martes, 8 de enero de 2013

"Los amos del asunto" (Maruja Torres)

Este diciembre sin cestas navideñas, sin pagas extras, sin empleo, sin cotizaciones a la Seguridad Social que aseguren el porvenir, sin cuidadoras para los dependientes, sin Educación para la Ciudadanía, y con muchas otras carencias sobre las que no me voy a extender porque ustedes mismos las sufren; este diciembre en el que se atrasan, o simplemente se anulan, las contrataciones de vendedores provisionales para las fiestas… Este diciembre de mierda, en fin, se inició con dos noticias desalentadoras. Una, que los evasores de impuestos a quienes el Gobierno propuso blanquear sus capitales, permitiéndoles –como multa y garantía de impunidad– pagar tan solo el 10% de los intereses obtenidos en sus paraísos fiscales, habían sido algo remisos en personarse, y que la recaudación se limitaba a la mitad de lo previsto por el Gobierno, cantidad a su vez muy inferior a la que se hubiera recuperado de haberse puesto los medios y la voluntad política necesarios para investigar a los defraudadores, perseguirlos y ponerlos contra la pared.

Noticia número dos: se confirmó que el anterior presidente de la CEOE es un chorizo, cosa que nosotros ya sabíamos desde los tiempos en que nos daba lecciones para mejorar la producción y el rendimiento. La verdad es que no nos hizo falta más que verle y escucharle para conjeturar que el jefe de la Patronal (no confundir con las pequeñas empresas ni demás negocios decentes: estoy hablando de los putos amos), elegido como tal por sus pares y semejantes, podía pertenecer, con mucha seguridad, a la estirpe de los saqueadores.

Verán, yo tuve una estrecha relación con una oficina de Viajes Marsans de mi barrio. Cuando vivía en Beirut y venía a Barcelona a pasar días con los míos, solía aprovechar para adquirir aquí los billetes de ida y vuelta con antelación, imaginando el próximo regreso. Siempre me atendía la misma empleada. Hablábamos de la situación de Oriente Medio, de mis querencias por allí. No llegó a cuajar una amistad, pero sí una complicidad. Yo le pedía que me extendiera el ticket usando talonarios de papel con copia. Disfrutaba con ello tanto como con el trato humano: me negaba a hacerlo todo por Internet. Un mal día, poco después de que Díaz Ferrán lanzara su ERE, la oficina de Marsans de la calle de París apareció cerrada, vacía y desolada. Ése es uno de los motivos que originan mi ira hacia el Superpatrono, porque le imagino acariciando su kilo de oro mientras ponía a gente como mi conocida en la calle. Apartamentos en Nueva York, además… ¿Por qué les da a todos estos por lo mismo? Con esa pinta de cabestro, ¿qué hacía? ¿Pasear por Park Avenue? ¿Desayunar en Tiffany’s? ¿Ver en Broadway Los Miserables? ¿O postrarse en cualquiera de esos bancos de Wall Street que eran como catedrales y ahora son como cementerios de nuestros logros? En cualquier caso, ése es el material con el que se forjan los sueños del chorizo de altura: medrar a costa de la sangre de los de abajo, robarles hasta la cera de las orejas y luego fardar por la Quinta Avenida con un abrigo de visón salvaje. Qué asco de estética, aparte de todo lo demás.

Estas divagaciones sobre nuestros queridos amos del cotarro, los defraudadores y los estafadores que nos hemos visto obligados a escuchar e incluso a venerar, me llevan a reflexionar sobre la urgente, perentoria necesidad de que los empresarios decentes que están –por serlo– en dificultades, gracias a los bancos y al Gobierno, organicen su propia revolución y limpien, de una vez por todas, esa cueva de malandros que es la CEOE que dice representarles.

Artículo publicado en El País Semanal el 16- dic- 2012, firmado por Maruja Torres. Nosotros lo hemos leído en el blog Naderías

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