El
interés general puede ser particular
El ser y no ser de esta guía de acción social y política es muy manipulable con pretextos variados; también lo son los medios para hacerlo.
Los debates electorales que han tenido lugar con motivo de las inminentes elecciones andaluzas obligan a quedarse con la muletilla del “interés general” que los candidatos todavía reiteran. Todos lo mencionan incesantes. Unos para revalidar que han gestionando bien el “bienestar” de la gente; los otros porque el suyo sí sería un pacto de gobierno leal, sin ocultaciones ni engaños. Pretender dilucidar con la información de estos desencuentros qué sea de verdad el “interés general” es admitir que “el interés general” es muy particular.
Mediatizaciones del interés general
Estas elecciones del próximo día 19 abren los primeros pasos del baile que se avecina con las generales. Es de suponer, pues, que, en lo que quede de legislatura oiremos hablar mucho del “interés general” en variadas versiones particulares; el gran aliado de cada participante será la capacidad mediática que tenga para estar en la competición. Procurará que sus mensajes no entren en los complejos análisis de los contextos geoestratégicos de dos asuntos que ya preparan el terreno. Controvertidos en sus causas, Ucrania y su guerra, y las relaciones de España con el Magreb, en el Norte de África, ya dan abundante munición para la beligerancia informativa desde su exégesis del “interés general”; los modos como afectan a nuestro bolsillo las consecuencias de estos asuntos, pondrán más en primer plano el precio de los garbanzos que, in illo tempore, interesaba a Manuel Fraga. Su adobo predilecto volverá a ser la “libertad” en versión neogalaica y tampoco faltará la inevitable “igualdad” de los ciudadanos, sobre todo la de quienes no tienen escapatoria. La “fraternidad”, el otro pie del eslogan de 1789, podría desviar el mensaje principal sobre el “interés general”.
Llevamos más de 20 años de advertencias sobre el cambio climático y, de momento, pese a que no soportamos la decena de los extraños 40º de temperatura de estos días, no hemos cambiado ningún hábito significativo; es de esperar que la creciente presión de estas dos circunstancias coyunturales, que darán mucho que hablar, ayuden poco a que nos enteremos a tiempo de qué sea el “interés general”. No se puede decir, sin embargo, que no tengamos abundantes relatos e información sobre estos asuntos de base; por cantidad no va a ser, desde hace más de cien días, circula abundante. Podemos estar recibiendo información de continuo, sin haber llegado a ningún conocimiento consistente; hasta puede que estemos llegando a desconfiar de que no hay garantía en lo mucho que nos cuentan, o que haya manipulación para que, sin saber, asintamos a las interpretaciones que proponen.
Metidos en tales elucubraciones, los más escépticos lamentarán no tener tiempo ni medios para alcanzar a
saber lo que no saben sobre multitud de historias y trayectorias que se cruzan
en asuntos relevantes para su estabilidad emocional. Sacarán a relucir que las falsas noticias e informaciones
tienen amplia circulación, sin que sea fácil delimitar qué sea verdad o
mentira, qué merezca compromiso y, si se tercia, también el voto. Es decir, que
en los meses que se avecinan se les va a poner difícil delimitar de modo fiable
qué sea “el interés general”. En su experiencia
democrática están, por demás, bastantes mosqueos que tampoco les ayudarán a
entenderlo. No les sirven personas con cargos ilustrísimos pero poco ejemplares
respecto a esa guía de conducta; y tampoco lo hacen decisiones y opiniones de
políticos relevantes –incluidos alcaldes y presidentes de Comunidad-, que pese
a su teórica proximidad al ciudadano, parecen de otra galaxia. Su inmersión en
los problemas reales es tan carencial que el idioma que hablan no vehicula su
pensamiento; la mediocridad de lo
que comunican, en las comparecencias
de sus omnipresentes atriles, quiere sumir a los oyentes en algún sopor virtual que suponen más efectivo
que los datos y los hechos.
Educar el pensamiento crítico
Esta efectividad a corto plazo, ruidosa en los medios y Redes sociales, que imponen especialmente cuando la realidad es problemática, es digna de ser tenida en cuenta, pues el relato que suele propiciar contamina a fondo el conocimiento acerca de lo que se juega en cada momento tras su modo de decir o hacer algo por “interés general”. Han logrado imponer, por ejemplo, que, donde esté su hipotéticamente valiente defensa de “la libertad a la madrileña”, los problemas que pueda traer a la convivencia de las calles no tengan carta de naturaleza, y que no existan los que solo quieren una libertad normal, sin adjetivos. Mientras entonan sonados alegatos contra currículos y libros de texto, por supuesta ideología contaminante, no hablan de la ignorancia que los más débiles han de sostener ante las violencias habidas y por haber para que su vida no merezca la pena. Cuando atienden al negocio de la red privada de centros y al privilegio de la selección social de su clientela, a la red de amigos que les sostiene el tinglado mediático no les importará que no se atienda a una ciudadanía que estará toda su vida a la que salte. Parece que a este tipo de políticos y asociados lo que más parece interesarles acerca del “interés general” es promocionar a los más capaces de vocear sus consignas, sin importarles que la ignorancia haga invivible este mundo a muchos.
Una enseñanza capaz de educar en el pensamiento crítico o la simple capacidad de expresar las necesidades ante lo que ocurre, no les interesa. “El interés general” es un asunto demasiado importante para que el común de los mortales se entere; mejor distraer con asuntos que hagan abundante ruido, que infantilicen o den a entender que es estúpido creer que los fraudes a la ética común tienen arreglo. Dicho de otro modo, que este es el caldo de cultivo en que cocinarán el mensaje apropiado para promover sus recetas salvadoras.
Todo lo que merece la pena requiere tiempo y paciencia para enterarse de qué va; pero también es posible que nos estén educando para que nos dejemos conmover por las sugestivas excitaciones que pregonan; la ignorancia es atrevida y puede hacer crecer los adeptos a las más rancias maneras de entender “el interés general”. Muchos adictos a estos sofismas tienen bien acreditado que la corrupción que puedan acarrear a la convivencia colectiva no les importa.
MMC (15.06.2022)
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