miércoles, 19 de septiembre de 2018

La felicidáaáaá... (Manuel Menor)


Poca “felicidad” produce  el anteproyecto de Celáa sobre recortes

Se prepara una gran protesta para el 27 de octubre. A los afectados de la Educación pública, les acompañarán damnificados por  otros recortes.

Isabel Celáa, al emplear el término “felicidad” para expresar su satisfacción por el anteproyecto de ley del Consejo de Ministros que revierte parte de los recortes educativos de Wert en 2012, ha utilizado su valor significante de como atractivo pero inconcreto. De haber advertido que los reyes absolutos ya apelaban a “la felicidad” como fin último de su gestión del Estado lo hubiera cambiado por otro. Tan manoseado está su utilitarismo por la publicidad –y tan ambiguo resulta-, que prácticamente no significa nada. Un cuento titulado La camisa del hombre feliz, cuyos orígenes se remontan a historias ejemplares que circulaban en la época de Tiberio, trató de inculcar en el siglo XIX a los obreros –cuando no había ninguna ley social-, la felicidad que da ser obedientes a quienes determinan nuestra posición social y política. De entonces acá, han crecido los medios y maneras de infundir resignación mediante este adaptativo constructo. Ha alcanzado, incluso, a tener formulación estadística entre los gurús de la bonanza económica, en una sociedad adormecida por los relatos que nos lanzan desde el cine y las series, las canciones y espectáculos artísticos.  El famoso cuento sobre la felicidad, que Tolstoi o el P. Coloma contribuyeron a difundir, se ha incrustado en la “cultura popular”. Pero, como Carlo Ginzburg analizó en 1976, en El queso y los gusanos, no se ha de confundir entre cultura “producida” por las clases populares y cultura “impuesta” a las masas populares.

De lo limitadas que sean las razones de la “felicidad” que pueda inspirar este anteproyecto de ley, parece consciente la ministra. Pero más lo son quienes, a lo largo de este curso académico, van a seguir sufriendo los recortes de 2012, sin demasiada garantía, además, de que en el curso próximo  -dada la fragilidad de este  Gobierno- vayan a revertirse en su totalidad y tratar de llegar al % del PIB indispensable. Por otro lado, las reiteradas garantías que da esta ministra a la enseñanza concertada, cada vez que comparece en público y se refiere al papel central de la pública en el sistema educativo, suenan más a oxímoron que a verdadero afán porque esa centralidad sea real. A los oídos de muchos ciudadanos con hijos en la enseñanza pública y, sobre todo, a los profesionales implicados en ese circuito del sistema, les empieza a parecer propaganda imprecisa e inquietante. Sumando signos emitidos desde que fuera nombrada ministra, hay para dudar seriamente de que su idea de la “felicidad democrática” que deba transmitir la educación española vaya a ser más amplia de lo  que este anteproyecto legislativo da a entender. Tanta verbalidad equívoca viene a transmitir que el sistema educativo seguirá más o menos como está.

Manifestación el 27 de octubre
Prueba fehaciente de que esta duda está ahí y que deja demasiados asuntos pendientes tras una supuesta “felicidad” ministerial, es que ha sido convocada una movilización unitaria, de carácter estatal, para dentro de un mes. Diversos colectivos sociales, políticos y sindicales se han puesto de acuerdo en celebrar  asambleas preparatorias previas para que el día 27 de octubre, sábado, se note que los pretextos de la crisis siguen atenazando derechos importantes de la ciudadanía con los recortes neoliberales que, desde 2008, se han impuesto a los ciudadanos. Las mareas blancas, los pensionistas, los afectados por la desregulación de la vivienda, los precarizados por las reformas laborales, los partidarios de una educación de todos para todos y sin privilegios, quienes piensan que es posible un Estado menos atado por los Acuerdos con el Vaticano, las feministas  y un amplio colectivo de agraviadas/os por otras medidas segregadoras que aumentan la asimetría social, se arroparán mutuamente en esa manifestación. La Marea verde, que, desde 2011, expresa las reivindicaciones del profesorado, alumnado y familias afectadas  -al principio, por decisiones unilaterales de Lucía Fígar-, reclamará en esta ocasión “una educación de titularidad y gestión pública, inclusiva, laica, democrática y de calidad desde el nacimiento y para todas las personas”.

Ahora que con los “esforzados” postgrados de líderes políticos los medios han montado un desvergonzado pasatiempo, en que hasta se finge interés por la crítica textual, más serviría que alguno se empleara en un recorrido interpretativo del triángulo semiótico de la “felicidad” de que habla Celáa. Relacionándolo con el de la palabra “acuerdo” con que la ministra expresó el horizonte a que aspiraba desde Alcalá, 34 (de Madrid), el resultado de esta asociación mostraría hasta qué punto este Gobierno sigue en línea con lo que pretendían el “pacto educativo” de Méndez de Vigo o la “excelencia” de Aguirre. Hasta dónde sea capaz de establecer una ruptura semántica con tales precedentes está por ver: los interesados en el bien de la enseñanza pública parece que hayan de contentarse, de momento, con expectativas dudosas. La “felicidad” que inspira este proyecto legislativo apenas pasa de trampantojo mediático. ¿Como el que sirvió de pretexto para la venta de bombas españolas a los saudíes?  ¡Atentos!
  
Manuel Menor Currás
Madrid, 17.09.2018

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