¿Es
un asunto de Estado la educación igual de los españoles?
Se
habla estos días de buenismo y presuntos “asuntos de Estado”, de diálogo y de
disputas con la Moncloa. Se echa en falta la educación.
El verano es pródigo. La desinhibición hace que las obsesiones se
salgan de sus reprimidos cauces, la prudencia desaparece y resplandece lo que
importa. Atentos, pues, a ese subconsciente.
La presunta “ausencia de noticias” –y las olas de calor- no debieran
pretextar que las serpientes de verano propiciaran el embobamiento informativo
.
Bullen por los medios –por si espabilan las neuronas- los grandes ASUNTOS DE ESTADO, en que la LEALTAD entre los distintos partidos
debe ser primordial. Ese núcleo duro de cuestiones principales, cuasi
inamovibles y reservadas, se supone que ha de preservarse del debate partidista
en que fajarse a diario para darse a conocer mejor al tiempo que, aprovechando
los descuidos o impericia de quienes
estén en el Gobierno, se prepara el terreno para su remoción. De Maquiavelo
para acá este concepto central de la gestión política se ha perfeccionado tanto
que puede resultar a veces
insignificante, tan válido para un roto como para un descosido. La organización
estatal -más desvinculada de
personalismos a medida que se ha modernizado su burocratización- ha subsumido
como propias las materias que en el Ancien
Régime eran preocupación especial del monarca en el logro de “la felicidad
de sus súbditos” e, incluso corrían a cargo de su “bolsillo secreto”.
Esa vinculación con un
objetivo tan atractivo como variable ha permanecido incólume en la agitada
historia de las transiciones desde que las monarquías autoritarias empezaron a
desvincularse del feudalismo señorial. Y sigue siendo impreciso en que medida los ASUNTOS DE ESTADO tienen que ver con la
vida ciudadana: supuestamente, el Estado
es un ente superior que la engloba desde que la modernidad del siglo XV barruntó una separación de recursos entre lo
que era del rey y lo que pertenecía a sus súbditos. Pero casi siempre, pero más
según quien mande, demasiadas veces tenemos la impresión de que sigue siendo
verdad aquel veraniego eslogan que, trucado, proclamaba: “Cuando un monte se
quema algo suyo se quema…, Señor Conde”. Redunda en ello que no nos
distinguimos por tener una EDUCACIÓN
CÍVICA acorde e igual para todos los escolares.
Algo suyo se quema…
Siendo punto tan sensible, audaz es que hayan aparecido en escena
los ASUNTOS DE ESTADO. Con motivo de
la visita de Casado a Sánchez en la Moncloa, el segundo le ofrece al primero cinco acuerdos que, a su entender, son claves por reservárseles
esta categoría de alta política. De Casado, a su vez, se nos ha ofrecido un
disenso previo, porque el territorio que prefiere marcar va por otros caminos. En este escenario supuestamente abierto, en
que las primeras escaramuzas son para situarse en un campo propicio, a los
lectores de prensa u oyentes de lo que transmiten las ondas, se les somete a
los masajes también más proclives para predisponer preferencias. En su fuero
interno, cada cual ha de ir inclinándose a merced de las fintas que propone
cada actor político: el modo de hablar, el énfasis que da a cada cuestión, el
riesgo de que pretende prevenir ante un panorama siempre incierto, irán
disponiendo el favor de cada votante
hacia uno u otro lado… o hacia ninguno.
No se han de olvidar,
además, en el rápido devenir del verano,
las fugaces apariciones de los comparsas. Estos peones también
juegan, en pro de uno u otro lado del
tablero de ajedrez. Ahí están –entre otros- los abanderados del franquismo, con
frentes tan controvertidos como el Pazo de Meirás,
Cuelgamuros o una supuesta desmemoria “vilipendiada". Tampoco cesan los eternos profesos del confesionalismo
católico, indisoluble de los asuntos de Estado… Hay mucho donde fijarse, para seguir el nudo y el
desenlace de lo que no es serie, novela ni obra de teatro, sino el núcleo de las decisiones que se toman –o se van a
tomar- en nuestro país. Llama la atención, en todo caso, que ni Casado ni
Sánchez tengan la educación de los españoles entre los ASUNTOS DE ESTADO. De momento, en lo que trasciende a la opinión
pública sobre tales preocupaciones, ¿siguen la tradición? Por ahora lo del máster de Casado sí parece asunto serio. Tal vez a la educación de todos
para todos le toque después… Atentos.
Manuel Menor Currás
Madrid, 02.08. 2018
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