Censura, miedos e ignorancia limitan una educación que potencie la
convivencia
Muchos responsables invocan la importancia de la escuela española en vano. Procuran que
camine aceleradamente hacia el individualismo y que no sea un espacio para construir
algo de todos.
La cadena perpetua impuesta a los ejecutores de “los vuelos de la muerte”, que durante
la dictadura argentina se llevaron por delante a cantidad de opositores y sus
familias, ha suscitado en los medios españoles reacciones entre las que
sobresale la del horror por los crímenes ahora oficializados, cuando ya todas
las abuelas de mayo y no pocas madres también han muerto. Casi todos han
reconocido el derecho a saber de las víctimas y se han referido a sus
ejecutores como “torturadores de la dictadura”. Cuando, sin embargo, mencionan demandas de asociaciones españolas en demanda de dignidad y memoria
para lo acontecido aquí en la guerra y postguerra, todavía suelen dar voz a
cuantos ponen como excusa para obstaculizar tales intentos el pretexto de no “reabrir viejas heridas”. Doble vara de medir, hipocresía,
ley del embudo y el relativo color del cristal con que se mira: todo en uno,
muy acorde además con lo aprendido en el seno de las familias y en la escuela.
La herida de la censura
El precio a pagar por cuantos se ven
atrapados por este tipo de pautas selectivas de conducta suele ser altísimo.
Los docentes o periodistas que, por deontología profesional, se han visto
obligados en conciencia a escribir o hablar sobre cuestiones conflictivas han podido ver cómo
era vilipendiado su trabajo, por muy documentado y contrastado que estuviera el
modo de explicar el resultado de su investigación. Las maneras siguen siendo
muchas, desde el silencio al insulto y desde la banalización al despido si la
opinión no se doblega a quien paga o controla. En televisión y prensa es muy
frecuente, sin que la pérdida de prestigio del medio cuente como objeción a
esta práctica configuradora de la opinión de los demás. Cuando gobierna la derecha pura y dura –confiesa
el Gran Wyoming- la censura es absoluta: no se puede hablar; lo ocurrido en Telemadrid o Canal 9 se parece más a lo que sucedía en la etapa franquista que
a una democracia. Y cuando gobierna el centro izquierda, hasta un poco de
autocrítica les asusta. Lo hemos visto en muchas ocasiones, y no solo en
asuntos fuertes como el de la OTAN o la guerra de Irak; también en otros más
recientes, como el itinerario del PSOE desde hace más de un año, los papeles de
Bárcenas y muchos otros.
Esa estructura, que muchos periodistas conocen
muy bien -por cómo han sido apartados de los espacios más visibles en tales
momentos-, se repite en muchos otros ámbitos y tertulias, en que la autocensura
impone un autocontrol estricto. En la secuencia escolar, todavía sigue vigente
como currículo oculto que lo primero que debe aprender un estudiante –dígase lo
mismo de toda persona que inicia cualquier trabajo asalariado- es conocer a su
profesor. Exámenes hay, pruebas de selectividad y hasta oposiciones, en que ese
saber es principal para no quedar fuera de juego. Fácil es en tales ocasiones
tener problemas por optar abiertamente por tesis que, sin ser controvertidas
entre los expertos, no han penetrado en las mentes de quienes por azar u oficio
juzgan y deciden. ¿De dónde surge, si no, la duda de que la Audiencia Nacional haya exprimido la eficiencia de su Reglamento en
asuntos que atañen al PP?
La herida
del pánico
En la propia vida interna de los centros
educativos se han vivido en estos años acontecimientos similares, expresivos
del pánico a deconstruir lo asentado en mala información. Aparte de que bastantes
de ellos continúen titulándose con nombres cambiados del que fuera original, la
pretensión de exhibir aniversarios impolutoos ha deparado no pocas sorpresas. Ha confrontado
maneras de recordar, ajenas al imprescindible reconocimiento del conflicto de
la guerra civil, y ha decantado posiciones irreconciliables. Esas
cuantificaciones que suelen motivar conmemoraciones –cuando se pasa de los 50 a
los 75, 100 o más años- no siempre
significan madurez ni que se haya evaluado el camino recorrido. A veces, solo
conllevan equidistancias de la nada, cuando no infantilismos escondidos en los
repliegues intencionados del olvido.
No todas las experiencias en este terreno son
como la que aparece en María Lisboa. El
título de este bonito fado portugués, es
el que adopta un relato de Ángel Chica en que cuenta lo bien que se desarrolló una de estas conmemoraciones, la del Instituto
Giner de los Ríos en la ciudad de la desembocadura del Tajo. Según la Gaceta de Madrid, del 21.09.1932, había
sido creado por Orden Ministerial el día 12 de ese mismo mes. La celebración de
su 75º aniversario brindó a su comunidad educativa una magnífica ocasión para
el desarrollo de los mejores valores que pueden derivarse del conocimiento. Otros
casos ha habido, sin embargo, en que ha primado la ignorancia manipuladora: el
mero recuerdo de los contrastes diferenciales que se pudieran plantear en
cuanto a métodos y organización, y cómo el paso de los años había sido de
retroceso, ha servido para sostener la incomprensión intolerante. Por extraño
que parezca, también en un mismo trabajo educativo existen preocupaciones
distintas, muy difíciles de aproximar y, como en otras profesiones, a veces las
decisiones operativas penden de quienes no ven
en el pasado lección alguna: como si en cuestiones innovadoras nada
hubiera existido antes de que nacieran.
Cuanto acontece en los centros educativos es muy
representativo de lo que sucede en la sociedad. Ahora que las redes sociales lo
invaden todo, y la confusión es creciente, aumenta la preocupación
institucional contra los posibles ataques informáticos de terceros países. Incluso se avecinan mayores controles sobre cuanto circula en Internet con el pretexto de frenar
ataques personales. Es evidente el desmadre que mueve a muchos usuarios a
emplear este medio para emitir todo tipo de inconveniencias que, habitualmente,
suelen tener que ver con excelsos grados de narcisismo e imbecilidad, como se
ha podido ver en el caso del juicio de “la manada”, cuyos chicos fueron calificados como tales por su propio abogado. Pero también es de gran relevancia la
aportación que estos medios han hecho a nuestras vidas y bien merece -como todo
avance técnico- que se cuide la educación de su instrumentación si ha de
conjugarse su provecho individual y social.
El
dirigismo moral
Lástima sería que, igual que sucedió con la
imprenta –“maravilloso
arte de escribir”, como
fue llamado el de Gutenberg en 1455-, viera muy limitado el equilibrio entre su
facilidad de uso y el derecho o la libertad expresiva de todos. En aquel
entonces –y con distintas variaciones de intensidad limitadora hasta hoy-, ya
en 1487 el papa Inocencio VIII quiso mantener la tipografía al servicio de la
fe, exigiendo su autoridad censora o la de sus obispos sobre cuanto se editase,
un control que por otra parte pronto se convirtió en importante fuente de
financiación también para la Corona. Al Nihil
obstat le siguió enseguida el Index
librorum prohibitorum, que tuvo vigencia entre 1564 y 1966 para delimitar
la ortodoxia y la heterodoxia. Con la Inquisición, que originada en el siglo
XII se había extendido a toda España entre 1478 y 1821, Iglesia y Corona
constituyeron un enorme y prolongado instrumento de poder. Tanto, que la
Iglesia procuró que su envidiable dirigismo en lo que se debe decir y enseñar
continuara vigente de diversos modos. Cuando el Antiguo Régimen ya había
declinado en Europa, aquí el Concordato
de 1851 y el posterior de 1953 lo exigieron tanto que condicionaron las
sucesivas leyes educativas. Y los vigentes Acuerdos de 1979 sostienentodavía
esa preeminencia privilegiada, como se ha encargado de refrendar la LOMCE en
2013. Los años de la postguerra propiciaron, además, que los otros soportes
expresivos también fueran vigilados de cerca. El cine, el teatro y las
canciones, las revistas y la prensa, fueron objeto predilecto de ese afán de
control infinito para que la ciudadanía no se disipara con asuntos que la
desviaran. Aquellas calificaciones de las películas –que con tanto celo inició
en junio de 1940 la CONCAPA, en las fichas FILMOR- ya trataron de orientar a los padres
de los adolescentes antes de que la
propia Iglesia estableciera una oficina especializada en baremar su proporción
de“peligrosidad”.
Eppur si muove
Así se ha construido el aprendizaje actual de los
españoles y por ahí siguen algunos derroteros nostálgicos. De nada sirvió la equívoca Ley de Prensa de que presumía Fraga en 1966: apenas modificó la arbitrariedad
discursiva del NODO desde 1942 o la que empezó a difundir TVE en 1956. Tantos
años en lo mismo –como si nada debiera cambiar, pese a lo pactado el 06.12.2078-
no es de extrañar que hayan llevado a Rajoy a no saber por qué habrían cambiado
el nombre de la calle donde había vivido en Pontevedra. Su particular “sentido común”, y lo que considera “normal”, sigue anclado en los
moldes de antes. Galileo, al menos, cuando en junio de 1633 tuvo que firmar lo
que le pusieron delante sus inquisidores, supo zafarse con una restricción
mental que le libraba de comulgar con ruedas de molino.
El problema va a ser cuando, acrecentada la
desinformación, como parece que vaya a suceder, pues ya el 86% de los españoles no distingue las noticias falsas de las verdaderas, mientras grupos,
supuestamente muy concienciados, no cejan de enseñar desde su púlpito los fundamentalismos montados en torno a una perspectiva de la
Naturaleza anclada en un pasado acientífico, sin que sean desmentidos sino animados. Y cuando algunas organizaciones afines a esta perspectiva
misógina jalean tales pronunciamientos y, por si acaso se cambiaran algunas disposiciones
vigentes en la LOMCE, ya preparan su oposición alborotadora y ruidosa.
No contentos con que casi un tercio de alumnos y
alumnas vayan a sus circuitos privados o concertados de educación escolar, les
parece poco que haya un centenar largo de colegios que individualizan ya por
género a sus educandos/as. Y les da igual que esta separación se extienda
igualmente a los trabajadores unisex de algunos de estos centros. A estos apóstoles y a quienes les protegen no les importa que los
roles sexistas que potencian contribuyan a seguir construyendo una desinformada sociedad, más
individualizada, en que los abusos y la
violencia cundan al amparo de una supuesta superioridad masculina. Son indiferentes
a que que un tanto por ciento de adolescentes, que también ronda el 30%, piense que la violencia dentro de las relaciones
de pareja sea “normal” o que los celos son una señal inequívoca de amor
mutuo. Anhelan, sin embargo, y por ello pelean, que sostengamos sus
chiringuitos con nuestro dinero: lo conseguido en la LOMCE les parece poco. Tienen
en Administraciones tan importantes como la de la Comunidad de Madrid, devotos
seguidores que se toman como obligación secundarles fielmente: en los
presupuestos de estos años últimos se puede ver cómo los apoyos a estos centros educativos que segregan por sexo ha alcanzado ya bastantes millones de
euros, como si no hubiera mejor objetivo en que gastarlos.
Los
orígenes
Lo afirma Milagros Pérez Oliva: “los
estereotipos sexistas no vienen de la luna”. Y la desinformación interesada tampoco. Algo ha
detectado Facebook, que ya da consejos para detectar falsedades en su propia red. Nuestro MECD todavía no lo ha
hecho ni parece que vaya hacerlo, ocupado como anda en la flexibilidad
profesoral del profesorado: uno de cada tres profesores escolares ya es interino en alguna Comunidad autónoma y, en la
universidad, tiene departamentos donde se supera ampliamente la ratio de
provisionalidad. La última reunión con los sindicatos, a propósito de los acuerdos de empleo ha sido un fiasco. Y con su protección de la interferencia
continua de la creencia particular en la racionalidad de una gestión democráticamente
equitativa en las cuestiones educativas principales, vacía de sentido
democrático el sistema educativo, de modo que no parece que se pueda ir muy lejos ni en convivencia ni en solidaridad. Falla de raíz,
y lo que de verdad construye, no es la autonomía personal sino un sinsentido
que, en la medida en que se haga común, acelerará más la cerrazón individual. Se cumplirá el sueño neoliberal.
Manuel
Menor Currás
Madrid,
02.12.2017
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