domingo, 7 de julio de 2013

"COSTUMBRE Y VACÍO (FIN DE CURSO)" (Νησία κρηναῖα)

Gracias a @Jos6Martin hemos leído este artículo de Elena Fuentes Carapublicado en el blog Νησία κρηναῖα
Sedimentos de la vida conforman el espacio insular 

Tras veinte años en la enseñanza, una acababa acostumbrándose a los finales de curso. Hasta hace unos años, una acababa aceptando ver marchar a los alumnos. Alumnos que partían llenos de esperanzas, alumnos que te habían enseñado cosas que no sabías, alumnos a quienes echarías de menos, alumnos de quienes esperabas que algún día serían más amigos y compañeros que ex-alumnos, alumnos con los que habías compartido muchas horas, en los que habías depositado altas expectativas e ilusiones, con quienes habías creado una suerte de complicidad íntima a base de salvar dificultades y compartir risas, silencios, miradas, reflexiones y lágrimas. Alumnos que partían hacia un viaje iniciático en el que tú veías reflejado tu propio camino, tan largo, tan fructífero, tan amplio, tan pleno, tan feliz. Al alumno se le veía partir con una pequeña pena en el corazón que quedaba enseguida aliviada por la perspectiva de la explosión de su potencial. “Alas te he dado”, dice Teognis en un maravilloso poema a su amado Cirno. Se refiere el poeta a la fama a la que él mismo ha lanzado a su amado al nombrarlo en el poema, pero yo no podía menos que recordar ese verso cada final de curso, al ver a los alumnos alejarse de sus raíces y extender las alas con las que volarían lejos, sin dejar de tener como referencia el lejano destino, Ítaca, el regreso a casa.
Pero eso ya no es así.
Tras veinte años en la enseñanza, hasta hace unos años, una se había acostumbrado también adespedir a compañeros. Los años y su devenir hicieron que quien escribe acabara pasando, casi imperceptiblemente, del vértigo convulso que implica la marcha al estatismo melancólico de quien ve partir. Marcharse de un centro educativo sólo tenía dos causas: la voluntad propia (funcionarios de carrera) o las necesidades del servicio (interinos). En general, en ambos casos, si el tiempo compartido había sido sincero y humano, partir implicaba un dolor punzante que se atenuaba con el nuevo horizonte desconocido del recodo en el camino. Quien contemplaba la partida del otro sentía que un trocito de su corazón se arrancaba y no sabía si quedaría para alguien más, pero el dolor se suavizaba sabiendo que quien marchaba por voluntad propia lo hacía buscando un lugar mejor. Ver marchar a un interino suponía entonces sólo una despedida breve, una especie de trámite pasajero, porque existían muchas posibilidades de que esa persona volviera en unos meses, tal vez al año siguiente, y el tiempo compartido se ampliara con nuevos momentos.
Pero eso ya no es así.
Tras veinte años en la enseñanza, hasta hace unos años, una se había acostumbrado a acabar el curso con una nostalgia silenciosa e inconfesable, casi vergonzante, porque en realidad no tenía ganas de que acabara el curso. Sentía que el trabajo era mucho más que un trabajo. Sentía que su anónima labor y la de todos sus compañeros, en un rincón anónimo del país, estaba sembrando un futuro mejor para todos. Sentía que trabajaba para que cada alumno encontrara su lugar, el mejor campo para desarrollar sus ilusiones y su potencial intelectual y humano. Sentía que trabajaba para que cualquier persona, independientemente de su origen, de su país de procedencia, de su extracción social, de su nivel socio-económico, de sus circunstancias familiares, pudiera elegir. Sentía que trabajaba con personas para las que el sistema se había diseñado, de forma que cada persona que el alumno era recibiría del sistema aquello que necesitara para saltar las barreras que sus concionantes socio-económicos le hubieran impuesto. Sentía que trabajaba en la enseñanza en el sentido más etimológico del término (insignare, ‘señalar, mostrar algo a alguien’, docere, ´enseñar’) para conseguir educar en el sentido más etimológico del término (educere, ‘guiar hacia afuera’, ‘sacar a la luz’), para hacer consciente al alumno de la suerte de estar vivo y para ayudarle a vivir la vida en plenitud. Sentía que la enseñanza era el motor del cambio de una sociedad, sentía que podría así cambiar las injusticias del mundo.

Pero eso ya no es así.
Fin de curso. Como cada final de junio, las aulas están vacías pero algo más ha quedado vacío. Los alumnos ya no parten hacia la esperanza ni la ilusión ni el cumplimiento de sus expectativas. En sus rostros dignos y silenciosos se refleja la impotencia ante la situación que viven en casa: padres en paro que no pueden pagar los estudios de sus hijos, alumnos que se decantan por otras opciones formativas porque no pueden costearse la universidad, ex alumnos que vienen a verte para despedirse porque se marchan al extranjero… Alumnos para los que el camino por delante ya no se presenta fructífero ni feliz, sino sembrado de dudas, de humillaciones, de trabajo esclavo, de desarraigo. Es imposible acostumbrarse a ello.
Los compañeros… Ver partir a los compañeros que entienden la enseñanza como tú la entiendes y te lo hacen saber con una mirada, con una palmada en la espalda, con un sentarse a tu lado en silencio, con estar donde debería estar todo docente digno que se precie de llamarse así, defendiendo la escuela pública… Verlos partir y no poder consolarlos, saber como sabes tú y saben ellos que no sólo no volverán a tu lado, sino que no trabajarán… Hoy se llaman Inés, Isabel, Emilio o Mª Luz, pero tienen todos los nombres de la gente digna y cumplidora que adora su trabajo, los nombres de quienes creen en la enseñanza como arma de transformación de este mundo indigno, los nombres de quienes tratan a los alumnos como lo que son, personas.Porque los alumnos son personas y no son números, ni se puede operar con ellos con fórmulas cuantitativas como aquellas con las que la administración educativa decide cuántos profesores más va a recortar el próximo curso. Es imposible también acostumbrarse a ello.
A la costumbre la ha sustituido el vacío.
Vacío, sí. Un vacío horrible queda dentro cuando se comprueba hacia dónde nos conduce esta administración que recorta presupuesto, diputados, personal, mientras reparte prebendas en forma de asesorías, mientras hace publicidad electoral de su partido en una página web oficial, pagada por todos, vendiendo programas educativos de chichinabo, semejantes al engaño bancario de las preferentes. Un vacío enorme cuando se comprueba el conformismo de la mayoría de docentes definitivos, que acatan con sumisión borreguil las decisiones que están desmantelando el futuro del país. Vacío por ver marchar y por no poder animar a quien marcha. Vacío por no saber qué más hacer para que los sumisos despierten, abran los ojos y vean, salgan de la oscuridad de la caverna. Vacío porque este trabajo ya es un mero trámite, porque no cambiaremos nada, porque el futuro de nuestros alumnos y de nuestros compañeros interinos es un camino oscuro y sin salida. Vacío porque habrá “efectos colaterales” de estas políticas, y los sufrirán personas, los más débiles. Vacío porque la democracia nos permitió a muchos hijos de campesinos saltar barreras que ahora se agrandan, como se hacen más altas las vallas de las fronteras. Vacío porque no hay luz hacia la que señalar. Vacío porque sólo habrá vida plena elegible en libertad para quien lo pueda pagar.
Vacío porque el sueño se acabó. “La vida es así”, dicen muchos. Se acabó el sueño de ser humanos. Porque seguimos siendo alimañas, carentes de empatía, a las que sólo interesa la libertad cuando sólo ellos son sus beneficiarios y son incapaces de defenderla para los demás si es a costa de su propia comodidad. Vacío porque estamos rodeados de borregos, de lobos para el hombre, de muertos, de esclavos, de serviles, de cualquier cosa menos de hombres. Vacío porque creer en la libertad implica luchar contra las injusticias y no dejarse llevar por la corriente. Vacío en salas vacías. Es difícil acostumbrarse al vacío de las cabezas vacías.
Vacío en aulas vacías.  

1 comentario:

  1. El texto es una maravilla, y podéis leer más en el blog de la autora, Elena Fuentes Cara, aquí: http://nesiakrenaia-elenafuentescara.blogspot.com.es/2013/06/costumbre-y-vacio-fin-de-curso.html

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