Oficialmente, antes de la “recuperación económica”, la LOMCE y
similares eran procedentes. Pero después de ella, ¿son pertinentes? ¿A qué viene el reciente
decreto sobre grados y másteres?
El
último vídeo promocional del PP nos dice,
muy coloquialmente, que aún les queda
mucho por hacer, pero lo que han hecho hasta ahora es fetén: tenían que
hacerlo. Y hace tan sólo dos días, después de la victoria de Syriza en Grecia y
de la marcha de PODEMOS en Madrid, el señor que preside el actual Gobierno
volvió a insistir en que somos un país de primera, que no aceptaba “la España
negra que nos pintan” y que , dado el crecimiento superior al 2% que auguraba y
que calculaba que habría otros 400.000 parados menos este año, su partido debía
hacer “pedagogía” para que los españoles conocieran mejor el trabajo llevado a
cabo para enderezar el curso de los asuntos españoles (http://politica.elpais.com/politica/2015/01/31/actualidad/1422709777_900155.html)
Los oyentes podemos hacer oídos sordos a esta prédica y
fiarnos, ante todo, de lo que experimentamos a diario, pero también nos es
posible dar crédito a lo que nos cuentan -por simplificador que sea-. Lo que han
hecho hasta ahora en el sector educativo tiene su lógica, perceptible
igualmente en otros ámbitos, y nos puede servir de guía.
Todo parte de que
los servicios sociales –como todo- tienen un trasfondo: son parte fundamental
de las políticas económicas. No salen gratis y requieren un presupuesto, mayor
o menor, que sustente su gratuidad, también mayor o menor según cada opción
política. Por aquí empieza el silogismo en que se basa no sólo este vídeo, sino
también la convención que el partido gobernante ha hecho el fin de semana del
23-25 de enero –centrada en torno al campo semántico de la “recuperación”,
“PIB”, “crecimiento”, “disminución del paro”-, como también otro vídeo
promocional del grupo municipal que rige el Ayuntamiento madrileño, con alusiones
explícitas a lo bien que se ha vivido estos años, con “más facilidades a los
emprendedores” si pones “voluntad y mucho, mucho esfuerzo”: “aquí las cosas
están difíciles, aunque en Madrid siempre hay alguna oportunidad”(http://www.elmundo.es/madrid/2015/01/23/54c2206622601d482c8b4576.html)
La
campaña electoral
ha empezado y el discurso central de la misma girará en torno al lado positivo
de la economía, presuntamente capaz de contrarrestar la “indignación” que los
recortes -económicos y legales- hayan podido producir en las vidas de los
ciudadanos. Por eso hemos empezado a oír que la economía española ha despegado,
que hemos salido del marasmo de la crisis y que estamos iniciando el
crecimiento. Este mantra constituye la “mayor” de un silogismo subyacente que
constituirá la línea argumental
del PP en lo que queda de año. ES ASÍ QUE entre lo que han tenido que hacer para que esa recuperación
fuera posible, han debido introducir cambios importantes –no les llamarán
“recortes”- en los servicios sociales y, particularmente en el sistema
educativo, hasta llegar a la LOMCE, la
reforma iniciada este curso y cuyo despliegue completo será en el próximo.
ERGO, si cunde el beneplácito hacia lo que este Gobierno intenta transmitir -un
trabajo duro pero perfecto, con medidas de cirugía estructural que permitan
ahora proseguir la ambición programada hacia la que ya todo está perfectamente encarrilado-,
nos será dado contemplar cómo aumentan los partidarios de que la LOMCE y otras
medidas similares sigan su camino alegremente.
Si “esta economía” se recupera, todo
lo demás –incluidas las políticas educativas- sería disculpable pese a ser
considerado poco afortunado por muchos. Habrían hecho lo correcto, estaríamos
en la buena senda para completar lo que todavía queda por hacer sin cambiar el
rumbo. Esta es la lógica interna de los halagos que
irá esgrimiendo el partido gobernante hacia sus ansiados electores. En lo que a
educación se refiere, tratará de inculcarnos por todas las vías posibles que
estaremos mejor si regresamos a antes de 1970, cuando la Ley General de
Educación nos fue dada. Una fecha de referencia que también puede valer para
ver a dónde nos retrotraen otras reformas emprendidas en estos tres últimos
años en diversos campos de redistribución de la riqueza como la Sanidad y
Dependencia o, en el campo de las libertades y derechos, la reforma laboral, la
ley de Seguridad ciudadana, la reforma de la Justicia o las últimas
modificaciones del Código Penal, asuntos todos ampliamente expresivos del
horizonte ideológico que las mueve. Para apoyar ese objetivo y, en definitiva,
la argumentación en que se sustenta, iremos viendo cómo en lo que resta hasta
las elecciones generales –y con intermitentes crescendos respecto a las de Andalucía y las de mayo- irán aumentando
las menciones a la mejora económica sustentadas
en cifras y análisis estadísticos sofisticados. Al presidente del PP ya
le está acompañando el coro de profetas mayores del FMI, de Davos y la UE
–también Ana Botín acaba de elevar al 3% la recuperación del PIB-, aventurando
incluso un crecimiento de los más altos de Europa en este año tan singular.
También podremos ver cómo, ante lo insoslayable de asuntos sociales tan
importantes como Educación, volverán a reiterar el listado de razones que Wert
y Gomendio han ido desgranando en todas las fases de la LOMCE desde el
principio de su concepción hasta el presente. Harán concordar de nuevo el
nombre de la ley con su propia valoración, independientemente de lo que los
recortes y demás decisiones normativas de la gestión ministerial han producido
ya, y siempre al margen de las protestas que, en los medios a su alcance, hayan
hecho los agentes sociales. Esa imagen contestataria ante una gestión muy
controvertida quedará a cubierto del paraguas de la presunta prosperidad
económica.
¿Es la
LOMCE y demás decisiones jibarizantes de una
educación de calidad para todos lo mejor que podía hacerse en esta legislatura?
¿Busca el último decreto sobre los grados y másteres universitarios una mejora
sensible de la Universidad pública, después de haberle quitado 1.500 millones
de euros en estos tres años últimos, haber expulsado de la misma a 45.000 estudiantes
por el aumento de tasas y haber puesto en entredicho una enseñanza científica,
universal y autónoma, al servicio de la sociedad? Deben creerlo así porque
aquella ley y este decreto –forma de gobernar de lo más inquietante- será muy
provisional y por tanto inútil si pierden las siguientes elecciones generales.
No obstante, sus responsables intelectuales y políticos han seguido adelante,
prácticamente inmunes a esa amenaza y, de siempre, a la secuencia de
resistencias de diverso carácter que han acompañado ab initio esta secuencia reformista. Es la misma postura arrogante
que han mostrado con otras decisiones legislativas acordes con su ideario
elitista. Razón de más para que de nada de esto hablen –como no sea como
pretexto provisional y nunca como doctrina esencial de su concepto de sociedad-
y sí centren todo el discurso en torno al “crecimiento económico”. Tampoco
incidirán nunca en que el PIB no lo es todo en Economía o que su invocada
disminución del paro está basada en una contabilidad donde cabe todo, incluido
el subempleo, la precariedad y los bajos salarios, como analiza José Antonio
Saracíbar en http://www.fundacionsistema.com/Info/Item/Details/5725 Parece que todo valga a la hora de engatusar a posibles
votantes y, sobre todo, a los receptivos de medias verdades, compañeros de
fortuna de cuantos este panorama deficitario no les afecta o no creen que les
afecte. Coherente será pues, que si les convencen las premisas en que se apoya
la “pedagogía” propagandista del PP, la LOMCE y demás parafernalia que están
desplegando para reducir la importancia y calidad del sistema educativo público
-y aumentar la privacidad de las prestaciones a que hasta ahora ha estado
obligado el Estado- irán creciendo en su desarrollo. Ya no les queda mucho por
hacer para ver cumplidos sus deseos.
Cuentan
con los
medios y con el apoyo de los señores del 10% de renta, a los que les va muy bien con este sistema y
que, de momento, no se inquietan por la creciente desigualdad existente, por la
damnificación sufrida con el deterioro de los servicios o por los sueldos
miserables, mientras la corrupción campea a sus anchas entre los intersticios
del Estado: como si nada de esto fuera con ellos. Tienen a su favor, además, una
parte sensible de la resignada y no indignada población española, a la que la
educación le resulta asunto poco relevante, especialmente cuando su nivel
socioeducativo es muy básico o ni siquiera (un 36.1% de 25 a 34 años, y es
bastante mayor en la población más adulta), o cuando se vive en “hogares de muy
baja intensidad laboral” –como llama el último Informe del Consejo Escolar del Estado de 2014 a las familias que
viven en riesgo de pobreza (p. 65). Y cuentan, adicionalmente, con que entre
los claustrales de Institutos, colegios y universidades hay muchos –sería de
gran interés saber con precisión fiable su
proporción- que se sienten muy a gusto con los planteamientos de la ley
que ya está en marcha. No sólo no han protestado, sino que ni se han sentido
aludidos: su mutismo es similar al de los silencio gubernamental ante el
crecimiento sostenido de los problemas que no atiende ni quiere entender.
Puede
que este señor que dice que nos gobierna –al que le
gustaría seguir haciéndolo de 1916 a 1920 con similar desatención a los
sufridores de la recuperación del PIB- no haya caído en la cuenta de que ha
perdido legitimidad ante millones de ciudadanos a los que “su crecimiento
económico” ha deteriorado gravemente la calidad de vida: ni invocando las
benignidades mediatizadas del PIB o del paro será capaz de lograr otra vez que
tengan fe en su capacidad de gestión austericida. Porque, entretanto, los descontentos,
que nada tienen y nada van a perder, han tomado conciencia del valor de su voto
hacia horizontes más inclinados a tenerles en cuenta. Y porque, en
consecuencia, la gestión gubernamental actual, sin propósito de enmienda, como
se ve por este decreto último sobre grados y másteres universitarios -a añadir
a los que le han precedido, de similar obsesión por dificultar que las mayorías
accedan a un saber más valioso-, está
destinada a una radical provisionalidad. Dicho de otro modo, que el poder actual
de este Gobierno tiene sus limitaciones, por mucha “pedagogía” que desarrollen
este año para vender lo que han venido
haciendo y cuanto quieran seguir desarrollando a su aire y sin diálogo con
nadie. Aunque la dureza y el miedo tienen sus réditos electorales, es más que
probable que en este momento vayan a ser un fracaso: esperemos a los
comportamientos electorales del año en curso.
Manuel
Menor Currás
Madrid, 02/02/2015
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