viernes, 17 de mayo de 2013

ENTENDER LAS MAREAS AJENAS COMO PROPIAS



Ayer, cuando llegué a casa tras la concentración en la puerta de la consejería, mandé un "wasup" a una amiga a la que había visto allí:

“están fostiando a las feministas en Génova. Podíamos empalmar”

Era, obviamente, una broma, porque ya estaba cada uno en su casa, y la ración diaria de lucha social estaba completa. Pero, lejos de seguir la repercusión de la concentración verde, fue a los antiabortistas a los que ya no supe quitar el ojo en toda la tarde.

En ningún momento desapareció de mi conciencia la frustración por no encontrar en las imágenes a decenas de miles de personas. La de los asistentes a esa movilización debía ser, por lo menos, como la mía. Resonaba en mi conciencia, como si llegara por telepatía, la pregunta que imaginaba a todo el mundo repetirse a los pies de la sede del pp: “¿Qué más tienen que hacer para que la gente se movilice?” Y, claro, me resultaba familiar.

Pero en este caso el “inmovilizado”, o mejor (así no me juzgo, que es viernes), los inmovilizados, éramos nosotros. Y la respuesta a la pregunta, como la pregunta misma estaba manida, pero… como en otro plano de conciencia: “Tocan muchos palos, para agotarnos. Es imposible estar a todo.”

Es una denuncia clásica del feminismo que toda movilización social con la que se alía (el sufragio universal, la libertad de los esclavos de color, la ecología y como paradigma, la revolución comunista), lo deja tirado como objetivo de segunda cuando alcanza el propio. Es posible que esa reflexión tan contrastada por la historia pueda, ahora, aplicársenos a todos: Todos somos objetivos de segunda, y por eso somos tan pocos.

Pocas cosas pueden joderme más la vida que quedarme sin sanidad pública, pero todo lo que he hecho hasta ahora ha sido dar a “likes” en internet. Cuando tengo un rato lucho por la educación.

Y se me ocurre: ¿Qué habría pasado si, en la movilización de ayer, a la que llegamos 300 agonizantes interinos con la moral famélica, hubieran surgido de pronto 5000 médicos de blancas batas, con un hermoso lazo verde en el pecho? ¿Qué habrían contado los medios si sus impetuosos pitos hubieran marcado el ritmo de una consigna como “los médicos prescriben: el decreto se prohíbe”… o yo qué sé. El séptimo de caballería, ¿no? La consejería no da marcha atrás con el decreto, pero la sensación de que toma una decisión grave contra el interés público se generaliza.

Ya sé que, a veces, se han juntado mareas. Pero la suma de mareas se divide por el número de mareas que convoca, y el resultado es el mismo. Pienso que la única manera de que esos padres que decimos que apenas vienen, vengan, y den sensación de abrumadora mayoría social, es entender las mareas ajenas como propias.

Puede que para eso, precisamente, lo más útil, sea, además, conservar la identidad de la nuestra. Nosotros apoyamos, nosotros estamos y nosotros nos convocamos para acudir allí donde nosotros perdemos, no en nuestra vida laboral, sino en nuestra vida pública. Y diría que esto se puede lograr sin incremento significativo de esfuerzo. Y diría que pueden sorprendernos los réditos de ser la generosa marea que a todos apoya.

Ayer nos habrían venido los abortistas tan bien a nosotros como nosotros a ellos. Y nos habría llevado tres cuartos de hora más a cada uno, bien establecido el itinerario. En vez de tres concentraciones, una movilización que transmita la impresión de que todos los sectores sociales toman conciencia de la gravedad de todos los ataques. Un agradable paseo que empiece en Génova, pase por Alcalá y acabe en la Consejería de Sanidad, donde quiera que esté.

Israel Sánchez  (APAH)

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