Se encargarán de que lo
creamos. Reiteradas comparecencias educadoras de nuestra mirada, oído y mente,
querrán que entendamos que todo ha sido por nuestro bien y que vamos a mejor.
El modelo del PP es el que marca la pauta: le va en ello la fecha de caducidad en
el Gobierno. Por eso Guindos –decía la
SER este uno de enero- ha iniciado 2015 anunciando que los contratos
indefinidos crecen y que la gente ya “ha perdido el miedo a perder el puesto de
trabajo”: señal de que vamos por buen camino (con Rajoy como guía
impertérrito). Nada le ha importado que los datos sean más tercos, o que el
ejecutivo haya prorrogado la tarifa plana de cien euros porque la contratación
indefinida no despega: es similar a hace dos años y sólo el 25% de los
contratos formalizados en 2014 se ha acogido a esta facilidad de pago a la
Seguridad Social condicionada a que el empleador sostenga el puesto de trabajo
durante tres años. Con una brizna de verdad, se puede construir una complicidad
ilusionada.
Como explicó Lakoff (No pienses en un elefante),
la lingüística cognitiva es un campo de batalla donde son posibles logros
insólitos, y hasta imposibles, si se dispone de los medios adecuados para
moldear la percepción de la gente. Existen en la escena política actual variados
contramodelos de recurso al campo semántico. En el PP le han confiado mantenernos
en el guindo durante todo el año a base de multiplicar las comparecencias
públicas de unos y otros próceres en diversos lugares de la geografía y que los
dóciles medios redupliquen su verborreica imagen activa, preocupada y ocupada en
traernos el bien perdido o defraudado. Fastos y primeras piedras -que muchas
veces sólo serán ingeniería de imagen- harán que nos acompañen fielmente
durante un tiempo y que su presencia vaya creciendo poco a poco,
inmisericordemente, en telediarios, debates, artículos de opinión y primeras
páginas de la prensa, a medida que nos acerquemos al 26 de mayo. De ahí en
adelante, se acelerará el tempo y la
intensidad. Les veremos sonrientes casi todos los días, bajo colores y músicas
que nos hagan olvidar los martiriales recortes a que nos han sometido durante
estos tres años y nos hagan ver que ellos han hecho su labor, han recuperado el
crédito internacional, nos ayudan como nadie y todo lo recortado ha sido “por
nuestro bien” -igual que cuando los maestros de antaño nos castigaban o pegaban
por nuestros excesos e incumplimiento de los deberes-. El orden instituido –el
suyo, predominantemente- estará bien protegido si sobreentendemos que los
culpables de lo que pasa somos nosotros. O que iremos por desleal camino si
mostramos desafecto o simplemente desaliento y tristura por el estancamiento y
retroceso de expectativas en que estamos sumidos.
Un año desmemoriado es el objetivo educativo a lograr, más pronto que tarde, por
quienes vigilan en este momento nuestro cuidado. Mágicamente, hemos de aprender
a repetir que nuestros parados ya están disminuyendo, el hambre de los niños no
existe, la sanidad es mejor que nunca, la educación ya está mejorando, nuestra
deuda no existe, crece la economía y nuestros ladrones –políticos o amiguetes-
tan sólo son unos chicos descarriados en fase de reeducación. En esto están –y
hasta legislan- y, además, inauguran cosas, señal de que la crisis no ha
sucedido: sólo ha sido un mal sueño. En este limbo al que nos intentará llevar
la propaganda que está en marcha, los estándares de aprendizaje que se esperan
de nosotros precisan que hagamos algunos deberes, como, por ejemplo, ver más la
tele pública y las autonómicas, cada vez más ocupadas en hacernos llegar la
buena nueva igual que el grandioso club de la buena prensa. Nos pedirán cuenta
de ello de continuo, pues ya se sabe que hay gente odiosa, empeñada en que
pensemos mal de todo y podemos desviarnos. Esto nos permitirá interiorizar
fácilmente que nada ha sucedido en Sanidad, Educación, Justicia, Libertades
cívicas de expresión y manifestación, Derechos laborales y salariales y que,
afortunadamente, todo funciona divinamente…, “como Dios manda” o la Naturaleza
exige -como puede verse por los jóvenes mejor preparados de nuestra Historia-. Hará,
además, que no prestemos demasiada atención a la cantidad de corruptos que
crecen cada día: según cuentan, el mundo es malo, todos tenemos el pecado
original en el cuerpo y, además, ahí tenemos funcionando –independiente- a
nuestra intachable Justicia para que haga lo que pueda, “de raíz y sin
contemplaciones”. No hemos de fiarnos,
pues, de lo que vemos a diario en nuestro entorno: no estamos capacitados para
ver y comprender y hemos de reeducarnos suave y dulcemente antes de juzgar.
Tener criterio propio significa ver como se debe ver, como nos digan que
veamos; nuestro criterio es muy libre –nadie nos obliga, ¿no?- , pero no estaremos
nunca a la altura de quienes tienen una visión clarividente desde el poder: ¡dónde
vamos a parar!
Quieren que les queramos: esta es la cuestión. Por eso están haciendo tantos esfuerzos
para que brille su acobardado prestigio, cuando sucesivas encuestas han puesto
en primer plano que nos preocupa mucho la corrupción y los procedimientos
privilegiados de la política fetén y que, como consecuencia, ha crecido nuestra
desafección y, con ella, las organizaciones y frentes de protesta cívica,
potencialmente desestabilizadoras de nuestro ordenado quebranto. Tratarán de
demonizar, por ello, a cuantos de una u otra manera critiquen su quehacer opaco,
poco ligado a los intereses de la mayoría social. El problema es que esas
iniciativas parecen acrecentar la afección de la gente encuestada hacia los
demonizados. Probablemente lleguen pronto el miedo y las amenazas de quienes de
verdad mandan –como ya está sucediendo en Grecia- y, de paso, las líneas rojas
a que deberemos ceñir nuestra capacidad de voto para que –libremente- decidamos
no defraudarles en las urnas y demostremos que les queremos. Todo será por
aumentar la felicidad del año 2015 y la paz internacional.
“Regeneración”, “transparencia”,
“participación”, van a ser, por tanto, las palabras
más reiteradas en este año en curso, como signos de una presunta “democratización”
renovada que ya se viene anunciando desde hace algún tiempo. Igual que sucediera a algunos personajes de la
Transición -según la interpretación de Gregorio Morán, en El cura y los mandarines-, todavía no sabemos bien si de
metamorfosis o transformación se trata, pero, al margen de si proclamamos a
Franz Kafka como patrono de este año, sí vamos a ver al paso de los días cómo
la semántica de estos términos sufrirá serios deslizamientos hacia el cero significativo
o, si no se apagan los otros modelos en liza, servirá de fuente de votos
indecisos. Ahora que selfie se ha
castellanizado -desviando el desarrollo de autofoto o autorretrato, más propios
del castellano-, el autobombo estará en primer plano impidiendo, en todo caso,
que nos enteremos bien de qué grado de sometimiento obediente va a requerir la creciente moda afectiva
de unos y otros por las susodichas palabras.
La cultura y la
educación también van a desempeñar una buena
labor en este esfuerzo simulador. No me refiero a los bien educados y cultos -especie
difícil de catalogar como tal en su ser y en su juego social, como ya nos
previno Mark Twain-, sino a la estructura educativa y cultural de que disponen
los actuales gestores del Ministerio polifacético y unidireccional. Serán usadas
estratégicamente, y manipuladas con cierto descaro para que comprendamos mejor
el mensaje. Estos días pasados, han inaugurado en Sitges un Museo. Unos días
después, la ministra mejor valorada del actual Gobierno, inauguraba en Lalín el
“Museo Galego do Títere” -todo un símbolo de lo que sucede, digno del mejor
Valle-Inclán-. Hemos vuelto a ver varias inauguraciones de tramos de carretera
y de otras áreas constructivas. Veremos más y más -porque sólo estamos
empezando este año feliz-, pero en esta fiebre resucitadora de rituales alusivos
al progreso económico en que al parecer ya estamos de nuevo, no se dirá, por
ejemplo, cómo mutilan los presupuestos de atención y cuidado en museos tan
emblemáticos como el Nacional del Prado o el Arqueológico Nacional; el primero,
en números rojos ya y, el segundo, reabierto no hace mucho con temeraria
escasez de personal. Igual que el también recientemente reabierto en la calle
Fuencarral de Madrid, que pretende relatar la Historia de la ciudad. O como
miles de aulas en toda España, con exceso de alumnos, limitación de profesores
mal atendidos y otras precariedades que seguirán campeando como en el año
pasado… Tus ojos de lector han podido contemplar o sufrir muchas otras
restricciones, pero no importa. Hay que lavarse bien para ver mejor. Porque si,
según elconfidencial.com (2015-01-01),
nuestro “índice de felicidad” ya se ha mejorado mucho respecto a hace dos años
–aunque no alcancemos la media de una peculiarísima encuesta oportunista-, todo
se transformará muy a juego para que 2015 sea un año feliz. También lo quiere
Coca-Cola –como habrás visto al compás de las uvas de fin de año-,
probablemente sabedora de que la “felicidad” de sus obedientes súbditos es lo que
prescribían los manuales de príncipes –e incluso el teatro palaciego-, al
mostrar, en el siglo XVII, cómo educar a éstos en sus obligaciones absolutistas
hacia aquéllos.
Manuel Menor Currás
Madrid, 01/01/2015
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