domingo, 16 de febrero de 2014

"El drama de los interinos" (Jorge Castillo Alonso)

Reproducimos este artículo publicado en EL PAJARITO.ES y que conocemos a través de  

Me comentó una excompañera de trabajo que en septiembre de 2012, al iniciarse el curso, mis antiguos compañeros de trabajo preguntaban: ¿dónde están los interinos? ¿qué ha pasado con ellos? Yo no podía creérmelo. El curso anterior habíamos peleado y protestado hasta la extenuación. Habíamos hecho asambleas en el centro y nos habíamos movilizado de mil maneras. Habíamos explicado a quien quisiese escuchar que el curso siguiente nos iban a despedir y que muchos de nosotros abandonaríamos la enseñanza para nunca volver porque, en algunas especialidades, pasarían años antes de que volviese a haber convocatoria de oposiciones. Sin embargo, sólo encontramos indiferencia por parte de la sociedad. A nadie parecía importarle.
Con todo, aunque ya nadie se lo pregunte, hoy resulta mucho más dramático preguntar dónde están los interinos. Un año y medio después, muchos hemos casi agotado las prestaciones de desempleo. Algunos afortunados han vuelto a trabajar con pequeños tiempos parciales o sustituciones temporales. Las historias que hay detrás de la masacre de empleo interino son, a menudo, dramáticas: compañeros que ya han renunciado a su proyecto vocacional de dedicarse a la enseñanza, algunos que subsisten en la cuerda floja alternando trabajos basura con clases particulares, otros que han tenido que volver a casa de sus padres, parejas de interinos rotas por haber tenido que volver con sus familias a cientos de kilómetros, familias que no pueden hacer frente al pago de sus hipotecas, etc. De entre los que han quedado trabajando en el sistema educativo, muchos han visto sus vidas cambiadas drásticamente. Forzados a trabajar durante menos tiempo, o con raquíticos tiempos parciales, la pobreza ha llegado a nuestras salas de profesores. Comienza a ser usual conocer compañeros interinos que, pese a estar trabajando, tienen serios problemas para llegar a fin de mes. Comienzan a escucharse cosas que antes nunca se oían en las salas de profesores: casos de compañeros que han tenido que devolver un recibo de la luz o que, tras hacer frente a los pagos fijos del mes, deben subsistir con menos de 150 euros.
Todo este drama humano se debe, según nos dijeron, a que era absolutamente necesario recortar 3.000 millones de euros en educación. No había otra manera de cumplir con los objetivos de déficit. Sé que la cifra puede llegar a marear. Sinceramente soy incapaz de imaginar esa cantidad de dinero. Sin embargo, si la comparamos con los 53.000 millones de euros que ya nos ha costado el rescate bancario, deja de parecer una cantidad tan grande. Ahora bien, si la volvemos a poner en el contexto de los interinos despedidos, vuelve a ser una cantidad desmesurada: varias decenas de miles de profesores se quedaron en paro el curso pasado a nivel estatal.
El Real Decreto-ley 14/2012, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo, constituye, aunque de modo encubierto, el mayor ERE que se ha hecho en este país desde el inicio de la crisis. Parafraseando a Allende, podríamos decir que el drama del colectivo interino es el de un ERE silencioso. Imagínense que en cualquier otro sector, público o privado, se hubiese planteado un ERE de esas dimensiones. Imagínense ahora que a esas personas despedidas les hubiese correspondido una indemnización de 0 euros por año trabajado. Sin duda, habría sido un escándalo. Sin embargo, ya les digo, el drama de los interinos es que a nadie parece importarle.
Puede parecer que, en los tiempos que corren, no es buena cosa ser docente interino, pero, créanme, es mucho peor ser docente interino murciano. Nuestra administración regional, no contenta con ser una de las que, en proporción, más empleo docente ha destruido, decidió precarizar aún más nuestras condiciones de trabajo. Les resumo la historia. El año pasado, con la oposición de todas las fuerzas sindicales y políticas, el Consejo de Gobierno aprobó una nueva regulación de las listas de interinos que, en esencia, viene a significar lo siguiente: con cada convocatoria de oposiciones, normalmente cada dos años, los trabajadores docentes interinos serán sustituidos por otros en función de la nueva nota de oposiciones. No importa que su trabajo siga siendo igual de necesario, ni que su desempeño haya sido excelente. Imagínense que, en cualquier empresa de cualquier sector, cada dos años se despidiese a unos trabajadores para poner a otros que están en el paro pero que han sacado mejor nota en un examen. Imagínense que esa decisión no depende para nada de las necesidades de carga de trabajo de la empresa, ni del buen o mal desempeño de los trabajadores. Sería escandaloso. Sin embargo, el drama de los interinos es que a nadie parece importarle que nos traten como mano de obra precaria de usar y tirar.
Casi siempre que intento explicarle a alguien por qué los interinos estamos tan furiosos y protestamos tanto, me encuentro con indiferencia e incomprensión. He contado muchas veces esta historia y muchas veces me he encontrado con reacciones del tipo “pues haber aprobado” o “normal, los interinos sois trabajadores temporales”. Resulta casi imposible hacer entender que ya hemos aprobado las oposiciones, no una, sino varias veces, y que ya hemos demostrado de sobra que somos profesionales cualificados. Resulta una odisea hacer entender que nuestro trabajo no es temporal o coyuntural, sino que el sistema educativo necesita estructuralmente un número más o menos fijo de trabajadores sin plaza fija para cubrir las vacantes que, por su propia naturaleza, no pueden convertirse en plazas fijas y para cubrir las bajas de los funcionarios. Resulta casi imposible hacer entender que sustituir a unos trabajadores que hacen bien su trabajo por otros es una canallada a todas luces inmoral y que debería ser ilegal.
Con todo, el drama de los interinos no está sólo en las decenas de miles de historias personales dramáticas que se han generado. No está sólo en la precariedad a la que pretende conducirnos este gobierno regional. Tan siquiera está en la injusticia epistémica que se comete a diario contra nuestro colectivo o en la incomprensión de la sociedad sobre nuestras demandas. El drama de los interinos está en que a nadie parece importarle.

1 comentario:

  1. Y llevamos dos años...se nos acabaron los subsidios y en los privados no nos quieren porque no somos de dios.

    ResponderEliminar