Joan Toni Fuster // Soy maestro de música desde hace 14 años . En principio hacer de maestro no fue mi vocación . Siempre soñé dedicarme al arte. Tampoco puedo decir que me guste hacer de maestro en su totalidad, ya que detesto poner notas, etiquetar a un niño con un número, corregir exámenes ordinarios, hablar de problemas idiomáticos, ponerme de acuerdo si utilizarán el lápiz azul o si corregirán en rojo, corregir pruebas o hacer estadísticas que sólo sirven al Gobierno para disfrazar la realidad… a mí me gusta estar con los niños. Me gusta cuando me cuentan sus historias, que me sonrian, que me digan cuáles son sus preocupaciones, me gusta verlos pasarlo bien, saltar a cuerda, bailar y cantar canciones.
Pero no todo es así de bonito. A menudo estamos luchando por hacernos escuchar, los niños vienen a la escuela bastante nerviosos de casa, el tiempo nos ametralla por todos lados, hacemos clases de 20 minutos cuando logramos hacer silencio… los niños nos están poniendo a prueba, ya no quieren pasar por lo que hemos pasado nosotros, los adultos de ahora, porque la realidad que les contamos que van a vivir, o el futuro que les han prometido no es, ni por un instante, los patrones que estamos tan acostumbrados a repetir.
Los niños que vienen a mis clases saben que hay dos temas tabú del que no hablamos: ni de ser famoso para ganar mucho dinero, ni tampoco si esta actividad aspira a nota. En mis clases se hace música, se canta, se baila, tocamos instrumentos, creamos canciones y ritmos en grupo, hablamos de sentimientos y aprendemos juntos como podríamos gestionarlos, hablamos de paz, de solidaridad, de aprender a ser personas y de lo importante que son para el futuro. Hablamos de historia, de tradición, de cultura popular, de cultura y arte en general, preparamos la Navidad, las fiestas locales y de final de curso, nos enfadamos y lloramos y sobre todo reímos si la situación lo permite. Intentamos descifrar lo que es esencial de lo que es importante.
La lengua nunca ha sido un problema, ni por chinos, ni peruanos, ni ecuatorianos, ni mexicanos, ni bolivianos, ni indios, ni ucranianos, ni rusos, ni árabes, ni africanos… no lo es si eres feliz en el lugar que te han acogido. Tampoco son un problema los niños con necesidades educativas o especiales como nos quieren hacer creer, ni tampoco retrasan al resto de alumnos. ¿Quién es el resto ? De esta respuesta yo no quiero formar parte.
En mi clase se baila empujando sillas de ruedas, con miradas y sonrisas de complicidad, dando las manos para hacer corros, nos ayudamos mutuamente a afrontar barreras, a no tenerlas que saltar, nos hacemos abrazos y aprendemos a ser, sencillamente, humanos. Yo no quiero formar parte de una escuela que nos rechaza, que no nos ama y que no confía en la labor que llevamos a cabo con nuestro alumnado. Si no son suficientes los motivos por los que creo rotundamente que la Educación Artística no tiene nada de “María” , como todavía creen algunas personas, ¡es que me he equivocado de trabajo!
Va por todos mis compañeros que, en algún momento, han dejado de creer que su tarea es importante. Ánimo, que nos sobran los motivos para estar satisfechos con nuestro trabajo, aunque la LOMCE no lo encuentre así.
PD: Según Carlos González en filosofía estudiamos a Sócrates porque dijo verdades como puños, tuvo una filosofía de vida y una manera de hacer escuela envidiable. Enseñamos a nuestros alumnos su doctrina, pero, ¿por qué no la aplicamos? Y Sócrates creyó que la formación en arte para sus discípulos era muy importante para formarse como seres humanos. Y Platón, y Aristóteles, y Naranjo y Tonucci…
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