Es hora de que la
libertad y la responsabilidad vayan juntas
Quienes más hablan,
supuestamente en nombre de todos, ganarían
mucho si fueran más coherentes con lo que exige el bien colectivo.
La “nueva normalidad” es un modo de hablar de la anormalidad en
que estamos instalados y en la que nos quede por delante. No solo en cuanto a
superar el problema actual con el COVID-10, sino en lo que venga a continuación
para las relaciones internacionales, nacionales y de cercanía. Quienes en este
momento por las razones que fueren hayan sentido de cerca el roce o la
embestida de este virus todavía descontrolado, sabrán entenderlo; y quienes en
la duda de salir o no a la calle sufran algún tipo de ansiedad ante lo
inesperado o fobia ante la multitud, también habrán palpado de qué va lo
anormal de la presunta normalidad que se publicita en esta fase.
Responsabilidad
Un ámbito donde la anormalidad está siendo habitual es en la
“gobernanza compartida” de que estos días también se habla tanto. Puede que, en
parte, sea por los miedos que todavía levanta la resaca de lo que fueron años
sin democracia y, en parte también, por la nostalgia que tengan los partidos
mayoritarios por gobernar como cuando tenían mayorías absolutas, de cuando e
hicieran lo que hicieran, nadie les iba a echar en cara su particularísimo modo
de actuar sin encomendarse a nadie. O puede que, con más razón, sea por no estar
en el candelero mediático tan de continuo como está el Ejecutivo actual, lo que
les llevaría a no tenerle lástima y menos por haber constituido, por primera
vez, un Gobierno de coalición con un aire más izquierdoso de lo habitual. El
caso es que, a los líderes de las formaciones se dicentes
constitucionalistas hasta no hace mucho, les cuesta muchísimo aceptar lo del
estado de alarma y que se pueda alargar seguramente más; votarlo o dialogar en torno a ello les parece que desmerece de su dignidad.
Probablemente tengan inspiración especial para saber cómo se
debiera gestionar una situación tan problemática como esta desde el Gobierno
central, porque desde las Autonomías –donde están gestionando la parte que les
corresponde de gobernanza- ya están gobernando; eso sí, a regañadientes, pues
cualquier excusa les viene bien para encontrar algo no bien resuelto; parece
que el clásico agravio catalán se hubiera multiplicado por cinco o por siete:
todo un martirio para escuchar cualquier telediario. En todo caso, esta
excepcionalidad es una buena ocasión para que demuestren que existen para estar
más cerca de los problemas y atenderlos, no para que cada uno nos cuente que es
más guapo que nadie; sería una pena que no pararan de competir por ver a quién
les viene más grande el cargo. Si tanta prisa tienen por que la “nueva
normalidad” alcance pronto a su territorio en toda la dimensión de lo que era
la “normalidad”, que nos adelanten qué harán si las prisas traen una segunda
ola de COVID-19. Y antes de seguir jugando con sus votantes, repasen la
intervención de la anestesista Mónica García en la Asamblea de Madrid, en el pleno del día 29 de abril, por si
tienen la tentación de manipularles con su propaganda.
Libertad
En nombre de esta extraordinario concepto que tanta sangre ha costado,
se pueden decir muchísimas tonterías, y más en situaciones de riesgo, crisis y
oscuridad. Nadie queremos que nos coarten; todos sabemos, sin embargo, que, con
el pretexto de la libertad, podemos dañar a otros y dañarnos a nosotros mismos.
Aunque no sepamos cuánto tiempo de nuestra vida haya tenido que transcurrir
para que lo que hacemos sea fruto de un mínimo de libertad y coherencia, sí
sabemos que cuando algunas personas nos hablan de libertad, mejor tener
cuidado. En el reciente manifiesto encabezado por Aznar o Vargas Llosa y Álvarez de Toledo, en que clamaban “contra el
autoritarismo” de quienes se “estén arrogando un poder desmedido”, si su trayectoria
les arropase para arrogarse tener la balanza de la libertad adecuada en un
momento tan duro como este, deberíamos pedirles perdón por no recordarla.
Esta convenienzuda manera de hablar de la libertad la emplean
principalmente quienes, en su nombre, le sacan provecho a los agujeros del
aparato legislativo en cuestiones de negocios. En el caso de la sanidad, por
ejemplo, las correlaciones entre neoliberalismo y gestión privada de servicios
públicos ha quedado de manifiesto en la deficiencia de estos días, por mucho
que publiciten lo de IFEMA o que tenemos la mejor Sanidad del mundo. ¿Y en
atención a la Tercera Edad o Educación? ¿Quién ha hablado más de libertad de
elección de centro que las sucesivas presidentas que ha tenido la la Comunidad de Madrid desde 2003, si no ha
sido para tener en Europa el máximo nivel de privatizaciones del sistema educativo?
No es de ahora, claro; es de familia: han heredado de sus ancestros
decimonónicos esa idea, asociada a una praxis en que, con ser los más duros con
las libertades que se controlan desde Interior, no paran de exigir las libertades
que les interesan de verdad, las que les
confieren capacidad para desarrollar un capitalismo extractivo a cuenta de una
ciudadanía cautiva.
¿Leer?
Lo del mal ejemplo que puedan dar les da igual: no creen en una
educación de la ciudadanía; la gente de buena cuna lo considera cursi o que,
con ir a confesarse de vez en cuando a la parroquia, es suficiente. Después de
tanto alarde de doble moral, nadie debiera extrañarse de encontrar en la calle personas
que se quieran saltar las normas saludables para todos, que intenten hacer un
botellón o una juerga indebida; se salten la obligación de la mascarilla o cualquier
otra que, por limitarnos la normalidad de
siempre, consideren estúpida. No viene mal, por tanto, pensar un rato qué debe primar: si el bien
colectivo o el sálvese quien pueda, el más listo casi siempre. No será fácil en
muchos casos, decidir, pero si vuelve a rebrotar esta pandemia y el virus ha
mutado mientras no tengamos vacuna para todos, va a ser mucho peor.
Según la Federación de Gremios de Editores, los índices de lectura han crecido estos
días un 4%; quedan algunos más de retiro mitigado y el capítulo primero de La Política de Aristóteles es de
interés: “Vemos que cualquier ciudad es una cierta comunidad, y que toda
comunidad esta constituida con miras a algún bien es evidente […] Sobre todo,
pretende el bien superior la que es superior y comprende a las demás….”
Manuel Menor Currás
Madrid, 04.05.1944.
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