Manuel Menor nos envía este artículo:
Viejos
prejuicios aumentan estos días los riesgos de pacto educativo desatinado
Para
evitarlo, antes de la Conferencia de Presidentes Autonómicos debiera saberse a
qué se juega con posibles pactos y consensos. Y que se excluyen definitivamente
actitudes decimonónicas.
Los días navideños son propicios para el desafecto y para que se arme el belén. Lo saben muy bien cuñados, suegras y nueras
en trance de demostrar que saben más que nadie y que tienen la mejor solución
para todo tipo de problemas. La Navidad, que en muchos casos reconforta, ofrece
particulares ocasiones para la infelicidad, amén de las inocentadas del 28-D.
¿Derecha
progre?
Estas situaciones se han fraguado lentamente,
pero sin descanso. Son el fruto de actuaciones anteriores no del todo
resueltas, aunque pudiera parecer lo contrario. En política –mejor que en
ningún otro campo vital-, suelen traer como desenlace que no hay enemigo
pequeño; al menos potencialmente. El pasado día 20, José María Aznar enviaba a Rajoy una misiva en que le comunicaba su decisión de abandonar
la presidencia de honor del PP. No ha pasado una semana y ya le han llovido
propuestas para que se anime a formar su propio partido; en particular, la de Hazte Oír perseguiría, como titula El Plural.com, frenar a “la derecha progre”.
Esta plataforma ultracatólica, vigilante otras
veces de que la ideología del PP no se desviara de la decimonónica pretensión de sostener para la vida colectiva
posiciones dogmáticas inconmovibles en cuanto a costumbres –aunque luego fueran
los primeros en contravenirlas en privado-, pretende tener ahora los mimbres
con que construir ese antiguo proyecto. La FAES de Aznar, a quien podrían
unirse algunos de los defenestrados en la legislatura pasada, podría ser el barco en que se
emprendiera esa nueva singladura política. Todo por la “regeneración” de la
derecha que desean centrada –referencia que se apropian- y porque “cambie el
panorama político”.
Lo que a este grupo parece inquietar es que
pueda imponerse en el PP una “derecha progre, laicista y abortista”, o que la
vida, la familia y la libertad no estuvieran
suficientemente defendidos porque se hubiera convertido en “correa de
transmisión de la izquierda”. Puede que simplemente jueguen a meter miedo de
desviacionismo a sus propios correligionarios para que se sientan obligados a
defender lo que sostuvieron cuando eran mayoría absoluta y no tenían que
atenerse a las formalidades de diálogos y pactos. En todo caso, los promotores de esta iniciativa parecen
haber obviado algunos supuestos de interés.
Entre
Orovio y Wert
Entre los “quemados” que recuenta Sergio Colado
en El Plural, estaría también Ignacio
Wert. Muy dudoso es, sin embargo, que pueda sentirse tal cuando lo suyo en
París, ante la OCDE y al lado de la paleontóloga Gomendio, especialista en
primates, tiene todas las características de un pago por servicios prestados.
Mejor es difícil: en la ciudad del
jolgorio más preciado del turismo selecto, en vez de la brega diaria con estudiantes
y profesores hartos de sus formas. A buen seguro que los de “Hazte Oír” no
tienen nada que objetar a una gestión reformista tan despectiva con lo público,
salvo que añoren que no se hubiera investido plenamente de las maneras del ministro
Orovio (1817-1883), un modelo en cuyo haber está el haber expulsado de sus
cátedras universitarias a Salmerón y Castelar y, ya en plena Restauración
canovista, a Francisco Giner de los Ríos, a causa de la Circular del 26.02.1875. Cerca le ha andado Wert con su LOMCE, de
todos modos, en aspectos tales como los que encerró la “reforma de los estudios
de segunda enseñanza” que impuso por Real Decreto de 09.10.1866, “contando con el celo de los Profesores, así
públicos como privados, con la vigilancia y solícita inspección de los Rectores
y de las Juntas de Instrucción Pública, y con la cooperación de los Párrocos,
por lo que hace a los estudios privados del primer período (además de lograrse
una no despreciable economía), es de esperar que se obtenga una juventud bien
formada, con sólidos y verdaderos estudios que le faciliten la entrada y
progreso en el ulterior y más elevado de las ciencias, al mismo tiempo que se
conseguirá que se difundan los conocimientos útiles; que participen de los
beneficios de una sana ilustración las clases menos acomodadas, que no pueden
emprender carrera científica; que se pongan, en fin al alcance del mayor número
las condiciones indispensables a una persona culta y bien educada en la
sociedad presente”.
De no menor interés a efectos comparativos de
ambos personajes y tendencias, es el RealDecreto emitido, también en esa fecha de 1866, con que reorganizó las Facultades de Filosofía
y Letras. Abogaba por que asistieran a ella “pocos pero escogidos alumnos”, que
no aspiraran a otra gloria que a la del “generoso y desinteresado propósito” de
saber. “La Facultad deFilosofía y Letras no está llamada en España –aseguraba-, ni lo está en ningún otro país, a
contar con un inmenso número de alumnos como las Facultades de Derecho y
Medicina” pues la gloria de saber “no es buscada por el mayor número en épocas
en que por desdicha se da mas culto de lo que fuera debido a la ganancia real y
positiva”.
Nostalgias
de pasado
No pasan en balde 150 años, pero el acuerdo en
suprimir el analfabetismo rampante que había entonces, unido a los cambios
habidos en tantos frentes sociales, no parecen exigir, a ojos de estos
tradicionalistas nada liberales, sino
que en en estas Navidades la nostalgia del pasado nos lleve a regresar
decididamente a mediados del siglo XIX. En vez de ver qué demanda la sociedad
en que estamos y cuáles sean sus verdaderos problemas en este complicado siglo
XXI, mejor el regreso a su inmóvil tradicionalismo, ajeno a cuanto suceda
alrededor. Algunos acontecimientos son significativos. La medalla de oro en las bellas artes 2016 a un torero más o menos exitoso, no deja de
ser una provocación en toda regla al mundo de la cultura. Lo de las estafas
caritativas, porque el Estado es propiedad de unos pocos ricos –como dice Luis García Montero-, no es
sólo algo que deja al aire el caso de la enfermedad de la niña Nadia, sino que
deja ver por donde andan demasiadas cosas. Como la mala fama que una Universidad
pública está cosechando porque su propio Rector es un perfecto antimodelo de las cualidades que valoran algunas redes
sociales convenientes. Lo que hasta ahora se sabe sobre este asunto debiera ser
suficiente para hacer ver al interesado que el desempeño de ese cargo exige más rigor que el que le
exigen quienes le han aupado, cuando nadie en el Ministerio ni en la Comunidad
autónoma responsable se siente aludido a día de hoy.
No deja, sin embargo, de ser una estafa
preocupante. A todos y especialmente a los más selectos atañe el viejo dicho de
que corruptio optimi pessima. Tanto más cuanto que este asunto de los
plagios y sus complicidades en la URJC puede que tan sólo sea la punta de un
gran iceberg en que puedan aparecer muchas supuestas investigaciones evaluadas
en la Universidad española. Su seriedad y honradez es posible que no hayan
estado garantizadas suficientemente. Una desconfianza que ya es habitual
respecto a muchas calificaciones de tesis y otros trabajos académicos, cuyos
sobresalientes cum laude no tienen
garantía de corresponderse con el mérito de lo aportado. Deberían haber sido
descabalgados a tiempo estos falsos rituales, pero no lo han sido, porque lo
más grave es que similarmente sucede con
muchos docentes, de quienes nadie sabe explicar decentemente qué siguen
explicando ni a qué se deba su venia
docendi.
Mal haría la actual Universidad si entendiera
estas desconfianzas como desmedida causa general: las malas prácticas, fáciles
de cosechar, son difíciles de enmendar.
Quienes sostienen los estudios superiores con sus impuestos
–teóricamente para bien común- tienen derecho a saber que no se invierten indignamente . ¿Ante quién deben reclamar cuantos se sientan
perjudicados? ¿Deben hacerlo quienes hayan sido estafados en el pasado, sea
cual fuere su antigüedad, o no les vale el res
clamat dominum del derecho civil romano? Item más: teniendo en cuenta que
todo profesor o maestro pasa actualmente por la Universidad, que le acredita
como tal, ¿a qué modelos ha de recurrir cuando las obligadas referencias de
ejemplaridad contravienen lo que la deontología docente exige?
¿Qué
pactos?
En vísperas de un posible pacto educativo, y
teniendo en cuenta que Rajoy quiere llevarlo ante los presidentes de las Comunidades autónomas a mediados de enero, en buena medida
por razones presupuestarias, bien estaría, por tanto, que antes de esa Conferencia
empezáramos a saber qué vaya a representar en cuanto tal pacto. Y ante todo, si
se decanta por saldar deudas con la
sociedad con medidas contrarias a las que hace 150 años puso en marcha el Sr.
Orovio o si, más bien, preferirá que asociaciones como “Hazte Oír” sigan
imponiendo sus criterios particulares al resto de la ciudadanía como fórmula de
diálogo y entendimiento.
Aclararía muchas cosas que desterrara viejos
prejuicios, pues estamos en un momento en que las promesas resultan increíbles e insuficientes, y cuando determinadas clases de costura resultan carísimas, a puñaladas, según aprecian algunos. Que a
estas alturas tengamos en la educación una de las insuficiencias centrales de
esta democracia, es herencia limitadora, amén de inco-herencia vergonzante, que
resalta, sobre todo, en personas supuestamente selectas. De la que ocupa la
cartera de Justicia, Javier Marías acaba de escribir: “Se supone que elseñor Catalá estudió Derecho para llegar a su importantísimo cargo. Uno no tiene más
remedio que preguntarse cómo logró aprobar las asignaturas”.
Manuel Menor Currás
Madrid, 26/12/2016
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