sábado, 14 de septiembre de 2019

"Presencia de Mariano Cuadrado, maestro y alcalde muerto en 1939 " (Manuel Menor)

Nuestro compañero Manuel Menor Currás nos envía su nuevo artículo

La Historia –no las historias- es vital para quienes quieren entender los cambiantes procesos en que, aunque no lo sepan, pueden estar involucrados.

El próximo 17 de septiembre, diversas asociaciones de Torrelodones, localidad madrileña casi serrana, conmemoran el 80º aniversario de la muerte del que fuera su maestro  desde 1931 y alcalde de su Ayuntamiento desde las elecciones de 1936.  Las tapias del cementerio de La Almudena, en Madrid, fueron testigos mudos de su muerte el 15.09.1939, como lo fueron de muchos otros fusilamientos en los años de la inmediata postguerra.

Pasado/Presente
Es de celebrar el reconocimiento que, especialmente desde 2014, viene suscitando públicamente en ese pueblo este maestro republicano. La democracia actual todavía no ha encontrado el modo de conciliarse con quienes no dudaron en defender los valores de que presume. Salvo en espacios muy concretos, no se ha normalizado la “memoria histórica”: grupos y personas hay que propalan como “infame” cuanto a ella concierna. Los historiadores y los docentes encargados de enseñar qué haya sido ese primer tercio del siglo XX no han logrado transmitir qué sea lo realmente acontecido,  qué haya cambiado o no desde entonces, y hasta qué punto tenga interés colectivo el conocimiento riguroso y fiable de todo ello. No son los que más twitean los más enterados al respecto, ni tampoco los revisionistas ocupados en aumentar el desconocimiento general. Con los riesgos que implica para la convivencia ignorancia consentida o promovida.

Lo ocurrido entre 1936 y 1945 –prorrogable en muchos casos hasta 1975- con los maestros, profesores, investigadores y especialistas en aunar la modernización del saber con el modo de comunicarlo, fue especialmente grave por el retraso que supuso. Todavía da pavor leer en el BOE de 10 de diciembre de 1936, las instrucciones que cursó José María Pemán para que actuaran las Comisiones de depuración dando ánimo a desprecio, delaciones y sufrimientos sin cuento, además de exilios indeseados. En la inauguración del curso 1940-41 -justo cuando asesinaron a Mariano Cuadrado-, el ministro de Educación, José Ibáñez Martín lo explicó diciendo:
            Era vital para nuestra cultura amputar con energía los miembros        corrompidos, segar con golpes certeros e implacables de guadaña la maleza,        limpiar y purificar los elementos nocivos. Si alguna depuración exige       minuciosidad y entereza para no doblegarse con generosos miramientos a             consideraciones falsamente humanas, era la del profesorado”

Presencias
Este luctuoso aniversario permite recordar que estamos EN PRESENCIA DE UNA AUSENCIA. Este oxímoron es el título de un libro de Mahmud Darwix, fruto  del éxodo palestino desde 1947. Igual que vale a este poeta para explicar su trayectoria literaria con ese peso, preguntando a los hombres de buena voluntad “si la tierra de los hombres es para todos los hombres”, es apropiado para quienes, por efecto de resoluciones como la que quitó la vida al maestro de Torrelodones, no tuvimos como docentes a quienes nos hubieran correspondido si hubiera sido otra la Historia de España y no hubiera sido entregado el Ministerio de Educación Nacional a personas muy alejadas de la calidad educativa, más interesadas en controlar, vigilar y castigar heterodoxias del nacionalcatolicismo, que en los menesteres del conocimiento y su disfrute.

Además, como sucede a Darwix con Galilea, le sigue pasando a muchos españoles con su sistema educativo. Más que algo sólido y consistente, solo les resulta un sistema de palabras, de “nombres escritos con vapor”, en que prima la bipolaridad ambigua e inconcreta: escuela/colegio, pública/privada,  educación/escolarización, libertad/coerción, conocimiento/dogmatismo, laicidad/confesionalismo, igualdad/segregación, etc.. El peso de lo segundo siempre se come el valor significante de lo primero, y la “mejora de la calidad” -gran obsesión neoliberal- se  encomienda siempre a la voluntariedad de las y los docentes y a los artefactos tecnológicos.  Algo más aparente que real, desestructurado y aleatorio.

Esta configuración dicotómica, que tiende a crecer cada vez más –y desmoraliza a cuantos han peleado por una escuela pública digna, exigente y bien valorada-, tiene historia. Estamos en PRESENCIA de un sistema que se ha fortalecido en estos 80 años, sobre lo que había sido la educación española desde antes de la Ley Moyano en 1857, como Yvonne Turin estudió tan bien. Consolidado desde que fuera fusilado Don Mariano Cuadrado, las modulaciones que ha tenido desde 1975 han sido leves y es muy reconocible qué queda de esa trayectoria.

Desde 1936, los golpistas trataron de erradicar el asentamiento de los derechos civiles y las realizaciones republicanas que los llevaran a efecto. Se apresuraron para que las generaciones que fueran a la escuela después de su “triunfo” no los echaran en falta. Depurados y amedrentados cuantos maestros, profesores y científicos pudieran defenderlos, la primera PRESENCIA que impusieron fue ralentizar la erradicación del analfabetismo.  Si se leen los Acuerdos de la Moncloa, de octubre de 1977, se constatarán las grandes carencias con que iniciamos la Transición. No se olvide que solo a finales de los ochenta –cincuenta años después de terminada la Guerra- pudo decirse que estaba escolarizado el 100 por 100 de los niños y niñas españoles menores de 14 años.

Ausencias
Por otro lado, la imposición en las aulas de   AUSENCIAS como la de Mariano Cuadrado supuso una quiebra potente en la modernización de saberes y en el crecimiento de los ritmos y valores democráticos desde la escuela. En su lugar, el miedo, el tradicionalismo y la cerrazón dogmática tuvieron amplia facilidad para imponerse. No es difícil  advertir cuánto han perdurado muchas  carencias en el sistema educativo, o cómo tratan de sostenerse más allá de la estricta escolarización afectando a la universalidad de una educación en igualdad. Recuérdense, en este sentido, las manifestaciones que siguieron a la LODE (1985) y a la LOGSE (1990) y quienes las promovieron enarbolando que significaban la “egebeización”, “bajada de nivel” y consignas similares. Obsérvense, en fin, los giros que impuso la LOMCE en 2013, y se podrá advertir cómo las formas de ralentización se han transmutado hacia cuanto implica  la universalización de la igualdad cualitativa de una educación homologable. Ese  sigue siendo el gran reto después de 80 años. Bastantes de las tensiones  que en este preciso instante cruzan por Ferraz no son ajenas a las discrepancias en este campo, mientras los eslóganes y prácticas del conservadurismo político agudizan la desigualdad. 

Al conmemorar la ausencia de Don Mariano Cuadrado, el sistema educativo español sigue estando en PRESENCIA de múltiples AUSENCIAS. Las generaciones escolares de estos 80 años han tenido que soportarlas y solo los esfuerzos adicionales de los docentes voluntariosos han dignificado una situación que, a veces, sigue siendo penosa. Las configuraciones sucesivas del Estado nunca se tomaron la educación de los españoles con el compromiso que lo hicieron los republicanos del primer bienio. Y es previsible que esa dejación tan arraigada prosiga –junto a muchas otras que coartan la generalización de una buena educación para todos y todas-  mientras desde las Consejerías de Educación y desde el Ministerio de Educación solo se ocupen de “la calidad” educativa como de un bien de consumo,     sin preocuparse de que la corrupción del lenguaje atrapa pronto a toda la sociedad. ¿Es de justicia revertir la situación de presencias y ausencias existente?

Manuel Menor Currás
Madrid, 10.09.2019

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