lunes, 19 de mayo de 2014

"CALIDAD LOMCE: ya se perfilan las pautas de “calidad” a que han de atenerse los centros educativos y sus profesores" (Manuel Menor)

Reproducimos un nuevo artículo de opinión de Manuel Menor Currás:




No es necesario que se implante la LOMCE para saber en qué consiste “la mejora” de la enseñanza que propugna. Ya lo están contando, antes de iniciar su andadura.

Esta semana ha sido pródiga en camuflajes de despiste.  “La inquina” desatada entre Astorga y León y su secuencia de presunta “violencia social” que, según Dña. Rita Barberá ha suscitado en los medios, afiliados según D. Jorge Hernández, a la “Yihad islámica”, ha sido cegadora. No lo ha sido menos la “caballerosidad” del Sr. Cañete ante su contrincante femenina, la Sra. Valenciano, para no abusar de “su superioridad intelectual y parecer que estás acorralando a una mujer indefensa” y que pudiera “ser considerado machista”. Hasta  para un exministro de Agricultura de este tiempo -cuyas capacidades de lectura de chuletas en el presunto examen que suponía el cara a cara celebrado en TVE, en la fiesta del labrador San Isidro, no pasarían PISA-, sus dichos y hechos resultan excesivamente rústicos... No han faltado, sin embargo, algunas revelaciones a propósito de la tan mareada “calidad educativa” que, al parecer, va a ”mejorar”  la LOMCE, de modo que empezamos a tener constancia explícita de su mismidad esencial.

Por su impagable valor documental, merece destacado lugar una circular de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria. Desde la Dirección General de Ordenación Académica e Innovación Educativa –concretamente, desde la Unidad Técnica de Evaluación y Acreditación-,  pretendían explicar, el pasado día ocho de mayo, a los directores de los centros educativos sostenidos con fondos públicos  los pormenores prácticos de una Orden, la 114/2013, de 2 de octubre, en que se regulaban “los programas para LA MEJORA DE LA CALIDAD”.  A la hora de elaborar tales programas, recordaba que habría de establecerse un “procedimiento para su evaluación y, en especial, indicadores que permitan comprobar, de manera clara, el grado de consecución de los objetivos”, así como que, “en la memoria final, se hará mención expresa a los resultados obtenidos en los indicadores elegidos”. Tales indicadores –disponibles en la plataforma Yedra- entiende el responsable de esta circular aclaratoria que han de ser considerados como un instrumento para facilitar la propia reflexión sobre la práctica educativa y sus resultados; “no reflejan –aclara- toda la compleja realidad y diversidad” de los centros educativos, de modo que “aspectos como la atención a la diversidad o los planes de apoyo y refuerzo no son contemplados, y esto es así porque lo deseable para alcanzar éxito educativo es que el mayor esfuerzo de los centros no se centre en recuperar a los alumnos que han fracasado, sino en conseguir que transiten por las etapas obligatorias de la educación por su ´camino natural`”.  No estaba entre las potencialidades de esta directiva burocrática el cambiar o erradicar al alumnado diverso que, con toda su complejidad, acude a los centros educativos. Tampoco el modificar en exceso los “encomiables esfuerzos que los centros realizan apoyando y reforzando a los alumnos con dificultades”, pero sí el reorientarlo todo hacia el verdadero objetivo del sistema: “una filosofía de anticipación frente a una filosofía reparadora”, pues lo que persiguen estas evaluaciones y sus indicadores –asegura- es poder visualizar “el tránsito de sus alumnos por la etapa obligatoria y permitirles corregir las disfunciones detectadas”, a fin de “aminorarlas en las siguientes promociones de alumnos”. Es decir, que todo lo demás que se supone implícito en “educar” –y educar a todos-  no importa. Aparte de otras consideraciones sobre la equidad educativa –exigida por el art. 27 de la Constitución-, esta significativa circular pone en evidencia la hipócrita combinación de calidad y recortes que en muchas comunidades se ha padecido desde hace años, bastante antes de que apareciera la LOMCE. Sus recomendaciones –avaladas ahora por el articulado de esta ley-  recuerdan en exceso la despreocupación gubernamental existente por los niños con carencias incluso alimentarias que, hace poco, traían a colación tanto Cáritas como Save the Children, y son un presagio de lo que contaría el pasado día 15 ElDiario.es sobre una sesión del Ayuntamiento toledano: “El PP abandona el Pleno de Toledo para no escuchar a padres de niños con cáncer” (http://www.eldiario.es/clm/PP-municipal-Pleno-escuchar-oncologicos_0_260374766.html).

Esta línea de la Calidad = selección, excluyente de una gran cantidad de gente a la que sus exiguas circunstancias salariales ha reducido a la pobreza real o a una posibilidad inminente de pauperización, quiere dar la apariencia de que todo es “natural”. El autor intelectual de la circular cántabra habla del “camino natural” que tendrán los que no  van a tener una buena educación porque necesitan apoyos extra inexistentes. La Naturaleza y Dios siempre han sido un buen pretexto, presuntamente científico o teológico, para justificar todo tipo de desigualdades y la nula voluntad de ponerles remedio civilizado: todos los gobiernos absolutistas del Antiguo Régimen y las diversas dictaduras siempre han actuado “por la gracia de Dios”. Es evidente, en todo caso, que el mejor indicador de calidad de lo deseable es el esfuerzo, económico e intelectual, que ponemos en el logro de nuestros afanes por la dignidad de la “Polis”. De lo primero, podemos decir que lo esperable para dar cobertura a la LOMCE no sólo es la no reversión a la situación anterior a los recortes efectuados en todo lo importante en estos últimos tiempos, sino que todavía nos quedan una serie de escalones a bajar. Tanto si se analiza el Plan Nacional de Reformas 2014, como si  se estudia el  Plan de Estabilidad 2014-2017, se puede establecer que, en estos años inmediatos, se mantendrá el conjunto de medidas aprobadas en su momento y, además, que seguiremos descendiendo  hasta el 3,4% del PIB. Al final de esta pendiente en picado, nos habremos situado aproximadamente  en el nivel de inversión educativa que -según estimaciones de Francisco Javier García-, habrá alcanzado el nivel que teníamos hace 24 años. Recuerden: el mismo de cuando se puso en marcha una LOGSE sin recursos para su implantación digna.  Dicho de otro modo, que mientras algunos hablan de herencia recibida para defender un presunta hidalguía socioeconómica e imponer criterios de desigualdad demostrativa nada naturales, la mayoría desprovista de medios está en trance de ser excluida de la mínima igualdad de oportunidades que la educación pública trataba de facilitarles en años pasados. Esta es la mediocridad hereditaria que propician los exhibicionistas de poder político irresponsable.

En cuanto al esfuerzo intelectual que se haya puesto por propugnar, defender y legalizar esta “calidad” tan selectiva y reduccionista, no parece que haya sido mucho. Para copiar consignas y metodologías americanas del tipo Tea Party, Fundación Heritage o  www.libertad.org , ya es suficiente con los oportunismos de FAES o de las organizaciones que el catolicismo político conservador tuvo siempre muy cercanas al poder –o en el poder mismo- desde la época de Ibáñez Martín hasta el presente (Ver: PARÍS, Carlos, Memorias sobre medio siglo, Península, 2006, p. 23). Aunque los tiempos no propician la lectura –o eso predican demasiados observadores-, todos debiéramos volver a leer qué hayan escrito sobre estas cuestiones, por ejemplo, BAUDELOT, C. Y ESTABLET, R., La escuela capitalista en Francia (Madrid, Siglo XXI, 1976), o, diez años más tarde, BOWLES, S. Y GINTIS, H., La instrucción escolar en la América capitalista. Y, entre muchos otros autores -españoles algunos-,  un librito de Rafael Feito, publicado por el CIDE (Madrid, M.E.C., 1990), Nacidos para perder. Un análisis sociológico del rechazo y del abandono escolares. Con unas cuantas lecturas y muchas ganas de entendimiento, dejaríamos de discutir de esterilidades nominalistas y tal vez fuéramos capaces de establecer unas bases democráticas dignas para una enseñanza de calidad para todos.

Entretanto, el propósito de políticos y gobernantes –como ha dejado en el aire el último “Cara a cara” de TVE, so pretexto de elecciones europeas- parece cifrarse en tener entretenido al personal con sus propias controversias. La alta misión que han recibido para gobernar se traduce en exceso –como decía un sarcástico autor francés en 1887- en “suscitar, lo  más a menudo posible, guerras, epidemias, temores, esperanzas, acontecimientos de toda clase -afortunados o desafortunados, poco importa-, cosas, en fin, que sean capaces de alimentar la charla banal, inocente y digestiva, de todo ciudadano” (Ver: L´ISLE-ADAM, Villiers, La extraña historia del Doctor Bombonet, Alfaguara, 1977).



                                                                           Manuel Menor Currás *

                                                                                               Madrid, 17/05/2014




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* Catedrático de Instituto (Licenciado en Historia, Doctor en Ciencias de la Educación, colaborador de Escuela…).

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