martes, 14 de enero de 2014

"Súper súper esbirros" (Toni Garrido)

Vía  conocemos este artículo publicado en INFOLIBRE.ES:


El otro día vi al ministro Wert, cerca del Ministerio de Educación, en una calle justo donde acaba la Gran Vía y empieza a oler a aburrimiento.Cuatro tipos con paso firme y determinado acompañan al susodicho. Vigilantes, intensos y llamativamente vestidos para pasar desapercibidos. El ministro iba hablando por teléfono. Enérgico, despreocupado, calvo… 

El ministro andaba riéndose. La sonrisa, reconocida como afirmación involuntaria, topaba con la pantalla de su teléfono.

Un señor anda feliz y tranquilo por la calle. Todo normal.

Un señor que representa a la cultura de un país necesita de cuatro maromos para andar feliz y tranquilo por la calle. Raro
 
¿De quién protegen los guardaespaldas al ministro? Con toda seguridad, de él mismo.

Hemos llegado a un punto en el que para la mayoría hastiada de nosotros, ya no es tanto que retire sus propuestas como que sea capaz de mantener la mirada al enunciarlas. 

Si la idea es la de crear una generación aún más idiota, debería haber sustituido “Educación para la ciudadanía” por una asignatura más razonable: “Qué seré si llego a mayor”. Así los niños de España, los que sobrevivan al menos, dentro de un tiempo tendrían un manual que agradecerle.

Señor ministro: Es también una virtud reconocer los errores. 

Enconado, travieso, astifino, sería mucho más fácil si Wert, al igual que Aznar, abandonara la idea de que conseguir que la gente te odie es toda una señal de respeto.

¿No es una paradoja que el ministro de Educación no aprenda? ¿Que el representante de la cultura lo sea en el sentido de poder retorcer lo razonable en varios idiomas? Siendo suya también la tarea de velar por el deporte, más que un ministerio, ¿a Wert habría que ponerle un cuadrilátero?

Estos días anda con perfil bajo, agazapado, esperando la señal de Rajoy para desviar la atención de lo importante. Suprimiendo algo o reventando lo sensato. O gritando cosas que enfaden mucho a muchos. 

Entre unos y otros, los viernes al ver la foto del Consejo de Ministros, más que apoderados ministeriales, en ocasiones, parecen miembros de una mara.

El caso es que seguí andando, tan despreocupado como el ministro, pero sin protección al norte, sur, este, etc… Pensé en el Lichis, cuando llegué a la conclusión de que el ministro realmente no sonreía, estaba enseñando los dientes.


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