@Nando_J nos envía un enlace a su artículo Orgullo de ser profe publicado en el blog blogcanaleducacion.es:
Hemos empezado este curso bajo mínimos. Y lo peor es que esta terrible noticia no es una novedad: en la escuela pública ya hemos empezado a acostumbrarnos -terrible palabra- a los golpes de la Administración, ansiosa por recortar plazas, recursos y medios esenciales para esa educación de calidad de la que tanto hablan y que con tanta saña atacan.
Lo que no deja de sorprenderme, curso tras curso, es el compromiso y el entusiasmo de mis compañeros. Porque, a pesar de todo, esta semana he visto cómo se compaginaba la rabia por un sistema que no funciona -que, literalmente, no quieren que funcione- con las ganas por darlo todo en este nuevo curso. He asistido a conversaciones -en presencia y on line- sobre la curiosidad por cómo serán los nuevos alumnos, sobre qué se puede plantear en tal o cual asignatura, sobre qué expectativas nos gustaría lograr con nuestras clases en cierta asignatura… Les he visto preparar mochilas y carpetas con la misma ilusión con la que, cuando éramos críos, vivíamos nuestro primer día de colegio.
Por eso, supongo, cuando tengo que escoger una etiqueta profesional para definirme, aunque nunca tenga claro si soy dramaturgo, si soy novelista, si soy docente…, suelo elegir la de profesor. Y no porque crea que lo hago especialmente bien -este es un oficio en el que nunca dejamos de aprender y de equivocarnos-, sino porque me enorgullece pertenecer a ese gremio, al conjunto de maestros y profesores que se dejan la piel en la escuela pública y que siguen peleando -en las calles y en las aulas- por una educación en la que todos tengan las mismas oportunidades. Una educación que permita que ese mundo cerrado y elitista al que nos abocan -con su política de no becas, con sus reválidas franquistas- no nos devore o, al menos, pueda quedar paliado por la labor de integración que se hace en colegios e institutos públicos.
Cuanto más medios nos roben -y seguirán haciéndolo-, más guerra tenemos que dar. Y con más fuerza hemos de entrar en esas aulas que a ellos les gustaría que se convirtieran en acríticas celdas mecánicas para despertar el sentido crítico en nuestros alumnos, formándoles como personas y permitiéndoles madurar con las herramientas que les proporcionen nuestras respectivas materias.
En estos años que llevo en la enseñanza he aprendido mucho de mis compañeros y, especialmente, de mis compañeras (¿qué sería de la educación sin la labor esencial de la mujer?). He aprendido, sobre todo, a no rendirme. A creer en lo que hago. Y a disfrutar con ello.
Buen inicio de curso y a las barricadas. Perdón, a las pizarras.
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