Nos
hacemos trampas
No
es oro todo lo que reluce y, en lo tocante a la libertad, crecen los trampantojos de modales
que, en realidad, son liberticidas
Es habitual que quienes juegan al solitario se hagan trampas a sí
mismos, una pauta visible también en asuntos colectivos; raro es el día en que
los modos de contar corruptos desatinos imponen versiones que afectan a todos. En
ciertos aspectos sigue sucediendo lo de antaño. Cuando en 1952 empezó a
publicarse un diario hoy desaparecido, El Caso, asesinatos, robos o fraudes siempre eran un
“caso”; nunca tenían nada que ver con el orden
establecido o impuesto. Vivíamos en el mejor de los mundos posibles y todo era culpa de alguien que había perdido la
cabeza; nunca había causas estructurales, sino libertades desnortadas.
La liberación a
construir
En aquellos sucedáneos de información era difícil “la libertad”. Cuando
en los años sesenta empezó a sonar esa
palabra, se asociaba a algo por construir; fue más bien como “liberación”, palabra que disimulaba los significados de La
libertad guiando al pueblo (Delacroix:
1830). Antes y después de esta fecha ya
eran multitud cuantos habían expuesto sus vidas en nombre de la libertad
colectiva. Por entonces, en 1970, Paulo Freire -han pasado100 años desde que
naciera en Sao Paulo- habló de “liberación” para referirse a cómo debía ser la
alfabetización de adultos; su Pedagogía del oprimido trataba de un proceso activo de
permanente “liberación”, con que crear sujetos que no fueran meros repetidores inconscientes
de palabras huecas, sino que, conscientes de su realidad social, económica y
política, pudieran liberarse de cuanto
les impidiera desarrollarse con derechos y libertades personales. Esa mirada
pedagógica, crítica consigo mismo
y con el entorno, encerraba infinidad de parecidos con lo que querría ser la “Teología de la liberación” sobrepasando
la dimensión religiosa estrictamente individual de la “salvación individual”. De
su nula aceptación oficial por la jerarquía eclesial, Juan Pablo II dejó
cumplido testimonio en 1983 en el aeropuerto de Managua; dos años antes, este
Papa había intervenido la “libertad” en la fe y en la caridad que habían
adoptado como directriz los jesuitas en 1974 para sus actividades sociales y
educativas.
En todo hay matices pero, en general, en el mundo occidental
actual no suele ser problemático hablar de libertad si la conversación se ciñe al
plano individual. Todo es más sutil, y aparentemente sin violencia, en las
limitaciones que se le imponen aunque se mencione. Ligada a determinados
niveles de “transgresión”, hay
ambientes en que queda genial dar por supuesto que todos podemos
hacerlo todo, con plena libertad y sin depender de nadie ni de nada. La pedagogía
de la publicidad y del marketing que nos invade difunde a todas horas que somos
libres para tomar decisiones; si surge algún problema, la culpa –el otro
dispositivo permanente al acecho- es exclusivamente de cada consumidor. Desde
una cultura confesional en que se alternaba la libertad y la culpa entreveradas
con con escrupulosas distinciones entre la atrición y la contrición, hemos
pasado a una psicologización de nuestra
libertad que lo alcanza todo. Por ejemplo, a la evaluación de la calidad
educativa, en que los culpables de los “fracasos” son siempre
los “malos alumnos”, un barato modo de atajar problemas, que no requiere esmero
en lo que se deba hacer, sino solamente mantener las apariencias. Se confirma
así, además, la teoría del liberalismo clásico de que la Naturaleza es sabia y los
humanos deben dejar que sus desigualdades se prolonguen. Este darwinismo –que la educación puede
acentuar- abre un campo prolífico a negocios inusitados para emprendedores que
pongan parches en asuntos que, como la educación o la sanidad de todos, no se
arreglan con inacabables reformas provisionales.
Marcos pedagógicos en
promoción
Estos días, han abundado las lecciones de sofística pedagógica en
torno a la libertad; asociando el lado feliz de esta palabra con abusos
semánticos y ejemplos prácticos, la han convertido en embarcadero de la
credulidad. Cuando hace unos días el
nuevo líder del PP, en su intento de poner paz a un litigio de aristocracias
internas, exaltaba la libertad que gracias a su actual presidenta tenía la
Comunidad de Madrid, se apuntaba al uso que, sobre todo desde el 4-M2021, ha
hecho de esta palabra su ultraliberal gobierno
actual. De ser esta su intención, lo que a escala nacional parece querer
desarrollar Feijóo es la acracia
neoconservadora del sálvese quien
pueda, y que el afán de lucro haga
negocio con las desigualdades sociales. Es fácil, por tanto, observar el
futuro de las escuelas y sanidad públicas. Si el producto que vende Feijóo es “libertad
a la madrileña”, antes de que gane unas elecciones generales son previsibles
los beneficios de la pedagogía que ya practica.
Bajo la libertad que vende la gama del conservadurismo de Don
Alberto Núñez adquiere cada vez más fuerza la americanización
de las formas liberticidas. Su cariz crecientemente agrio sigue teniendo,
después de Casado, destacados beligerantes en sede parlamentaria. Es habitual en
las formas de confrontación del Congreso de Diputados y, en la Asamblea de Madrid,
la joven lideresa siempre se encrespa, crecida con quienes le susurran al oído
gracietas diversas. Este agresivo modo de hacer como que se hace política va in crescendo; hace dos días, se ha
sumado a esta tendencia trumpista un vicepresidente de la recién creada alianza
de gobierno en la Comunidad de Castilla-León. En un alarde insultante a cuantos
le hacían alguna pregunta en la nueva asamblea, dejó claro que, en adelante, las
virtudes del liberticidio tienen rédito electoral.
Aunque sean tiempos de incertidumbre –y vuelva el miedo
a la libertad democrática, que dijera Erich Fromm en 1941-, esperemos
que estas trampas con la libertad que
se están colando no nos lleven a tener como horizonte realizaciones como las
que genera la Segunda Enmienda de la Constitución de EEUU. Esas masacres
incesantes de los últimos 10 años, a razón de más de dos por semana, han vuelto
a repetirse hace unas horas en Texas, con al menos 19 niños y dos profesores
muertos. En todo caso, no es la libertad democrática lo que impide a los
americanos erradicar la venta indiscriminada de armas, en cualquier
supermercado, a quien acredite tener 18 años de edad. Es el libre mercado, que
la Asociación Nacional del Rifle promueve
desde 1871, quien controla que el Poder
Legislativo dé sentido coherente a la libertad democrática. En EEUU, quien se presente a las elecciones, si se pone
en contra de esta red clientelar, lo paga caro; si hace como
no se entera, le ayudan en las elecciones, y le dan permiso para sollozar un
poco en el luto de rigor ante inacabables “casos” como este ultimo de Texas. La libertad y las libertades tienen mucho
quien quiera coartarlas, empezando
por quienes hablan mucho de ellas; habrá que ampliar la presencia de la
“pedagogía de la liberación” para discernir entre tanta polisemia equívoca quienes trabajan para que existan y se consoliden
de verdad, sin hacer trampas.
MMC (Madrid, 25. 05.2022)