En el Ateneo de Madrid, el 29 de marzo pasado se produjo un diálogo poco frecuente, con la participación de un representante de las escuelas católicas, de la escuela concertada laica y yo mismo, que provengo de los movimientos de renovación pedagógica, defensores de un modelo de escuela pública.
En el encuentro, en el marco de “Diálogos por la educación”, cada uno presentó su visión del derecho a la educación desde su modelo de sociedad, de persona y de escuela. Surgieron temas de gran complejidad y en los que hay posiciones muy diferenciadas desde hace largo tiempo. Todos sabemos dónde estamos. Aun así, algunos reconocimos que es necesario abrir un diálogo basado en la escucha, en el conocimiento del otro, en la honestidad que viene del encuentro en la búsqueda del bien común, si es común el bien que se busca, cosa difícil de dilucidar ante tanto intereses contrapuestos.
Se explicitó la diferente concepción del derecho de todos a la educación y de la libertad de elección de centro. Muy sintéticamente, para la escuela privada concertada este derecho se concreta en la libertad de todas las familias para elegir el centro educativo que desean para sus hijos y en que todos puedan elegir en condiciones de igualdad, eso justifica la demanda de mayores recursos para la enseñanza concertada. Para los que defendemos la escuela pública es hacer realidad la educación de máxima calidad para todos en el espacio público. Poco más.
Ahora sería positivo avanzar en un diálogo sincero desde lo que nos une (sacar lo mejor del ser humano, determinados valores…) y lo que nos separa (diferente concepción de lo público y lo privado, de la libertad de elección, de la sociedad…) para poder construir ese derecho común. Parece necesario salir del encasillamiento en que nos metemos unos a otros y nosotros mismos para romper preconcepciones que hacen imposibles las bases de un diálogo sincero. Todos tendríamos que avanzar en la autocrítica, casi ausente en ese diálogo. Ponerla en común teniendo en cuenta los fines de la educación implícitamente aceptados y, quizás, divergentemente interpretados.
A lo largo del diálogo se hizo alguna referencia descalificatoria de la “nueva escuela privada”, nicho de negocio de las grandes corporaciones empresariales de nuestro país, pero nada más.
Creo que hemos de hacer autocrítica de todo lo que sucede en el espacio de la escuela de titularidad pública para salir del conformismo y la imposición y avanzar en la construcción de la escuela pública que queremos. Hoy hay un proyecto claro y evidente, por parte de los actuales administradores del Estado, de destruir la educación pública rompiendo el espacio de la realización del derecho de todos a una educación de calidad. Por eso hacen una opción, plasmada en presupuestos y leyes de educación, de transferir lo que es de todos a solo algunos y a su negocio privado. Constatamos que desde la gestión institucional de las políticas educativas se quiere ir en dirección contraria al modelo utópico referente de la escuela pública que muchos queremos construir desde hace tiempo.
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