consideraciones falsamente humanas,
era la del profesorado”
Presencias
Este luctuoso aniversario permite recordar que estamos EN PRESENCIA DE UNA AUSENCIA. Este
oxímoron es el título de un libro de Mahmud Darwix, fruto del éxodo palestino desde 1947. Igual que
vale a este poeta para explicar su trayectoria literaria con ese peso,
preguntando a los hombres de buena voluntad “si la tierra de los hombres es
para todos los hombres”, es apropiado para quienes, por efecto de resoluciones
como la que quitó la vida al maestro de Torrelodones, no tuvimos como docentes
a quienes nos hubieran correspondido si hubiera sido otra la Historia de España
y no hubiera sido entregado el Ministerio de Educación Nacional a personas muy
alejadas de la calidad educativa, más interesadas en controlar, vigilar y
castigar heterodoxias del nacionalcatolicismo, que en los menesteres del
conocimiento y su disfrute.
Además, como sucede a Darwix con Galilea, le sigue pasando a muchos
españoles con su sistema educativo. Más que algo sólido y consistente, solo les
resulta un sistema de palabras, de “nombres escritos con vapor”, en que prima
la bipolaridad ambigua e inconcreta: escuela/colegio, pública/privada, educación/escolarización, libertad/coerción,
conocimiento/dogmatismo, laicidad/confesionalismo, igualdad/segregación, etc..
El peso de lo segundo siempre se come el valor significante de lo primero, y la
“mejora de la calidad” -gran obsesión neoliberal- se encomienda siempre a la voluntariedad de las
y los docentes y a los artefactos tecnológicos. Algo más aparente que real, desestructurado y
aleatorio.
Esta configuración dicotómica, que tiende a crecer cada vez más –y
desmoraliza a cuantos han peleado por una escuela pública digna, exigente y
bien valorada-, tiene historia. Estamos en PRESENCIA de un sistema que se ha
fortalecido en estos 80 años, sobre lo que había sido la educación española
desde antes de la Ley Moyano en 1857, como Yvonne Turin estudió tan bien.
Consolidado desde que fuera fusilado Don Mariano Cuadrado, las modulaciones que
ha tenido desde 1975 han sido leves y es muy reconocible qué queda de esa
trayectoria.
Desde 1936, los golpistas trataron de erradicar el asentamiento de
los derechos civiles y las realizaciones republicanas que los llevaran a
efecto. Se apresuraron para que las generaciones que fueran a la escuela después
de su “triunfo” no los echaran en falta. Depurados y amedrentados cuantos
maestros, profesores y científicos pudieran defenderlos, la primera PRESENCIA
que impusieron fue ralentizar la erradicación del analfabetismo. Si se leen los Acuerdos de la Moncloa, de
octubre de 1977, se constatarán las grandes carencias con que iniciamos la
Transición. No se olvide que solo a finales de los ochenta –cincuenta años
después de terminada la Guerra- pudo decirse que estaba escolarizado el 100 por
100 de los niños y niñas españoles menores de 14 años.
Ausencias
Por otro lado, la imposición en las aulas de AUSENCIAS como la de Mariano Cuadrado supuso
una quiebra potente en la modernización de saberes y en el crecimiento de los
ritmos y valores democráticos desde la escuela. En su lugar, el miedo, el
tradicionalismo y la cerrazón dogmática tuvieron amplia facilidad para
imponerse. No es difícil advertir cuánto
han perdurado muchas carencias en el
sistema educativo, o cómo tratan de sostenerse más allá de la estricta escolarización
afectando a la universalidad de una educación en igualdad. Recuérdense, en este
sentido, las manifestaciones que siguieron a la LODE (1985) y a la LOGSE (1990)
y quienes las promovieron enarbolando que significaban la “egebeización”,
“bajada de nivel” y consignas similares. Obsérvense, en fin, los giros que
impuso la LOMCE en 2013, y se podrá advertir cómo las formas de ralentización
se han transmutado hacia cuanto implica la
universalización de la igualdad cualitativa de una educación homologable. Ese sigue siendo el gran reto después de 80 años.
Bastantes de las tensiones que en este
preciso instante cruzan por Ferraz no son ajenas a las discrepancias en este
campo, mientras los eslóganes y prácticas del conservadurismo político agudizan
la desigualdad.
Al conmemorar la ausencia de Don Mariano Cuadrado, el sistema
educativo español sigue estando en PRESENCIA de múltiples AUSENCIAS. Las
generaciones escolares de estos 80 años han tenido que soportarlas y solo los
esfuerzos adicionales de los docentes voluntariosos han dignificado una situación
que, a veces, sigue siendo penosa. Las configuraciones sucesivas del Estado
nunca se tomaron la educación de los españoles con el compromiso que lo
hicieron los republicanos del primer bienio. Y es previsible que esa dejación
tan arraigada prosiga –junto a muchas otras que coartan la generalización de
una buena educación para todos y todas-
mientras desde las Consejerías de Educación y desde el Ministerio de
Educación solo se ocupen de “la calidad” educativa como de un bien de consumo, sin preocuparse de que la corrupción del
lenguaje atrapa pronto a toda la sociedad. ¿Es de justicia revertir la
situación de presencias y ausencias existente?
Manuel Menor Currás
Madrid, 10.09.2019
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